Las fechas anteriores al Día y la Noche de los Libros siempre se reproducen en los medios de comunicación los nombres más rotundos de la programación. Autores, nacionales y extranjeros, o actuaciones que dan fuste a un listado en el que las actividades, invariablemente, se concentran en el centro de la ciudad.
La edición de 2022, celebrada el pasado fin de semana, no fue una excepción. Como en otras ocasiones, la programación especial estuvo concentrada sobre todo en espacios céntricos: la Real Casa de Correos, la Casa de Postas, el Ateneo de Madrid, la Biblioteca Nacional, la Casa de América, el Caixafórum, Espacio Fundación Telefónica o el Museo Nacional de Arte Contemporáneo Reina Sofía, como sedes a cubierto. Y en las plazas del Conde de Barajas o la cuesta de Moyano, como espacios con actividades al aire libre. Hasta las rutas literarias programadas partieron de las céntricas plazas de Pontejos y de la Paja.
Algunos distritos dentro de la M-30 pillaron la pedrea de las instituciones públicas, como Chamberí, por albergar los Teatros de Canal, o Arganzuela, donde está situada la Biblioteca Regional de Madrid. Pero en la mayoría de los más alejados del centro, el rumor de la celebración se escuchó lejano y casi imperceptible.
En cierto modo, es natural que el centro congregue la mayoría de actividades culturales. Por un lado, es parte de su naturaleza recibir vecinos del resto de la ciudad en sus momentos de ocio; por otro, alberga la mayoría de las instituciones culturales, públicas y privadas.
Sin embargo, las actividades del Día del libro también tienen como objetivo servir para el fomento de la lectura, y bajo este punto de vista se antoja necesario atender al desequilibrio territorial de los hábitos de lectura y consumo cultural. Este objetivo, además de no satisfacerse con la programación extraordinaria, como hemos visto, podría incluso verse incrementado por la forma de diseñar el resto la programación.
La mayoría de las actividades que figuran en el programa del Día y la Noche de los libros está construida por la agregación de eventos sugeridos por los organizadores de los mismos. Las librerías, galerías de arte, fundaciones o escuelas de arte, entre otros, llenan de contenido el programa a cambio de aparecer en el mismo. De esta manera, en los distritos donde hay más librerías se concentran casi todas las actividades, siendo además los mismos donde se encuentran situados los museos y otras instituciones oficiales, que también nutren la programación.
Según la CEGAL (Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Librerías), Madrid es la Comunidad Autónoma con más librerías de España, por delante de Cataluña y Andalucía. Cuenta con el 13,7% de las que el gremio tiene censadas para España entera. Sin embargo, si lo ponderamos en relación al número de habitantes (6,5 por cada 100.000 habitantes) nos situamos por detrás de Galicia (la que más, con 11,1), La Rioja, Castilla y León, Navarra, o Aragón, entre otras comunidades autónomas.
Pero la mayoría de estas librerías están concentradas en el centro y otros pocos distritos, como Chamberí o Salamanca, especialmente aquellas con programación cultural propia (rara vez las librerías-papelerías de barrio cuentan con infraestructura para celebrar eventos). Google Maps tiene registradas cinco librerías en el distrito de Vicálvaro frente a diez extensas páginas de resultados para Chamberí, por ejemplo.
A la vista de la programación de 2022 no parece que la Administración pública haya velado por reducir las diferentes densidades culturales de la lista de eventos, heredada como hemos visto del propio tejido cultural de los barrios.
En Tetuán, por ejemplo, el programa oficial solo recogía actividades en dos librerías, a pesar de lo cual no figuraban citas que pudieran compensar esta carencia en instancias públicas. Por no haber, no había siquiera actividades programadas en ninguna de las dos bibliotecas públicas del distrito. Hay que decir que el tejido asociativo de Tetuán organizó actividades fuera de programa, como también sucedió en otros distritos.
No es el único caso donde las bibliotecas públicas no ofrecieron programación ese día: esto sucedió en 10 de los 21 distritos de Madrid. En Latina, Usera, y Moratalaz, al menos las bibliotecas públicas sirvieron para que el nombre del distrito pudiera leerse una vez en el PDF del programa, cosa que no sucedió en Vicálvaro, el patito feo de los distritos lectores, donde no se desarrolló ninguna actividad dentro del programa oficial. Curiosamente, en el distrito Centro se organizaron actividades en sus dos bibliotecas públicas, a pesar de que otras 72 discurrían dentro de sus fronteras.