La iglesia que se erige en el corazón de Malasaña vive un momento de intensos cambios. A la reinauguración del verano después de varios meses de obras se le ha unido la restauración de la figura de Virgen de las Maravillas y el fin de la actividad parroquial, trasladada a San Ildefonso. Pero quizás el cambio de más calado es el que se ha producido hace tan solo unos días, con la llegada al tempo de la comunidad de Sant'Egidio, nuevos gestores del lugar desde este mes por orden del Arzobispo de Madrid.
“Estamos encantados en nuestro primer templo, aunque tener casa es una gran responsabilidad”. La que pronuncia estas palabras es Tíscar Espigares, la mujer -cosa rara en la Iglesia- que está al frente de esta comunidad. Recibe a Somos Malasaña en una de las salas anexas a la iglesia, en la calle Dos de Mayo, mientras pide disculpas por el pequeño desorden de las cajas de su mudanza y de las de los anteriores inquilinos, que aún no han terminado de irse.
La de las Maravillas es la primera iglesia que se concede en España a esta comunidad de origen italiano. Un salto importante para un movimiento joven -nació en Roma en 1968- que se trasladó a la península de la mano de la propia Tíscar y sus allegados a finales de los ochenta. Dedicada a los pobres desde sus inicios, lleva casi tres décadas ayudando a los Amigos de la calle (como ellos llaman a los sinhogar), a crear una cultura de la paz y a luchar por causas como la abolición de la pena de muerte en el mundo, siempre apoyados en la doctrina del Evangelio.
El camino que les ha llevado a Malasaña ha sido largo. “Hemos sido un poco nómadas”, bromea Tíscar. Comenzaron en los ochenta y noventa en Pan Bendito, una zona muy necesitada de asistencia. Allí mantienen actualmente lo que llaman ellos la Escuela de la Paz, un centro donde resolver conflictos y ayudar a prevenirlos, actuando con los más jóvenes. Desde ese barrio saltaron a otros lugares y comenzaron a repartir comida entre los más necesitados de Madrid: cada semana entregan unas 1.200 cenas calientes, que salen de su cocina en la calle del Olivar.
Ahora, acaban de aterrizar en la Iglesia de las Maravillas, la que dio nombre al barrio antes de que fuera conocido popularmente como Malasaña. Y les gusta el lugar al que han llegado: “Nos ha sorprendido la cercanía de la gente y la identidad de barrio que se respira”, explica Tíscar mientras cuenta que cada vez que abren la verja del edificio se les cuela alguien para averiguar quiénes son sus nuevos vecinos.
Papa Francisco y refugiados
Papa Francisco y refugiados
La llegada de Sant'Egidio a la gestión del templo provocó alguna intranquilidad entre sus fieles habituales. Incluso se llegó a pensar que se acabarían las misas semanales. Tíscar explica que ya han establecido horarios para la apertura del templo, para el culto (que ofician sacerdotes amigos de la comunidad) y que se mantienen actividades de oraciones previas a su llegada. Además, han añadido las celebraciones mensuales de su comunidad (una oración por los enfermos y otra por la paz en el mundo) al calendario habitual.
¿Cuál es su modelo?, les preguntamos. Tíscar aclara que la Iglesia de las Maravillas no se parecerá a la de San Antón, que ha convertido la calle Hortaleza en un auténtico refugio al abrir 24 horas al día y ofrecer actividades como donación de sangre, descanso nocturno y retransmisiones de partidos de fútbol. “Entendemos la iglesia como lugar de culto y creemos que para que duerma la gente hay otros lugares”, puntualiza Tíscar. “El modelo de San Antón es tan válido como el nuestro, aunque diferente. Hay sitio para todos”, dice en señal de respeto. Quizás la actividad que más llamará la atención en la Iglesia de las Maravillas será la comida con los necesitados de el día de Navidad. Esa jornada, “que es un día especial”, indican, “la iglesia acogerá a los pobres” en su interior para dar una gran comida, como sucede en el resto de comunidades de Sant'Egidio en el mundo. “Queremos convertir la Iglesia de las Maravillas en un lugar amigo para todos”, asegura.
Este grupo cristiano, que se define como “muy cercano” a los postulados del Papa Francisco, también tiene especial sensibilidad a los refugiados y a su dura situación: “Nos estamos habituando a ver cadáveres de niños y eso es terrible”, indican. Por ello su organización está intentando acogerlos a nivel internacional. Ya lo ha conseguido en Italia gracias a un convenio con el gobierno de aquel país y los corredores humanitarios que han abierto y por los que Sant'Egidio traerá a 2.000 refugiados de forma legal desde campos de refugiados de Libia, Siria y Marruecos. Aquí confían en que puedan hacer lo mismo pronto en España: “Llevamos desde marzo de 2015 intentándolo”, cuenta Tíscar mientras explica que en el caso italiano su comunidad se encarga de trasladar en avión a los refugiados y de darles alojamiento y todo lo que necesitan en el país de destino. Actualmente negocia con el Ministerio del Interior replicar estos corredores humanitarios en España, pero el Gobierno en funciones ha pausado estas conversaciones.
Mientras esperan, la comunidad de Sant'Egidio siguen organizándose en su nueva sede -de propiedad municipal, pero cedida al Arzobispado- y están abiertos a cualquiera que quiera ayudarles en el barrio. “Nos encantaría que la gente de Malasaña colaborase con nosotros”, dice Tíscar mientras cuenta que pueden contactar con ellos a través de su página web pero, sobre todo, acudiendo directamente a la iglesia en los horarios de apertura del templo. Todavía no tienen claro qué labores específicas harán en la zona, aparte de su intensa actividad litúrgica y de asistencia a los pobres, pero no faltará trabajo: “Hay tanta necesidad que, en función de lo que veamos aquí, vamos a apoyar y a ayudar en lo que se necesite”, apuntan.
El estreno oficial de la comunidad de Sant'Egidio en Malasaña, donde lleva trabajando desde el 14 de septiembre, no llegará hasta el 6 de noviembre, día en el que el propio arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, acudirá al templo para presidir la liturgia que inaugurará oficialmente la cesión a esta asociación.
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