La Comunidad de Madrid ha presentado con motivo de Fitur (Feria Internacional de Turismo) un vídeo promocional titulado Quédate con el mejor estilo de vida del mundo (se entiende que es el de Madrid ciudad, pues el resto de la autonomía solo sale como excursión) y está en boca de todos. “¡Eso no es Madrid!”, clama la gente en las redes sociales, analizando el catálogo visual de pijadas. El tono no sorprende a nadie que haya seguido el mensaje ayusista de chupilla de cuero, pero merece la pena fijarse una vez más en el subrayado casticista del vídeo, que baja en el anuncio de las joyerías y el campo de golf al bareto de toda la vida.
A finales de los noventa, Gallardón llamó a sus tuneladoras Paloma, Almudena, La Chata, La Adelantada, Puerta del Sol y Cibeles. Nombres que podrían pertenecer hoy a algunas de las tabernas castizas de mentirijillas que brotan como hongos en Salamanca, Chamberí y otros distritos de Madrid donde el “vivir a la madrileña”, o, en palabras de Ayuso en el sofá de Bertín, el “estilo de vida tabernario”, se ha convertido en bandera de una suerte de nacionalismo cañí. “De aquí, de Madriz.”
El novedoso nacionalismo madrileño es solo palabrería de una estrategia comunicativa pero, no nos engañemos, ha sido recogido por muchos porque, al contrario lo que la gente está diciendo en redes sociales, lo que refleja el vídeo promocional sí es Madrid. Es solo una parte, minoritaria sociológicamente hablando, pero que tiene un peso decisivo en la composición de las élites en esta capital de las big four y, sobre todo, encarna la meta del ascenso social.
Es por ello por lo que en el vídeo aparecen sin disimulo espacios que son inequívocamente coto privado de las élites mezclados con sitios pijos donde se juega el after work de las clases medias urbanas. Esas camas balinesas en una azotea con vistas a la Gran Vía o la taberna sin servilletas arrugadas en el suelo son el enganche generacional entre el Madrid de la tuneladora La Adelantada y el Madrid desafiante de las cañas. Diferentes caras del proyecto neoliberal del Partido Popular para Madrid.
El vídeo promocional descansa argumentalmente sobre una mentira. La protagonista, una mujer de negocio de siempre Apple y el estilismo de viernes casual en La Finca, engaña a su pareja. Está muy liada, se tendrá que quedar una semana más en Madrid por negocios, le explica, mientras se gasta una pasta haciendo check en todos los ítems de nuestro crapuleo amable.
Y de la caña al mazo, muchacha, fetén, en cero coma, “aquí si hay playa, vaya, vaya”, declamado con torpe acentito de los Álvarez Quintero. Habría que decirle a Mario Vaquerizo que para caracterizar a un camarero madrileño de verdad tendría que ser mucho más borde..
Madrid tiene una larga tradición de casticismo de élites, cimentado probablemente en los tiempos en los que la ciudad era un cogollo donde los ricos y los pobres, la corte y los desarrapados, vivían necesariamente cerca por razones estrictamente espaciales. En la nómina de leyendas madrileñistas abundan las correrías nocturnas de reyes o de caballeros en las tabernas más sórdidas del viejo Madrid.
Una mezcolanza ocasional de cortes, la de palacio y las de los milagros, que se ha seguido reeditando hasta antes de ayer. Por eso, como casi todo en el vídeo, la caracterización de La Movida como movimiento de niños de papá a la que se ha aludido por la presencia de Vaquerizo (un vividor que trata de sacar rédito de una época que no vivió) es de nuevo una verdad a medias… camino de ser real, sin embargo, en el Madrid de los PAU, los castillos de cristal de las consultoras y las tabernitas de falsas barras de estaño, donde los únicos pobretones que toman cañas junto con los verdaderos hijos de las élites son los que, disfrazados con esos ridículos ropajes que llevan los pijos madrileños, tratan de hacer ver que podrían ser como ellos.