Vecinos, arquitectos y el tejido vecinal organizado juntos en una reflexión profunda sobre sobre el barrio. No es un deseo lanzado al viento ni el planteamiento de un proceso institucional. Ha sucedido recientemente en el barrio de Bellas Vistas y los resultados se pueden ver hasta el próximo 24 de mayo en las dos salas de exposiciones de la Junta de Distrito de Tetuán bajo el nombre Pensar, soñar, diseñar Bellas Vistas.
En la muestra, se ofrecen decenas de análisis socioeconómicos sobre el terreno y un buen puñado de propuestas para mejorar el barrio: desde plazas de bolsillo, corredores verdes, reutilización de las malditas torretas que zancadillean la accesibilidad de los vecinos o la celebración de un mercado semanal; hasta las ansiadas reordenaciones del tráfico y la renaturalización de las calles.
Alejandro Tamayo es profesor de Urbanismo en la Escuela de Arquitectura de Madrid y coordina la asignatura Ciudad y urbanismo, de segundo curso, en la que los alumnos por primera vez acceden a “las herramientas para conocer la ciudad e intervenir en ellas desde el punto de vista urbanístico”, según nos explica. En años anteriores, sus pupilos se han enfrentado a otras situaciones reales: el año pasado se metieron en harina con Puente de Vallecas, donde les tocó enfrentarse al toro del escalextric. Este año, los 450 alumnos que cursaban la asignatura bajaron al barro en el barrio de Bellas Vistas.
“Hacen análisis socioeconómicos, morfológicos o funcionales para hacer un diagnóstico y una serie de propuestas de intervención. Luego, buscamos un espacio de exposición. Invitamos a los vecinos y, a final de curso, solemos llevarlo a Matadero, donde hacemos unas jornadas de puertas abiertas. Para ello, contacto siempre antes con asociaciones vecinales”.
El eslabón asociativo ha sido el Espacio Bellas Vistas, el inquietísimo centro vecinal de la calle Almansa. Estuvieron en la inauguración del curso, introdujeron el barrio a los alumnos de la Politécnica y organizaron las citas entre arquitectos en formación y vecinos. Además, gestionaron con la concejala del distrito la cesión de las salas para llevar a cabo la exposición en curso.
“A nosotras una de las cosas que nos interesaba eran las miradas soñadoras y frescas de futuros arquitectos sobre Bellas Vistas, creemos que la selección de trabajos que se está exponiendo en la Junta refleja el potencial del barrio, lo que se puede hacer y no se hace”, explica Raquel Redondo, de Espacio Bellas Vistas.
“Decenas de vecinas se han ofrecido para ser guías de grupos, se han volcado en ayudar a los alumnos, a veces incluso invitándoles a pasar a sus propias casas, como sucedió en el edificio histórico de la Marquesa de la Coquilla –en la calle Tenerife– donde una de ellas les enseñó los patios y les explicó la historia del edificio”, añade Redondo.
Una de estas guías fue Jeisy Tejada, vecina colombiana que regenta la tienda Encanto Latino en la calle Almansa desde 2012. En su opinión, en el barrio faltan parques para los niños y actividades para los más jóvenes, “que andan por las calles”. Se ríe cuando nos cuenta que durante los talleres hacía gracia que dijera que faltan zafacones (papeleras), pero que los vecinos latinos saben perfectamente de qué se trata. “Ojalá lo que hicieron los estudiantes en sus proyectos se pueda plasmar y nosotras tener un Bellas Vistas mejor”, sentencia Jeisy.
Pero los actores principales del proyecto han sido los alumnos y alumnas de segundo curso de arquitectura, que han disfrutado de enfrentarse por primera vez a un reto real. Muchos de ellos no conocían de primera mano las calles de Bellas Vistas antes. Hugo García Alcalá-Zamora, por ejemplo, vive en Vicálvaro-Valderribas y no había oído hablar del barrio. Tuvimos la oportunidad de hablar también con parte de los integrantes de otro de los grupos –estaban formados en su mayoría por cuatro alumnos–, Gonzalo de Manuel, Bárbara Silva y Ana Entrena. En su caso, algunos habían frecuentado el barrio un poco más que Hugo, aunque de forma superficial. “Teníamos un poco prejuicios con el barrio en general”, nos explican.
Estas ideas preconcebidas empezaron a cambiar al contacto con los vecinos y las propias calles de Bellas Vistas. La primera fase de aproximación –de paseo o deriva– les sirvió para conocer el territorio. A Hugo le marcó estudiar en clase a Jane Jacobs y, como la urbanista norteamericana, empezó junto a su grupo a examinar el territorio a través del paseo y la observación. Resultó “de las partes más divertidas, para mí y para todo el equipo”. El caso de Ana y sus compañeros es parecido: “empezamos el proyecto de una forma muy artística, capturando las percepciones del barrio para luego contrastarlas con la realidad. Fuimos de entrevistas a vecinos, a una información más objetiva, de datos o estudiar su evolución histórica desde que era un arrabal hasta que se integró en la ciudad”.
Ese contrastar con la realidad fue un trabajo arduo con los datos. En el grupo de Hugo hicieron un fotomontaje con varios tipos de bajo comerciales que encontraron a lo largo de sus paseos –fruterías, locutorios, peluquerías, etc.– y manufacturaron mapas de calles, en busca de vías clave para la vida del barrio.
“Desde ahí empezamos a hacer los análisis –renta, pirámides de población, etc.–, luego, con el catastro, hicimos un análisis del plano de uso de los bajos, viendo los de todas las parcelas; también un análisis morfotipológico de las manzanas, viendo las características de los edificios; y, por último, un análisis de la movilidad, con los anchos de las aceras, los aparcamientos a nivel de calle, donde choca que en prácticamente en todas las calles hay sitio en ambas aceras, que quedan muy disminuidas.”, detalla el alumno.
Por fin, llegaron las propuestas –son decenas, visiten la exposición–. Algunas fueron más concretas y pegadas a la lógica de la realidad urbanística madrileña; otras, más imaginativas, a modo de llamada de atención. Así, el grupo de Hugo decidió proponer la reforma de las plazas o parques del barrio “como puntos de sutura que íbamos uniendo en calles importantes”. En la Plaza del Poeta Leopoldo de Luis proyectaron juegos con troncos como los que habían visto en Madrid Río, en lugar de los actuales columpios tristes, y con el mismo espíritu propusieron ideas para los jardines de Carlos París, la antigua plaza de las cocheras o el entorno del Colegio Ignacio Zuloaga. Lo mismo hicieron con algunas calles importantes del barrio, eliminando distintas hileras de aparcamiento.
En el grupo de Ana, Bárbara y Gonzalo se fijaron en la falta de instalaciones deportivas. “Vimos que hay un frontón y poco más, y que las calles son tan estrechas que apenas se puede salir a correr”, explican. Eligieron alzar la voz con imaginación. “Hicimos un proyecto menos real, más bien un manifiesto sobre la necesidad de espacios para hacer deporte de los vecinos de Bellas Vistas”. Para ello, quisieron llamar la atención sobre el tema con propuestas arriesgadas como una piscina sobre el acueducto de la calle Pablo Iglesias, rocódromos, pistas de skate y hasta un teleférico que conectaría el barrio con la Dehesa de la Villa.
No cabe duda de que los alumnos y alumnas de la escuela de arquitectura se han llevado, fuera de las aulas de la Ciudad Universitaria, un aprendizaje que los acompañará durante toda su carrera profesional. “Conseguimos que muchos se enganchen con el urbanismo y tengan interés por la ciudad. En nuestra escuela, a veces están acostumbrados a trabajar en situaciones abstractas y aquí ven otras reales. Ven la ciudad con otros ojos”, explica Alejandro Tamayo.
Estaría bien, escuchen rectores de la ciudad, que el trabajo que han hecho los futuros urbanistas junto con el vecindario de Bellas Vistas se hiciera ciudad. Que sus propuestas para mejorar la movilidad, la convivencia o la calidad del aire se llevaran a cabo. Puestos a soñar, ¿por qué no sobrevolar el barrio en un funicular hasta la Dehesa de la Villa?