Metro ha acabado por fin su nueva estación de Gran Vía. Este jueves, día de su inauguración -el viernes se abre al público desde las 6.00- el ambiente era de cita importante: decenas de responsables de la Comunidad de Madrid, con su presidenta al frente, miembros de Adif y muchos periodistas recorrían el subsuelo de la Red de San Luis comprobando que todo estaba listo para su uso.
Había muchas caras de alivio entre los miembros de Metro de Madrid, que ven la luz al final de un largo periodo de obras. En total han sido casi tres años de los que los dos últimos no estaban previstos: la complejidad de los trabajos y los hallazgos arqueológicos no previstos acabaron extendiendo los trabajos 825 días más de lo necesario y dejando sin servicio a una estación, la de Gran Vía, que estaba en la lista de las más concurridas de la red con 52.000 usuarios al día.
A partir de este viernes serán más, porque al tránsito habitual se le añadirán los 22.000 que utilizarán estas instalaciones para coger el Cercanías de Sol, al que se puede acceder cómodamente por un túnel excavado bajo la calle Montera y que entra en servicio a la vez que la estación de Gran Vía. Todos los viajeros pasarán por unas instalaciones en las que Metro de Madrid ha echado el resto para conseguir que la conviertan en una de sus paradas icónicas. Aquí mostrará algunos de los elementos que pretende incorporar para el futuro en otras estaciones, como los nuevos modelos de canceladoras y la cuarta generación de sus máquinas de autoventa. Y exhibirá parte de su pasado, empezando por la réplica del templete original de Antonio Palacios, que tiene partidarios y detractores, pero cuya presencia en Gran Vía es ahora imponente.
Pasado y futuro se entrelazan en una estación que llamará la atención a los primeros viajeros por su aspecto azulado, gracias a los paneles geométricos decorativos y a las luces colocadas por la compañía para dotar de cierta personalidad al lugar, algo que Metro lleva haciendo desde hace algunos años en muchas paradas de su red: que visualmente algunas de ellas sean reconocibles. Luego se encontrarán con las nuevas puertas de entrada (hay 17) de vivos colores y un sistema de luces y pantallas para hacer más intuitivas las entradas y salidas.
Otra de las grandes novedades tecnológicas de la estación de Gran Vía son las 14 máquinas de autoventa, con una tecnología 4.0 -en palabras de Metro- donde es posible pagar por primera vez en el suburbano con el sistema contactless y donde la adquisición de títulos es más sencilla e intuitiva. A través de una enorme pantalla táctil se pueden cargar diferentes abonos en la tarjeta Multi o buscar un destino -ya sea parada de la red o punto de interés de la ciudad- y comprar el billete correspondiente.
El despliegue tecnológico se completa con la instalación de 13 escaleras mecánicas y de 4 ascensores para convertir en accesible este complejo. El más destacado de todos ellos es el que recrea el ascensor que bajaba hasta los primeros andenes, inaugurado en 1920 y que estaba coronado por el famoso templete de Palacios, el arquitecto de la compañía, creador de muchos de los iconos de Madrid. Para la recreación -no se trata de una réplica exacta, aunque se acerca bastante- se contrató a una empresa de Porriño, localidad natal de Palacios, que copió las medidas del original trasladado allí en 1970 y fabricó los módulos en el abundante granito de aquellas tierras.
Los viajeros que disfruten con los detalles históricos podrán bajar por este ascensor hasta el nuevo vestíbulo de 2.000 metros cuadrados (el anterior tenía 900) donde se ha recuperado el mural de cerámica de Miguel Durán-Loriga, que muestra la recreación del mismo templete de los años setenta. Aunque desde allí tendrán que descender un nivel más para encontrarse con los detalles patrimoniales de mayor valor.
Nada más bajar por las escaleras, en una vitrina, se encuentra uno de los dos escudos de Madrid que Palacios encargó para el suburbano con azulejo de reflejos metálicos y tonos dorados y verdes. Uno de ellos se instaló en Cuatro Caminos y el otro, con los años, quedó olvidado en Gran Vía, sepultado por una reforma. Por fortuna, apareció durante las últimas obras en una zona abovedada y ahora se conserva en perfecto estado, junto con un panel explicativo de los detalles de de su extracción.
En la misma planta están otros restos de la escalera de la estación original, abierta el 18 de noviembre de 1918, que se han podido conservar y colocar en su ubicación original exacta. Dos elementos llaman poderosamente la atención. Por un lado, las escaleras en las que se insertaban anuncios comerciales en azulejos, para que los viajeros que subían por ellas los pudieran leer sobre los jabones y el bicarbonato que fabricaba Torres Muñoz.
Encima de estas escaleras se muestra unos espectaculares azulejos vitrificados, coronados con cuatro leones que abren sus fauces. En total durante los trabajos arqueológicos se recuperaron restos de hasta 13 cabezas diferentes. Antonio Palacios elegía este tipo de decoraciones para dignificar un medio de transporte popular en las clases humildes, que también podía estar dotado de una monumentalidad propia de edificios regios.
“Él trataba de dar acabados de este tipo para dar relevancia al transporte público”, comenta Carlos Zorita, responsable de infraestructuras y estaciones de Metro de Madrid y conocedor de muchos detalles arqueológicos de la nueva estación de Gran Vía. Además, también se ha recuperado un pasamanos de hierro, vigas y un gran colgador de hierro que pudo soportar una farola o un cartel.
Junto a esta vitrina se muestran otros objetos más antiguos, del siglo XVIII y XIX, correspondientes por un lado a las bodegas de la Casa de Astrearena, de la que se han recuperado numerosas botellas. También elementos de farmacias, monedas, jarrones y algunos objetos de adorno catalogados durante las excavaciones.
El recorrido arqueológico subterráneo se podría completar andando por el túnel que lleva a la estación de Cercanías de Sol, donde desde su última reforma, la de 2013, se muestran los restos de la Iglesia del Buen Suceso. Otro ejemplo del rico patrimonio existente bajo el suelo de Madrid y que en la red metropolitana es posible completar en espacios como Ópera, Tirso de Molina o Vía Carpetana.
Metro de Madrid ha invertido en la reforma de Gran Vía 10,7 millones de euros, que se unen a los 3,1 que ha gastado Adif en completar su paso bajo la calle Montera. El resultado, junto a todas las sorpresas que guarda, se puede comprobar a partir de este viernes.