Noche cerrada. Callejón de las Negras. Los vigilantes del Conde Duque reparten linternas al numeroso grupo de personas que ha acudido, curioso, al pase de La Ronda, un paseo-performance por el interior del centro cultural cuando todo está apagado.
Hablando bajo, los visitantes van entrando a través de un portalón metálico que da al patio trasero, iluminado solo con las luces que llevan en sus manos. Dos gatos negros salen despavoridos. Se escucha a los grillos que habitan los jardines del Palacio de Liria, justo a la izquierda. Mati, una de las vigilantes, marca el camino y abre paso hasta llegar a una puerta. Rebusca entre la veintena de llaves que cuelgan de su cintura y abre la puerta. Empieza La Ronda.
Lo que el visitante descubrirá dentro del Conde Duque es algo que no se puede contar por escrito, es un viaje personal que -dependiendo de cada uno- irá de la fascinación hasta el acongoje. Se trata de caminar y escuchar lo que las paredes, puertas y columnas del edificio cuentan. Una experiencia de la que no desvelaremos más detalles -, y que animamos a descubrir en los días que todavía quedan de esta propuesta artística desarrollada por la artista Edurne Rubio.
La Ronda -que esperamos se repita en el futuro- ofrecerá varios pases este viernes y durante tres días más de la semana que viene. Para los que les pique la curiosidad, adelantaremos que se anda mucho, se sube, se baja, que los móviles están prohibidos y que el que participa en ella no volverá a mirar a los vigilantes del Conde Duque con los mismos ojos.