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La “mentira” de La Ciudad de la Música en Villaverde: de las promesas culturales de Villacís al caos de Mad Cool

Colas para acceder al festival Mad Cool en su última edición, celebrada en un nuevo recinto ubicado en Villaverde, unos terrenos que iban a acoger también la Ciudad de la Música.

Guillermo Hormigo

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“Han sido un engaño, pero no una sorpresa. Sabíamos que nos estaban vendiendo la moto”. Así resume Gema, una de las portavoces de la plataforma Stop Mad Cool Villaverde, la forma en la que ha acabado materializándose en este distrito del sur de Madrid uno de los grandes proyectos culturales del primer mandato como regidor de José Luis Martínez-Almeida: La Ciudad de la Música.

Una iniciativa que tuvo como gran valedora, sin embargo, a la exvicealcaldesa Begoña Villacís. Corría julio de 2022 y la ya penúltima edición de Mad Cool acababa de terminar, la que pondría punto y final a su etapa en Valdebebas. Villacís anunciaba entonces su traslado a un nuevo recinto de festivales en Villaverde, que serviría de lanzadera para una transformación de mayor calado en la zona gracias a una serie de dotaciones culturales y educacionales englobadas en esta hipotética Ciudad de la Música.

“Llevamos tiempo trabajando en la localización de un nuevo centro de acumulación de talento, economía y creatividad en torno a la producción musical con un proyecto innovador”, explicó por aquel entonces la antigua edil del consistorio. Los primeros reproches no tardaron en aparecer ante la evidente inspiración en un planteamiento previo del Ejecutivo de Manuela Carmena, pensado para la misma ubicación con el nombre de La Ciudad del Sonido.

De la inspiración en Carmena al silencio

Pero entre ambas iniciativas se fue abriendo una brecha cada vez mayor. Según detalló a elDiario.es el exconcejal de Ahora Madrid e ideólogo de La Ciudad del Sonido, Guillermo Zapata, con ella se pretendía ejecutar una triple función: “locales de ensayo, de grabación y un espacio para conciertos”. La intención era impulsar “un circuito completo para que los chavales del distrito dispusieran de una infraestructura pública para grabar su música”. Describía Villaverde como un distrito donde “un montón de grupos se buscan la vida para grabar y enseñar lo que hacen, no en todas partes necesitan que se invierta tanto en recursos y apoyos”.

En declaraciones a este medio, fuentes del Ejecutivo de Almeida vincularon por contra La Ciudad de la Música a los grados de producción musical e ingeniería del sonido de la Universidad Carlos III, la más cercana, a la que cederían parte del suelo público. También los entregarían a “empresas interesadas en invertir en Madrid y traer sus centros de trabajo en torno a la producción musical”. Así, no pasó por tanto mucho tiempo hasta que esas semejanzas entre ambas ideas quedaron reducidas a una, la más importante, eso sí: su abandono.

13 meses después de su anuncio, y con Ciudadanos fuera del Gobierno municipal, nada se sabe de estos contactos para moldear la nueva Ciudad de la Música. Este periódico ha tratado de ponerse en contacto con el Ayuntamiento de Madrid para conocer cuál es el estado de todas esas iniciativas que la conformarían, pero por el momento no ha obtenido respuesta.

Una ciudad que se quedó en recinto

De este modo, tras un año no hay rastro de convenios con universidades o empresas. De hecho, la única materialización del plan ha resultado en un caos organizativo. Un solar en el extremo sur de Villaverde con 185.000 metros cuadrados, a más de un kilómetro de las paradas más cercanas de Metro o Cercanías, rodeado de carreteras (como la M-45 en su extremo sur) y en lo que hasta hace poco tiempo era un campo de trigo. La ubicación del recinto de festivales despertó la indignación de los vecinos ya antes de su primer evento, precisamente Mad Cool. A los ruidos y la suciedad tan habituales en estos casos se unieron los importantes problemas en los accesos al espacio.

El Ayuntamiento no nos ha dicho una sola palabra de La Ciudad de la Música desde septiembre. Está claro que es una mentira con la que estaban intentando colocar el espacio de festivales y venderlo todo muy bonito

“Nos preocupa mucho la movilidad. Casi toda la calle alrededor de Marconi es de un solo carril, hay muchas curvas y solo va a haber dos accesos habilitados. Si entran aquí 10.000 o 20.000 coches, va a producirse un colapso tremendo. La zona no está preparada”, avisaba Gema en una conversación con Somos Madrid poco antes de una de las manifestaciones vecinales.

Finalmente las predicciones se cumplieron, tanto durante Mad Cool como en el concierto de Harry Styles. No hubo más eventos: el Reggaeton Beach Festival se canceló un día antes de su arranque, ya que el Gobierno de Almeida no concedió la licencia por falta de confianza en su plan de movilidad. Por su parte el Coca Cola Music Festival, programado para el primer fin de semana de septiembre, anunció su traslado a la Caja Mágica.

La situación ha llegado a tal extremo que se da “una curiosa paradoja”, como reconoce Gema: al menos de momento los vecinos solo pelean por volver a su situación anterior. Mientras no hay noticias de unos servicios con los que se prometió revitalizar cultural, social y económicamente el segundo distrito más desfavorecido de Madrid, la lucha de residentes en la Colonia Marconi y Villaverde Alto (también en Getafe Norte) ha tenido que enfocarse en proteger aspectos tan acuciantes como su descanso y su seguridad.

Una batalla que no cesa. No en vano, pese a los desastres de Mad Cool y el concierto de Harry Styles, la viabilidad económica del ahora conocido como recinto Iberdrola Music se reforzó en junio cuando Mahou San Miguel adquirió el 51% de la empresa que lo gestiona, con vistas a apuntalar el proyecto el próximo año. “Seguimos muy vigilantes para que la actividad no vuelva después del verano ni en 2024”, avisa Gema. Recuerda el reciente comunicado de Facua alertando de la “inviabilidad” del espacio y exigiendo al Gobierno de Cibeles su inmediata paralización. La asociación en defensa de los derechos del consumidor aduce para ello los problemas para la movilidad y las comunicaciones que sufren asistentes a los eventos, vecinos y trabajadores del polígono industrial con el que colindan las parcelas.

Gema critica la falta de entendimiento con los barrios afectados en todo el proceso: “El Ayuntamiento no nos ha dicho una sola palabra de La Ciudad de la Música desde septiembre, y ya por ese entonces no nos daban ningún detalle concreto. Está claro que es una mentira con la que estaban intentando colocar el espacio de festivales y venderlo todo muy bonito”.

Unas dotaciones perdidas en el cajón de las promesas eternas, mientras muchos padres de la zona reclamaban en una de las marchas contra Iberdrola Music “más cultura y menos basura”. Raquel, residente en la Colonia Marconi que acudió a la protesta con su hijo, lo expuso así: “Necesitamos cultura y muchas cosas para los más pequeños y los jóvenes, pero no este recinto. Que nuestros hijos puedan salir teniendo un ocio digno”.

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