Desde la Plaza del Conde de Toreno hasta darse de bruces con la plaza de Cristino Martos y el comienzo de Conde Duque transcurre alargada y serpenteante la calle San Bernardino. Paso intermedio entre Gran Vía-Plaza de España y la zona popularmente conocida como “de Conde- Duque” pertenece más por fisonomía y paisanaje a este último entorno.
El nombre
Llamada así desde el siglo XVIII, antes ostentó los nombres de San Joaquín (así aparece en el ineludible plano de Texeira) o de la Puebla de Peralta, nombre de un caballero que fundó en ese lugar una pequeña población luego absorbida por Madrid.
El nombre de San Bernardino viene, como tantas cosas en esta ciudad, condicionado por un convento, el que así se llamaba en la actual zona de Moncloa –entonces extramuros– y al que uno podía encaminar senda por aquella calle.
La calle antes…
- : La vieja tahona cerró hace tiempo
Un vecino nos confirma que San Bernardino siempre fue calle de tascas. Ahora éstas comparten espacio con restaurantes de inspiración lejana y locales de comida moderna. Uno de los comercios de más tiempo de la calle era una tahona, hoy cerrada, cuyo letrero sigue subrayando los cristales sucios que delatan el abandono.
Muy cerca, nos cuenta un vecino de tiempo, hubo una diminuta pastelería donde sólo vendían un tipo de pastel: unos deliciosos chocolateros de gran fama en toda la ciudad.
Probablemente el edificio más importante de la calle es el palacio del Marqués de Santa Cruz, notable inmueble del XVIII remodelado en los ochenta para convertirlo en edificio de viviendas. Aún hoy sus gruesos muros, que conservan el aspecto original, imponen cierto respeto.
Al morir San Bernardino, en la esquina con la Plaza de Cristino Martos, encontramos un gran edificio que hoy alberga una sede de Comisiones Obreras y que en otros tiempos fueron los sindicatos verticales franquistas. Todavía, sentados en las terrazas que con el sol nacen en la plaza, es posible advertir los rótulos chapuceramente tapados con pintura en su fachada.
Pero si en la calle hay un tesoro oculto al viandante poco observador ése es el edificio Montano, bloque de pisos del siglo XIX propiedad aún hoy de dicha familia y que en su día albergó – junto a otros dos inmuebles – la fábrica de pianos y los salones Montano. La planta baja del edificio está entéramente ocupada por Rustika, una enorme tienda de decoración que conserva en la entrada las taquillas de los salones en los cuales los fines de semana se exponían los pianos y se ofrecían representaciones varias.
El actual encargado de la tienda nos ofrece una visita guiada por la tienda mostrando con orgullo los frescos y tapices del maestro Zuloaga que decoran la tienda. Una auténtica maravilla.
…y la calle ahora
- : Antiguas taquillas de los salones Montano en Rustika | L.C.
San Bernardino es, sobre todo en su primer tramo, uno de los mayores escaparates de comida exótica de Madrid a buen precio.
Desde que el restaurante A todo México se instalara hace años en la castiza calle muchos son los restaurantes de comidas exóticas que allí han llegado: un par de hindués, un persa, un thailandés, un indonesio o uno de los chinos más conocidos por precio y autenticidad de Madrid, El rey de tallarines.
Subiendo la calle dejamos atrás las comidas extrañas y vamos cruzándonos con tascas tradicionales y viejos comercios de barrio que articulan la vida de los vecinos de más tiempo de la zona. A saber, la pastelería La Torrecilla, una vieja tienda de arreglos de ropa con una costurera pegada a la máquina de coser a la entrada, o Musical Esteban, una tienda de instrumentos de aspecto tan vetusto que uno duda de que siga abierta.
San Bernardino es además una calle llena de carteles de pensiones en los balcones. Un buen sitio para conseguir cama y llenar el plato...con diversos estilos gastronómicos.