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Los “Mundos” de Goya y Fabelo desatan la imaginación del espectador en el Conde Duque

Muestra de Goya y Fabelo en el Conde Duque

Luis de la Cruz

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Los célebres Caprichos de Goya se vendieron por primera vez en 1799 en una tienda de licores y perfumes del número uno de la calle del Desengaño (duró pocos días, la Inquisición mandó retirar los grabados). El propio pintor vivió en la finca donde estaba la tienda, además de en otras localizaciones cercanas de lo que ahora entendemos por Malasaña.

Ahora, muchos años después, los Caprichos pueden verse en una exposición del Centro de Cultura Contemporánea Condeduque, en el mismo barrio de Universidad, junto con sus Desastres de la guerra –que también cuentan con resonancias en la misma barriada– y en diálogo con la obra del artista cubano Roberto Fabelo, que podría decirse que es quien está en el punto focal de la exposición.

Mundos. Goya y Fabelo recoge en la gran sala del Conde Duque los grabados del genio maño y obras en distintos soportes del segundo: dibujos, punturas y esculturas. Organizada por la Fundación Ibercaja con la participación de especialistas del Museo de La Habana, la muestra cuenta con una selección de obras llevada a cabo por el propio artista cubano. Fabelo es uno de los artistas caribeños más importantes de su generación, pero no ha gozado hasta la fecha de grandes exposiciones en Madrid y esta, cuya publicidad tapiza las marqusinas de la EMT, podría suponer su acceso al gran público interesado en el arte.

En los grandes dibujos murales hechos con crayón sobre papel kraft y en los lienzos de Fabelo encontramos una clara intersección de mundos con los últimos años de Goya. El sueño de la razón produce monstruos en los caprichos y en las grandes cabezas dibujadas desde La Habana. En la obra de Fabelo, tanto en la figurativa como en los motivos que decoran su escultura de superposiciones en hierro, laten también lo surreal y el realismo mágico de la generación latinoamericana anterior al artista (Fabelo nació en 1950 y comenzó su obra en los setenta, momento de gran influencia del movimiento literario).

Hay en ambos artistas una evidente maestría en el empleo de la línea, los dos son pintores y dibujantes, lo que queda subrayado en Mundos. Y, obvio, uno y otro se caracterizan por dar salida a ricos mundos interiores, rebosantes de imaginación, en los que lo antropomorfo se mezcla con el mundo animal –las moscas, los insectos, en el caso del cubano–, donde hay espacio para lo grotesco y para la armonía a la vez.

Es una exposición para ver de cerca y de lejos. Un paso adelante para acercarse a los pequeños detalles de los grabados de Goya y dos hacia atrás para apreciar los grandes formatos de Fabelo.

La sala oscura del Condeduque es adecuada para la propuesta, pero el visitante con los ojos gastados encuentra el problema de que la iluminación dificulta observar el detalle prolijo de los pequeños formatos monocromos de Goya (incluso, los focos proyectan la sombra del visitante sobre ellos en algunas partes).

Una exposición interesante en la que quizá se echa en falta un poco más de información sobre la figura de Fabelo –hay más sobre los grabados de Goya, que nos son más conocidos–, pero que no precisa de teoría para que el visitante enlace los nudos donde se evidencia que Goya es precursor del artista cubano y Fabelo representa hoy parte de lo que el pintor aragonés significa para la historia del arte.

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