Puerta del Ángel era, hace unos años, un barrio asequible a la hora de encontrar casa. Situado fuera de la M-30 pero a un corto paseo de la Plaza Mayor de Madrid -subiendo una cuesta- sus pisos han sido habitados tradicionalmente por inmigrantes -primero españoles de otras regiones, luego extranjeros- y también por estudiantes que buscaban alojamiento barato y con buena conexión de la línea 6 de Metro, la que lleva a Ciudad Universitaria.
Pero eso era antes de que algunas personas, varias empresas e incluso el Ayuntamiento de Madrid empezara a llamar a esta zona el Brooklyn de Madrid o, simplemente, Bruclin, en su versión más castiza. Hoy apenas se ofrecen pisos en alquiler y los pocos que aparecen en los portales de internet son muy caros: por 750 euros al mes solo se ofrece un bajo de aspecto cochambroso con una habitación. Los precios han subido y la mayoría de oferta no bajan de los 1.200 euros mensuales, bastante caro para ser un barrio con calles angostas, edificios humildes, muchas cuestas y coches subidos a los bordillos de las aceras hasta hace poco.
Las alusiones al barrio neoyorkino para esta zona de la capital no son casuales: separado de Manhattan por un río, Brooklyn lugar sufrió un intenso proceso de gentrificación a cargo de los agentes económicos, que transformaron un vecindario humilde, lleno de trabajadores industriales, en un lugar de moda para vivir. Es lo mismo que ha sucedido en Puerta del Ángel durante los últimos años, donde ahora se abren boutiques del jamón en vez de charcuterías y algunos de los nuevos y estilosos bares abiertos parecen descontextualizados de las típicas tascas del barrio.
“Desde hace cinco años el barrio vive un proceso de gentrificación muy fuerte que ha hecho que los precios se hayan duplicado”, explica una portavoz del Sindicato de Inquilinas e Inquilinos de Madrid. “En 2018 era posible pagar 250 euros por una habitación en un piso compartido, hoy esa cifra es impensable”, asegura mientras relata la aparición de lugares con desayunos gourmet a 10 euros “que no están destinados a los vecinos clásicos del barrio”.
Hay quien sitúa el inicio de esta gentrificación en el mercado municipal del barrio (el de Tirso de Molina), que de forma paulatina ha ido viendo como cerraban las tradicionales charcuterías, pollerías o tiendas de verduras para dejar paso a las barras de degustación, que ya son mayoría. A este proceso de gastrificación de los puestos de abastos se sumó la peatonalización de su entorno, ejecutada por el Ayuntamiento de Madrid durante la pasada legislatura.
Sin embargo, otros vecinos colocan el epicentro de este proceso especulativo en el número 56 de la calle Juan Tornero, donde la empresa Madlyn sitúa su base de operaciones. El nombre de esta compañía que gestiona fondos de inversión no sonará fuera del barrio pero es la que ha influido con más fuerza en el mercado inmobiliario de Puerta del Ángel con la compra de más de una treintena de edificios y solares, además de locales.
Madlyn desembarcó en Puerta del Ángel después de intentar varias operaciones en Malasaña y Chamberí, donde las compras son menos rentables porque las viviendas ya están muy caras. También pasó por Lavapiés. Pero donde acabó poniendo la mayor parte de su capital fue en este barrio humilde de Latina, con pisos mucho más baratos y con un notable potencial de crecimiento por su cercanía al centro de Madrid. Gastó 50 millones de euros en adquirir decenas de viviendas, como relataba recientemente su director, Wynn Willianson, a la revista Brainsre: “Cuando decidimos que queríamos invertir en esta zona hicimos un listado de todos los edificios que nos interesaban y logramos comprarlos en nueve meses”. En total adquirieron 35 bloques de viviendas, 25 de ellos con rehabilitación y una decena de obra nueva, según relata Ejeprime. Todos suman más de 200 pisos en el barrio.
Propiedad vertical, proceso acelerado
En Puerta del Ángel existen decenas de edificios que pertenecen a un solo propietario. “Su abundancia facilita que ante una ola especulativa entren más inversores en un barrio”, apuntan desde el Sindicato de Inquilinas. Fue el tipo de propiedad que más interesó a Madlyn, que asegura en sus entrevistas que los pisos los compró vacíos. Fuentes vecinales, sin embargo, apuntan a que en bloques como Juan Tornero 60 o Caramuel 14 se produjo la expulsión de arrendatarios que pagaban rentas bajas, previo a la reforma. “Hacen pequeñas reformas, cambian las llaves por cerraduras electrónicas y ofrecen contratos temporales destinados a turistas o a nómadas digitales”, añaden.
La estrategia de Madlyn -gestada a través de su principal empresa de inversión, BWRE- pasa por un proceso de gentrificación clásico: cambiar el entorno para hacer más atractivo el barrio y poder aumentar las rentas de los alquileres. “Nos hemos dedicado a mejorar la oferta de restauración y cultural de la zona, completando así la transformación del barrio”, confirmaba el propio Williamson en otra entrevista reciente en El Economista.
Dentro de esta planificación se encuentran la apertura de un coworking, un hotel boutique, un coliving y un espacio dedicado al arte para inicios de 2024. También incluye alquilar los locales de su propiedad a negocios modernos, como los que ha montado desde 2020 años el grupo de hostelería Dominique M&N. Sus locales (Pizzarela, Úrsula Café, Berenguela 13...), se sitúan en las cercanías del citado mercado de Tirso de Molina y atraen a vecinos capaces de pagar los alquileres de 1.400 euros que oferta Madlyn en su página web.
Estos lugares ejercen de punta de lanza, pero ya hay muchos otros negocios que se han subido al carro de los nuevos patrones de consumo intentando atraer el gasto de los vecinos recién llegados, como la taberna que se renombró como Bruclin o un negocio de aeroyoga. “Están acabando con el comercio del barrio, en los que consumir a un precio asequible”, denuncian los convocantes de una manifestación prevista para este fin de semana. “Nuestros barrios no pueden convertirse en escenarios para especuladores, ricos y turistas”, añaden.
La protesta: Puerta del Ángel no se vende
El nombre de Madlyn aparece señalado en el cartel de una manifestación convocada para este sábado 30 de septiembre por la Asociación de Vecinos Puerta del Ángel, el Sindicato de Inquilinas y y la plataforma contra el pelotazo de la Ermita del Santo. Reclaman precios asequibles para la vivienda del barrio y que se regulen los alquileres turísticos y temporales, un tipo de contrato este último por el que apuestan los grandes tenedores de pisos ante la nueva Ley de Vivienda y la reforma de la Ley de Arrendamientos Urbanos que aprobaron el gobierno de PSOE y Podemos a nivel nacional.
En la protesta también participarán vecinos de un bloque de 40 pisos situados al inicio del paseo de la Ermita del Santo, donde su empresa propietaria, la Socimi Vitruvio, ha enviado un burofax para expulsar a varios de sus alquilados este mismo sábado. “Lo que está haciendo Vitruvio es la misma estrategia que fondos como Madlyn están ejecutando en el barrio: comprar edificios, finalizar los contratos residenciales, y alquiler las viviendas como alquileres temporales, pisos turísticos o alquileres de habitaciones”, apuntan desde el Sindicato de Inquilinas. “Para ellos supone ganar mucho más dinero, pero para el barrio supongo que la población se vea desplazada y cada vez tengamos que pagar alquileres más elevados”.
Las críticas a este proceso de gentrificación que está elevando los precios de la vivienda también llegan desde partidos políticos como Más Madrid. Su concejala Lucía Lois advierte que “la situación de Puerta del Ángel es un ejemplo perfecto de las consecuencias de un urbanismo centrado en los beneficios del mercado y que se olvida que la vivienda es un bien básico y un derecho recogido en la Constitución”. Según Lois, el PP municipal defiende una política de vivienda en la que “se beneficien las constructoras y los especuladores, mientras tiene abandonadas a las madrileñas y madrileños, en una ciudad donde acceder a una vivienda asequible y digna es prácticamente imposible”.
La edil cree que “el gobierno de Almeida dice tener una política de vivienda basada en no hacer nada, pero es mentira: facilita los pelotazos urbanísticos como el de Ermita del Santo; modifica las Normas Urbanísticas para permitir que miles de locales se conviertan en infraviviendas; y se declara insumiso de la nueva Ley de Derecho a la Vivienda, permitiendo construir menos vivienda protegida que la que dicta la ley y haciendo oídos sordos a las limitaciones sobre la vivienda de uso turístico y a la práctica de los fondos buitre de reformar edificios completos para ponerlos en alquiler”.