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Opinión - Lección de dignidad. Por Esther Palomera

El adiós silencioso del Dos de Sagasta, la histórica taberna de Bilbao

Imagen del Dos de Sagasta en una noche de apertura

Somos Malasaña

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Desde hace unas semanas, el cartel de Se Alquila cuelga de la persiana del Dos de Sagasta, la centenaria taberna situada junto a la glorieta de Bilbao. Siempre discreta junto al pomposo Café Comercial, el local era una de las pocos lugares castizos sin reformar que quedaban en el centro de Madrid, una de esas raras avis que, por algún motivo o por otro acaban diciendo adiós.

La marcha del Dos de Sagasta fue silenciosa. Tal vez la avanzada edad de Araceli y Alfonso, el matrimonio que regentaba el lugar, fuera el motivo para llegar a la jubilación y poner fin a una saga familiar que comenzó en 1880 el gallego Pedro López Arias, con la apertura de este negocio que acabó acumulando 142 años de vida.

El local, de puertas rojizas en referencia al morapio -como es costumbre en las tabernas de la capital- hacía gala de vender su propio vermú, que solía acompañar de pequeñas tostas de sobrasada o cabrales, aceitunas u otro tipo de aperitivos. Los vinos y las cañas eran también la seña de este lugar, visitado por muchas generaciones de madrileños y turistas que buscaban el sabor de un Madrid de otra época, del que cada vez quedan menos referencias.

El lugar se conocía hace décadas por el nombre de La taberna de las cuatro damas, cuenta Carlos Osorio: “Porque eran cuatro las féminas que la regentaban: Felícitas López, su hija Araceli, su anciana madre, Concepción, y la perra pastora alemana, Diana”.

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