La necesidad de no anestesiar nuestra mirada hacia el mundo: la guerra de Yemen y su crisis humanitaria
Con la llegada de las fechas navideñas, se incrementan los mensajes destinados a agitar nuestros sentimientos. A veces, es difícil desgranar de entre el bombardeo de señales la sensibilidad de la sensiblería y el márquetin de la información. Precisamente por ello, se hace importante que nuestra mirada sobre el mundo no llegue a anestesiarse en nombre de la hipocresía navideña. Los días fríos de diciembre, cuando sucede la Navidad en nuestra esquina del planeta, son también para mirar de frente hacia las heridas insoslayables del mundo, algunas con nombres y apellidos como la guerra civil en Yemen,
El comienzo de la guerra en Yemen hay que buscarlo seis años atrás: el conflicto estalló en 2014 tras el golpe de Estado contra el presidente Al-Hadi. En realidad, el área ha vivido una larga sucesión de conflictos armados, como la guerra de unificación (de Yemen del Norte y Yemen del Sur en la República de Yemen) de los años noventa, por lo que varias generaciones de yemeníes han crecido en un contexto de guerra civil y crisis humanitaria.
Los últimos, han sido años de catástrofe humanitaria, con miles de asesinatos, desplazamientos de población masivos, desarticulación de la sociedad civil, inseguridad en las calles, etc.
ACNUR, que trabaja sobre el terreno desde la década de los ochenta, ha estado muy presente en el conflicto de Yemen, intentando acceder durante cinco meses a la ciudad sitiada de Taiz, al suroeste del país, por ejemplo. La recaudación de fondos del organismo de Naciones Unidas ha llegado hasta el momento hasta el 22% de los fondos que se han estimado como necesarios para afrontar la labor humanitaria en Yemen. Una labor titánica y meritoria que, sin embargo, está aún lejos de poder paliar el desastre en este país de Oriente Próximo.
La situación de Yemen en relación con la llegada de ayuda humanitaria internacional no ha hecho sino complicarse durante el desarrollo del conflicto. En 2018 tocó de lleno el puerto de Al Hudaydah, uno de los principales puntos de entrada de ayuda humanitaria en el país, dejando a miles de yemeníes en riesgo de inanición.
Las advertencias que la ONU hace sobre la situación en la zona son severas y deberían mover a que la sociedad internacional consiguiera articular una respuesta a la altura de las circunstancias: estamos ante la que podría ser la peor hambruna mundial en el último siglo. Una crisis humanitaria que alcanza al 80% de la población de la República de Yemen, donde más de 7,4 millones de personas necesitan asistencia nutricional, incluidos 2,1 millón de niños y 1,2 millones de mujeres embarazadas o lactantes, que sufren desnutrición moderada o severa.
Estas son fechas –todas lo son, qué duda cabe– para acordarnos del destino de un país pobre que, a pesar de su trágica situación interna, ha dado una lección de solidaridad al mundo acogiendo a más de 136.000 refugiados y solicitantes de asilo actualmente, la mayoría de Somalia y Etiopía. Un país cuyo conflicto interno ha supuesto ya la pérdida de 377.000 vidas (el 60% de las cuales ha muerto por el hambre y las enfermedades asociadas al conflicto), que suma cuatro millones de desplazados (la inmensa mayoría mujeres y niños) y donde el 80% de la población vive actualmente por debajo del umbral de la pobreza.
Aunque tú no lo sepas, seguramente, en tu barrio hay viviendo personas desplazadas por la guerra o el hambre, y el conflicto de Yemen es, junto con otros países inmersos en crisis humanitarias, como Etiopía, una tragedia que apela a toda la humanidad.
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