Un estudio de hace unos años concluyó que hay 8.700 calles españolas con una flor en el nombre, siendo la rosa la más aclimatada a nuestro entorno con 716 calles (claveles y acacias le siguen en popularidad). Según el mismo estudio, la madrileña es la provincia más florida, con 970 vías olorosas.
Los nombres vegetales no son una particularidad de nuestro callejero. La escritora Deirdre Mask cuenta en su magnífico ensayo El callejero. Qué revelan los nombres de las calles sobre identidad, raza, riqueza y poder (Capitán Swing, 2023) cómo, cuando el inglés William Penn fundó la Provincia de Pensilvania, su pequeña utopía cuáquera, encargó el diseño urbano al topógrafo Thomas Holme. Este entregó un trazado en rejilla y planificó llamar a las calles con nombres de personas importantes (como él mismo). Sin embargo, a Penn la idea le pareció indecorosa y numeró las calles de norte a sur (la Primera, la Segunda, etc.). A las perpendiculares las llamó con nombres de “cosas que crecen espontáneamente en este país”. De esta forma, la calle a la que Holme había echado el ojo pasó a denominarse Mulberry Street (de la Morera).
Y por supuesto, las flores. Sin descender en categorías, ya encontramos en nuestra ciudad una ronda (y una calle) de las Flores, de la Flor, de la Flora, del Campo Florido y de las Flores del Campo. Nada que ver, también una de Lola Flores.
Dos de las de más solera –aparecen ya en el plano de Texeira (1656 )– están hermanadas en nuestro callejero: Flor Alta, que une la calle de los Libreros con la de San Bernardo; y Flor Baja, entre la Gran Vía y Libreros. Según la tradición, el nombre de ambas recuerda a los jardines que había en la propiedad de recreo de don García Barrionuevo de Peralta, dueño de aquellas tierras antes de su urbanización. Como curiosidad, señalaremos que entre las vías desaparecidas en la zona con el trazado de la Gran Vía estaba la calle del Rosal, otro vestigio nominal de los jardines de García Barrionuevo. Este es uno de los casos en los que, como en el ejemplo de Filadelfia y en tantos otros lugares del planeta, el nombre de las flores conserva aromas del lugar antes de crecerle adoquines.
Por caminar alguna de las calles de con nombres de flor, lo haremos hoy con la de las Azucenas en Tetuán. Por cierto, en el mismo distrito hay muchas más calles de origen vegetal, algunas de ellas floridas como Margaritas, Magnolia, Miosotis (que es lo mismo que nomeolvides), Azahara, Cantueso o Jaramagos. La mayoría llegaron al callejero cuando se hubo afrontar el problema de los nombres duplicados tras la absorción de Chamartín de la Rosa (al que pertenecía Tetuán) y el resto de pueblos de la periferia a Madrid a mediados del siglo XX. Pondremos un ejemplo: la calle de Miosotis fue la de Isaac Peral hasta 1848, año de dicha anexión.
Calle de las Azucenas, que fue del revolucionario Garibaldi y alojó curas, socialistas y anarquistas
Perpendicular a la calle Bravo Murillo por el oeste, entre Tetuán y Valdeacederas, la calle de las Azucenas no llama excesivamente la atención entre otras de similar disposición. En el primer tramo, se aparecen al paso casas de las últimas décadas adornadas en sus bajos por algunos comercios. Al fondo de la calle se ve la sierra. Qué suerte, en muchas otras calles de la zona el desarrollo urbano les ha robado las vistas, como sucedió con el vecino barrio que por algo se llama de Bellas Vistas.
Cruzamos diversas callecitas, Navas, Salvia –hablando de flores– o Ceuta, donde si miramos a la izquierda vemos uno de los primeros solares que empezarán a salpicar el camino a partir de ahora (el de una de las casas más características del barrio, recientemente derribada) y a mano derecha una de las puertas de entrada a la Plaza de la Remonta, que es la plaza mayor de Tetuán.
Llegando al cruce con la calle Müller aún vemos alguna casa del Tetuán histórico, neomudéjar popular, y nos topamos con la descascarillada Casa del Pueblo del PSOE. Sede del partido en el distrito, es un caserón de principios del siglo XX que fue inaugurado por Pablo Iglesias. En abril de 1977 un grupo de militantes socialistas y otros vecinos de izquierdas, hasta sumar unas 150 personas, lo ocuparon y pintaron con espray Casa del Pueblo y las siglas de la UGT. Como curiosidad, cabe decir que fue el lugar donde se afilió al partido el actual presidente del gobierno (y en 2019 fue vandalizada con pintura roja).
A la altura de los años 30 la calle debía ser un hervidero político porque allí mismo se fundó también en 1934 el Ateneo Libertario de Tetuán. El día de la asamblea inaugural detuvieron a tres militantes, entre los que estaba el conocido anarquista Cipriano Mera, que había vivido en la misma calle.
Y de la asamblea a misa. A continuación –da la sensación de que nos alejamos de la influencia de Bravo Murillo– encontramos la parroquia de Nuestra Señora de las Victorias. El templo actual data de 1929, aunque con anterioridad había ya allí otras instancias eclesiásticas bajo la advocación de la matrona. Los primeros domingos de julio la virgen sale en procesión del edificio, firmado por los arquitectose Miguel Durán y Casto Fernández Shaw, y se canta un himno en su honor.
Tocándose con la calle Fray Junípero hay un parquecito y se adivinan las cuatro torres. Empiezan a aparecerse las típicas calles con pendientes imposibles de Valdeacederas, vemos grúas, más solares y un barrio deshaciéndose para crecer de nuevo. Fereluz , Ana María, Genciana –es flor, no señora–, Miosotis, hasta morir en la calle Andrea Puech, en el ámbito del Paseo de la Dirección.
Cabe destacar que, a la vez que vemos las huestes derrotadas de lo que fue el barrio histórico, con lascas de ladrillo adheridas en medianeras sucias, nos topamos con el Edificio Azucenas, un bloque nuevo de ladrillo cuya decoración recuerda claramente al estilo de los pioneros del barrio y mueve a la reflexión: ¿qué sentido tiene levantar homenajes mientras se derriban los originales?
Con la excusa de las flores hemos paseado por una calle que nos enseña, con el recuerdo de sus iglesias, casas y edificios políticos, que hubo otros nudos de crecimiento de Tetuán además del eje de Bravo Murillo. Pero volveremos a las flores para terminar mencionando a Miriam, una vecina, limpiadora municipal de profesión, que en el cercano barrio de Berruguete, pinta coloridas flores en los rincones y tapas de las alcantarillas desde hace algunos años. ¿Hay mejor manera de terminar un artículo sobre calles y pétalos?