Biblioteca Tomás Navarro Tomás
La reforma de la Plaza de España, a la que buen seguro faltan aún nuevos episodios, es uno de los proyectos estrella del actual consistorio y, coherentemente con su magnitud, nos ha dejado ya unas cuantas polémicas. La última es la protesta por el giro de 180 grados que se pretende hacer al conjunto monumental a Cervantes.
El cambio está contemplado en el proyecto ganador del concurso y parece que cuenta ya con todos los vistos buenos preceptivos para su ejecución, pero no con la conformidad de diversas entidades ciudadanas que, con Madrid, Ciudadanía y Patrimonio a la cabeza, consideran que es una intervención gratuita que alterará la concepción original del conjunto.
La idea de hacer un gran monumento a Cervantes llevaba rumiándose en Madrid desde los fastos para conmemorar el tercer centenario del Quijote, en 1905. Tras distintos proyectos fallidos y propuestas para su ubicación (que pudo ser la Gran Vía, Callao o Neptuno, entre otras), en 1915 se aprobaron las bases del concurso para su realización. Ese mismo año se expusieron en El Retiro las más de cincuenta maquetas concurrentes al concurso. Viendo hoy las fotografías de los proyectos queda claro que la vocación debía ser, sí o sí, monumental y excesiva.
En la primera elección, el anteproyecto más votado fue el de Teodoro Anasagasti y Mateo Inurria, quedando en segundo lugar el de Rafael Martínez Zapatero y Coullaut Valera, pero este se impuso en la segunda vuelta de votaciones. A los ganadores hay que añadir el nombre del joven arquitecto Pedro Muguruza Otaño, que sería el ejecutor de la arquitectura final.
Los destinos de Don Quijote y sus compañeros se dilataron en el tiempo por lo costoso del proyecto. En 1921, coincidiendo con el aniversario de la muerte de Cervantes, comienzan las obras y la cimentación del conjunto se prolonga hasta 1924. La labra propiamente dicha volvió a sufrir un parón hasta 1926, año en el que se conoció el proyecto definitivo, para el que Muguruza eliminó ornamento e hizo otros cambios importantes en las estatuas y su disposición.
En 1928 el conjunto se hizo billete de 100 pesetas, pero en realidad distaba aún bastante de estar acabado. Aunque para la Fiesta de la Hispanidad de 1929 se inaugurará sin Sancho y Don Quijote integrados, y con sólo las figuras principales del grupo, Coullaut Valera hijo tendrá que seguir trabajando sobre los bocetos de su padre cuando este muera, en 1932. El monumento luciría incompleto hasta los años sesenta. Es también en esta década cuando se rodea el conjunto de zonas ajardinadas que, de alguna manera, lo subrayan.
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En una entrevista en su estudio de 1929 Lorenzo Collaut Valera explicaba que el monumento costaría unos dos millones de pesetas, que había trabajado en el modelado “más de tres años consecutivos” y que la figura que más difícil le había resultado plasmar era la de Dulcinea porque era “la concreción de un ensueño, el fantasma quimérico que encendía la mente y movía el brazo del glorioso caballero”. Curiosamente, la estatua de Dulcinea, entonces sólo modelada en barro, no sería incorporada al conjunto hasta 1958, junto con su par Aldonza Lorenzo.
Los madrileños que han vivido bajo el Régimen de la Restauración, la dictadura de Primo de Rivera, la Segunda República y el Franquismo, han visto distintas versiones del complejo de Cervantes en la Plaza de España ¿Supondrá la prevista en el proyecto para la nueva Plaza de España la definitiva?
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