El sonido del taladro se mezclaba esta mañana con el del bullicio habitual de la Puerta del Sol. Los operarios contratados por el Ayuntamiento hacían los primeros agujeros en el suelo granítico que cubre la plaza más céntrica de Madrid, en el inicio de lo que será la última reforma en un entorno con un extenso historial de cambios.
El público habitual de la plaza (turistas, madrileños de compras, vendedores, estatuas humanas...) intentaban buscar acomodo en la nueva configuración de la plaza, que se ha quedado sin la mitad de su superficie útil detrás del vallado de obras. Los que más difícil lo tenían eran los disfrazados que buscan la moneda de los transeúntes haciendo gestos, ofreciéndose para posar en fotos o vendiendo globos: el volumen de personas caminando acumulado en algunos tramos más estrechos los hacía invisibles o los había convertido en un estorbo para el paso.
Los trabajos han comenzado en la parte de Sol más cercana al inicio de las calles Mayor y Arenal, donde se situará la estatua de Carlos III que ahora se encuentra en el medio de la explanada. Estará rodeada de una lámina de agua con forma elíptica, en línea con la entrada al Cercanías.
Si todo transcurre según lo previsto, las obras de Sol durarán 12 meses, por lo que podrán estar acabadas dos meses antes de las próximas elecciones municipales. Costarán 10,7 millones de euros y no solo abarcará la Puerta del Sol, sino también todas las calles que en ella confluyen: Preciados, Carmen, Tetuán, Alcalá, carrera de San Jerónimo, Victoria, Espoz y Mina, Carretas, Correo y la calle Mayor hasta el cruce con Esparteros.
La nueva Puerta del Sol será diáfana, con el peatón como protagonista y pocos elementos arquitectónicos, que estarán ordenados para darle personalidad a la plaza sin resultar un obstáculo para los cientos de miles de personas que cada día pasan por este enclave. El proyecto crea un espacio central diáfano e intenta convertir en invisibles los accesos a la estación de Metro y Cercanías, acristalando sus paredes.
La movilidad en la plaza cambiará totalmente: todos los recorridos peatonales serán diáfanos y directos, sin obstáculos físicos ni visuales. El tránsito de coches y motos quedará prohibido y se podrá limitar físicamente con bolardos retráctiles que suban y bajen. Los ciclistas podrán seguir circulando por un carril bici que seguirá uniendo la calle Mayor con la Carrera de San Jerónimo.