El día 12 de abril de 1931 se elegían 80.000 concejales en toda España, pero la cita se había convertido en un plebiscito sobre la continuidad de la monarquía. Las candidaturas monárquicas perdieron las elecciones en la mayoría de las capitales de provincia y ganaron en muchos nucleos rurales. Los resultados fueron interpretados como un triunfo de la coalición Republicano-socialista, y Alfonso XIII marchó al exilio hacia París la noche del 14 de abril de 1931. La República había llegado y las crónicas coinciden en retratar Madrid como una explosión de júbilo, de la que trataremos de extraer algunos ecos, particularmente los que resonaron sobre lo que hoy es nuestro barrio.
En el distrito de Universidad la jornada de votaciones había transcurrido con tranquilidad, con mucha animación en el Cardenal Cisneros y en la Universidad Central. Los candidatos Largo Caballero y Carrillo (padre) lo recorrieron. También Alcalá Zamora. Hubo en el distrito 36.165 votos republicano-socialistas por 11.118 monárquicos. En el distrito de Hospicio 15.962 por 8.905.
Desde el mismo día 12 la gente se lanzó a la calle, con manifestaciones en Cuatro Caminos, en Vallecas o en el centro de Madrid. Estas fueron brutalmente disueltas en ocasiones, como sucedió en la calle Recoletos: con los mauser, a tiros. Tuvieron que ser atendidos numerosos heridos en las casas de socorro de Hospicio y de Centro.
Pero Madrid estaba en pie y la cosa no tenía ya vuelta atrás. Desde las primeras horas de la noche del 13 de abril Sol y todo el centro de la ciudad fue un hervidero. Mucha era la gente que no podía quedarse en sus casas, se iban retirando los retenes de la guardia civil que había reprimido las expresiones populares del dia anterior, se leían los periódicos en grupos y, en definitiva, Madrid celebró multitudinariamente la llegada de la República aún antes de que ésta llegara formalmente.
A eso de las once de la noche se formó una improvisada manifestación en la calle de Alcalá al grito de ¡Viva la República! Y de ¡Ya se fue! ¡ya se fue! Muchos guardias se unieron a la manifestación y la gente aplaudía en los balcones. La manifestación se dirigió a la sede del Partido Radical Socialista, en el número 14 de la calle Pizarro, en busca de una bandera republicana que encabezara la improvisada manifestación. Luego, continuó por las calles de Luna y Desengaño para desembocar en la Gran Vía, cauce más natural para la multitud, que crecía con los hombres y mujeres que se unían a la marcha.
Muchas fueron las manifestaciones que se improvisaron también los días siguientes por todo Madrid. La gente anduvo por las calles en grupo cambiando los letreros de algunas de ellas. Así, se rebautizó como de Los Mártires el tramo de La Libertad a Infantas.
Algún altercado también se registró, como cuando un grupo, al llegar a la calle Almirante, irrumpió en el Centro Nacional de los legionarios. Cayeron muebles por la terraza y se produjeron destrozos. Una escena similar sucedería en la sede de los Sindicatos Libres en la calle San Bernardo aquellos días, cuando en el interior se rompió la bandera republicana que se allí se había subido.
Fue el día 14, el de la proclamación de la República, el de las grandes fotos en Sol que conocemos, el de la gran explosión obrera y ciudadana en Madrid. Al paso de las celebraciones por la Gran Vía, las modistillas y trabajadores se asomaban y vitoreaban con pañuelos. Alguno protestó tímidamente desde las terrazas del Casino Militar también. Del Edificio de Telefónica colgaban banderas rojas y republicanas. No se fue, le hemos “echao” cantaba la multitud eufórica. Y Dónde vas Alfonso XIII. Y otras coplillas populares que las crónicas de la época omiten y tildan de subidas de tono.
Una vez llegada la gente al Ministerio de la Gobernación, algunos treparon hasta los balcones. Se izó allí la bandera pasadas las siete de la tarde. En seguida llegaron en coche Alcalá Zamora, Maura y Azaña, que fueron recibidos entre vítores. Lo mismo Lerroux y Largo Caballero que, ante la aglomeración, tuvieron que entrar por una escalera de mano, por la parte posterior. La gente quería ver a los miembros del Gobierno Provisional. A las puertas del Ministerio se quemó, como si de un ritual se tratara, la estatua de Isabel II, que la gente desmontó y trajo desde la plaza que tenía su nombre.
Hombres y mujeres siguieron agrupándose espontáneamente y marchando por doquier. Por ejemplo, 3.000 personas pararon frente a la sede del periódico republicano La Libertad, en la calle de la Madera, cantando La Marsellesa y el Himno de Riego. También en el barrio, en la sede el El Socialista, en la calle Carranza, donde se habían reunido las planas mayores del PSOE y de UGT a evaluar la situación.
Así contaba Vicente Aleixandre como lo vivió junto con Luis Cernuda:
“Recuerdo haberle visto gustoso en un movimiento humano exaltado: masa madrileña, la ciudad hervidora en un trance decisivo para el destino nacional. Era un día de abril y las gentes corrían, con banderas alegres, por improvisadas. Enormes letreros frescos, cándidos, con toda la seducción de lo vivo espontáneo, ondeaban en el aire de Madrid. Mujeres, jóvenes, hombres maduros, muchachos, niños. En los coches abiertos iban las risas. Cruzaban camiones llevando racimos de gentes, mejor habría que decir de alegría, gritos, exclamaciones. Pocas veces he visto a la ciudad tan hermana, tan unificada: la ciudad era una voz, una circulación y, afluyendo toda la sangre, un corazón mismo palpitador. Por aquella calle de Fuencarral, estrecha como una arteria, bajaba el curso caliente, e íbamos Luis y yo rumbo a la Puerta del Sol, de donde partía la sístole y diástole de aquel día multiplicador”.
En similar sentido alegre, lo viviría el entonces joven corresponsal británico Henry Buckley. Acabaría, sin embargo, anticipando la negritud que habría de llegar:
“Y es que, en aquel día, todo parecía de color de rosa. Se había producido un cambio de rumbo radical en el Estado Español, un viraje de ciento ochenta grados, y todo ello casi sin incidentes, sin apenas derramamiento de sangre…. ¡Pobres españoles! ¡Qué ilusos éramos en aquella mañana del 15 de abril, celebrando la caída de un régimen, el fin del feudalismo en España! Y el feudalismo, que había dejado caer a don Alfonso porque ya no le era útil, seguía tan fuerte como antes…”
El día 15 se formaron una vez más numerosas manifestaciones y celebraciones en todos los barrios de Madrid. Y el 16, cuando el alcalde, Pedro Rico, pidió a los coroneles de las bandas municipales que tocaran en las calles. Hubo conciertos y marchas improvisadas detrás de las bandas en los Cuatro Caminos, en Cascorro, en Atocha, en la Glorieta de Pirámides, Lavapiés y otros barrios populares. Era la explosión de un cambio de ciclo. La gente protagonizaba y la gente celebraba.