Tras el cierre del original, un nuevo Palentino echó a andar en marzo de 2019. La propuesta no ha cuajado y, rematada por la Covid, el pasado jueves desaparecían los letreros con el nombre del bar y hasta el característico mármol negro con vetas blancas de su fachada. Sin los clásicos Casto y Loli detrás de la barra no hubo Palentino posible
La tarea no era fácil y al final ha resultado imposible. Presumido partía con varias desventajas: los nuevos propietarios del local –el fondo de inversión Domus Capital– impusieron un elevadísimo alquiler de 8.500 euros mensuales (10.285 con IVA) mientras que los clientes de siempre querían un imposible, que Casto resucitara y que fuera Loli quien les diera los buenos días al servirles el café con leche. Por si eso fuera poco, la crisis provocada por la Covid–19 se presentó sin avisar y apuntilló el proyecto.
Desde el pasado jueves hay obras en el local y, cuando finalicen esta próxima semana, en el lugar donde estuvo el Palentino habrá otro negocio de hostelería que abrirá con el nombre de Pez 8: borrón total y cuenta nueva.
Ana de Lucas es la persona que estará al frente de ese nuevo bar y tiene muy claro que lo que necesita este espacio físico es una transformación radical de arriba a abajo, tanto de concepto como de estética, y dejar ir de una vez por todas el espíritu del viejo Casto, que parecía seguir pululando por las cuatro paredes del local, incómodo con los cambios practicados en el bar que gobernó a su antojo durante varias décadas.
Anticipa De Lucas que lo que pretende crear en esta esquina de la calle del Pez con la plaza de Carlos Cambronero es un espacio cercano donde por producto, trato y decoración apetezca entrar. “Tendrá una cocina divertida y moderna, apostaremos por los destilados de elaboración propia y una carta de vermuts únicos con diferentes macerados; estéticamente será más blanco, con más madera y vegetación…”
Mensaje de la clientela: “El Palentino murió con Casto”
“El Palentino murió con Casto y eso es algo que nos han dejado claro los clientes”, comenta Ana, quien antes de decidirse a dar un paso al frente y adquirir la mayoría del negocio de Presumido ha sido la encargada del local durante el último año. “Algunas veces entraba gente al bar sólo a insultarnos y luego se iba, como si nosotros tuviéramos la culpa de que el Palentino clásico hubiera desaparecido”.
El pretendido homenaje al bar que se fue acabó siendo visto por más de uno como un sacrilegio y eso que los nuevos inquilinos quisieron dejar algunos días y horas específicas en las que recuperaban precios propios del ayer.
“Cualquier cambio relacionado con El Palentino está acompañado de polémica”, reconoce Martín Presumido, quien se apartará de la gestión del nuevo negocio. “Si tratas de conservar algo como homenaje porque lo conservas y si lo transformas por completo porque no dejas nada de lo anterior. Es bueno que llegue alguien dispuesta a impregnar su propia identidad a este espacio, que tuvo su tiempo con Casto, un tiempo que ya pasó. Nosotros quisimos darle una segunda oportunidad y no funcionó”. El empresario, quien se centrará ahora en los restaurantes que posee bajo la marca Mamá Chicó, espera que Pez 8 no se vea ya afectado por polémica alguna, al desmarcarse por completo de El Palentino.
Pez 8 nace además con la ayuda de la nueva propiedad del local que, según Presumido, fue vendido al principio de la pandemia por el fondo de inversión que lo adquirió en junio de 2018 a la familia Herrezuelo-López a cambio de 1,3 millones de euros. “Los nuevos dueños –cuya identidad no ha trascendido– son gente maja que ha entendido que al menos en dos o tres años el precio de los alquileres en hostelería no podrá alcanzar los niveles de antes de la crisis. Son sensibles con la situación por la que está atravesando el sector”.
Por qué es mítico el Palentino
Por la personalidad que tenía su cara más visible, Casto Herrezuelo; por aparecer en películas e inspirarlas (Princesas, El Bar), en videoclips (Manu Chao) y en canciones (Somos Siniestro Total); por ser la representación de todo lo que significa un bar de barrio, un bar de viejo, un bar Paco, patria de todos; y por estar además en Malasaña, en pleno centro de Madrid, donde todo lo que sucede se suele dimensionar exageradamente, el Palentino se convirtió en un lugar mítico, al que era obligado ir y cuya fama no sólo se extendió por la capital sino que llegó a todo el país.
Meter mano a un clásico como este más que arriesgado puede resultar suicida, algo que saben bien quienes apostaron por otorgarle una segunda vida a un local que miles de personas sentían como propio y, como tal, se veían con el extraño derecho a opinar sobre cualquier cosa que le concerniera.