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La reforma de Sol, a debate con sus arquitectos: “Planteamos 14 árboles, pero Patrimonio ni siquiera lo estudió”

La Puerta del Sol, después de la que hasta el momento ha sido su última reforma, el pasado 2023.

Guillermo Hormigo

Madrid —
28 de enero de 2024 23:16 h

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Es el kilómetro 0 de España (al menos popularmente) y también el kilómetro 0 de las polémicas urbanas de Madrid. La última reforma de la Puerta del Sol ha estado rodeada de críticas. Desde la necesidad de acometer nuevos trabajos en ella por parte del Ayuntamiento de José Luis Martínez-Almeida cuando otras zonas de Madrid llevan décadas pendientes de actuaciones básicas hasta la tan comentada falta de arbolado y sombra.

En un caso que no admite objeciones para sus defensores y solo se presta al meme para sus detractores, el acto organizado el pasado lunes por el Club de Debates Urbanos en el Círculo de Bellas Artes sirvió para tender puentes. Quizá no hacia el convencimiento, pero sí hacia la comprensión. Ricardo Sánchez y Jose Ignacio Linazasoro, responsables del proyecto de reordenación de Sol (preparados ya para recibir palos por todos los frentes), expusieron sus principales retos a la hora de reforzar la peatonalización de la plaza, definitiva desde el pasado agosto. “Nuestro objetivo era hacer una plaza más limpia y con esplendor, como el lema de la RAE”, resumió Linazasoro.

Sol: entre la espera y el tránsito

El arquitecto apunta algunas de las cuentas pendientes de Sol hasta la obra de 2023: “Era una plaza sin bancos, en la que la gente se sentaba en fuentes y con una pavimentación caótica”. Después de “varios parches” en forma de actuaciones menores, aunque la última reforma se remonta tan solo a 2009, para este tándem era indispensable “reforzar la fachada curva del arco norte y sus edificios isabelinos”. Sánchez cita entre las prioridades “recuperar el espacio estacional con ocho bancos que dejan abiertas las entradas a las calles y como un espacio constitutivo de la Puerta del Sol, además de reforzar esa fachada norte”.

Se trataría, pues, de consumar la peatonalización emprendida en 1986 de lo que un día fue un cruce de caminos. “Sol es un sitio de paso reconfigurado en plaza con las reformas de 1986 y 2009, en las que se convierte definitivamente en un ágora pública”. Patxi Lamiquiz, arquitecto de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid y especialista en planificación urbana, coincide en que el objetivo principal debía ser la “descongestión del tránsito”, aunque precisa que para ello es igualmente indispensable una mejor señalización y una creación ejes peatonales en el entorno de la plaza. Porque “para llegar de Callao a la Plaza Mayor, al contrario de lo que mucha gente piensa, el camino más corto no pasa por Sol”.

Una zona estacional, sí, pero según Sánchez también “de espera para toda la gente que llega de la periferia”. Linazasoro recalca el interés por crear “un espacio libre de objetos para todo tipo de actividades frente a la cantidad de añadidos anteriores”, aunque precedentes como el de Plaza de España dejan ver los peligros de que dichos espacios despejados acaben siendo constantemente mercantilizados. El urbanista reconoce que el resultado de este último propósito ha acabado siendo “híbrido”, y de sus palabras se traslada un cierto descontento al tener que mantener la estatua ecuestre de Carlos III, ahora sobre una fuente.

De las ideas a la realidad pasando por la administración

Porque de las mentes a los planos, de los planos a los materiales y de los materiales a las estructuras hay siempre un trecho: “A veces la realidad nos lleva por delante”. Así lo expuso Sigfrido Herráez, decano del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid. A través de esta entidad, el Ayuntamiento de Almeida convocó el concurso del que salió elegido el proyecto de Sánchez y Linazasoro. Herráez aprovechó la ocasión para afirmar que “no hay mayor enemigo para un arquitecto que los arquitectos municipales”, al menos cuando se lidia con una administración municipal del tamaño de la madrileña.

Pero ¿en qué se materializa esa realidad avasalladora? Según Sánchez, en todas las variables que conviven en Sol. De la presencia de elementos ornamentales como la estatua o la fuente a los quioscos instalados en plena plaza, ahora reubicados y revestidos con unas polémicas láminas de cristal que casi parecen esconderlos. Por no hablar de los elementos que dependen de Metro o Adif: cuatro bocas de entrada al suburbano, dos ascensores de acceso a él y al Cercanías o vías que circulan a gran profundidad (el propio Cercanías) pero en otros casos casi rozando la superficie (línea 2).

Sánchez expone que precisamente la minúscula cota que permite el paso del Metro en esta línea impidió colocar los árboles ahí donde más sentido tenían, junto a los nuevos bancos al norte de la plaza: “Si poníamos los árboles donde nos dejaba la estructura de transporte, no estarían donde debían estar según lo más acorde al proyecto”. Pese a ello, planteó plantar 14 árboles en distintos puntos de Sol, pero el área de Patrimonio de la Comunidad de Madrid “se negó tajantemente y ni siquiera quisieron estudiarlo”. La instalación de toldos en las fachadas más cercanas a los bancos fue igualmente inviable después de que Patrimonio indicase que podían poner en peligro la estructura de edificios protegidos.

Lo que pudo ser y lo que es

La visión más contraria al proyecto estuvo representado en Eduardo Mangada, referente intelectual del urbanismo madrileño. Fue concejal y consejero del ramo en el Ayuntamiento de Tierno Galván y el Gobierno regional de Joaquín Leguina, respectivamente. Ocupaba no en vano este último cargo cuando se produjo la primera gran peatonalización de Sol. “Es difícil ser crítico sin recurrir a lo que pudo haber sido y no fue, o lo que puede ser aún y no es”, reflexionó. Su primer dardo se dirigió a la no eliminación de la escultura monárquica: “Habéis comentado que es un espacio donde el pueblo marca las reglas del juego. Estoy totalmente de acuerdo: es un espacio republicano, así que sobra el rey”.

Mangada criticó el diseño de los bancos, ya que provocan acumulaciones de agua y son “poco prácticos”, asumió con resignación que no haya sombra ante los argumentos esgrimidos y se mostró especialmente vehemente contra el nuevo diseño de los quioscos: “Distrae, uno no sabe qué se esconde exactamente detrás de las láminas y encima acumulan más calor”. En su opinión, la reforma debería haber despejado las zonas de Sol más cercanas a la conexión con las principales vías (Carretas, Alcalá, Mayor y San Gerónimo) para reforzar el impacto visual de quien después de recorrerlas se encuentra con el enclave.

Las preguntas del público se centraron ya no tanto en la falta de arbolado o de sombra (la opción de los toldos fue citada sin demasiado convencimiento) como en la acumulación de calor en el pavimento. Sol como la plaza dura por excelencia, quemando como su nombre promete. Linazasoro respondió a estas cuestiones comparando el caso madrileño con el de otras ciudades europeas: “Ni en la plaza de San Pedro de Roma, ni en la piazza del Campo de Siena hay árboles. Por supuesto tampoco en la Plaza Roja”, bromeó, para concluir que “una plaza es una plaza y un parque es un parque”.

Al final del encuentro, Ricardo Sánchez aborda incluso por qué se desechó la opción de las jardineras, grandes maceteros donde plantar especímenes. En este caso la idea fue descartada por mediación de la Policía Municipal, temerosa de que se utilizaran para trapichear con drogas. Pero el momento más surrealista de la tarde no es ese. Poco después, Lamiquiz menciona que al menos quienes deseen acudir a una plaza con arbolado tienen cerca la de Santa Ana. La jornada transcurre solo unos días después de que trascendiera la desaparición de más de la mitad de los ejemplares de este enclave por las obras en su aparcamiento privatizado, así que toda la sala responde prácticamente al unísono con un desesperado “noooooo!”.

El debate acabó, por cierto, sin una sola mención al iglú de entrada a Metro y Cercanías, que de momento sobrevive a la reforma con un futuro es incierto. Cuando todos depusieron las armas dialécticas, la ballena todavía seguía allí.

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