Desmontando la “degradación” de AZCA, el distrito financiero de Madrid que Almeida quiere privatizar

Luis de la Cruz

6 de octubre de 2022 23:21 h

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El pasado 19 de septiembre, Emma López, concejala del PSOE en Madrid, dedicaba al proyecto de privatización y reforma de AZCA impulsado por la iniciativa privada Renazca una durísima intervención en el contexto de la Comisión de Obras del Ayuntamiento. La concejala, en su discurso crítico, daba por bueno un punto de partida que estamos viendo repetirse como un mantra tanto por los defensores de la solución privatizadora como por quienes reniegan de ella: AZCA “está muy degradado”.

Pero, el complejo es un gigante de 20 hectáreas con muchas dimensiones y hoy vamos a tratar de matizar este punto de partida tan rotundo.

Un vistazo al día a día de AZCA

Cualquier mañana, a eso de las nueve, el gran espacio central de AZCA a vista de pájaro dibujaría una serie de itinerarios apresurados de hombres y mujeres enfundados en sus uniformes de oficinistas. Unos detrás de otros, al paso, dirigiéndose a sus respectivos edificios. Entre las líneas constantes de estos trabajadores, se interpondrían tímidamente otros puntos: un puñado de jubilados con ropa deportiva andando rápido y algunos paseantes de perros recurrentes, moviéndose en el lado oeste de la plaza. Un par de horas después, los mismos trabajadores irán tomando por turno los rincones y terrazas para un almuerzo rapidito.

Por la tarde, el gran espacio de suelo público de la zona, la llamada plaza Pablo Ruiz Picasso, será repoblada por otro tipo de ocupantes. Al este, en la entrada por la Castellana, gente con y sin traje se tomará algo. Cervecita o afterwork, al gusto lingüístico de los tiempos; mientras, un par de muchachos saltarán de los muretes de enfrente –parkour– y una pareja estirará desde la mesita el cuello para ver si divisa a su hijo en el parque infantil.

La zona del parque es un hervidero cualquier tarde de buen tiempo. En la cancha de baloncesto hay nivelazo –dicen ahora–, con chavales latinos, chicas, jugones, viejas glorias con rodilleras… es una instalación que se usa mucho, cuyo problema es, en todo caso, que los más pequeños y menos aventajados se ven expulsados a las horas de mayor uso por la intensidad del juego dentro de la verja metálica. Enfrente, alrededor del anfiteatro escalonado, parejitas de chavales pelan la pava y, los días de calor, la gente se arrima al fresquito de la fuente central.

El estudio que se hizo para el Plan Director de AZCA en 2014 cifraba en 100.000 las personas que pasaban por allí en día laborable y 50.000 en fines de semana, cifra que seguramente ha quedado muy vieja después de las remodelaciones parciales de los últimos años, que han ayudado a mejorar el acceso a la manzana y su uso fuera del mundo del trabajo. La última cifra de visitantes, 300.000, la dio el delegado de Desarrollo Urbano en el último pleno.

El gran espacio central de AZCA, enorme meollo de suelo público de la zona empresarial y también centro de la reforma privada propuesta por Renazca, vive sus mejores momentos desde hace décadas. La Junta de Distrito siempre incluye el lugar como escenario de su programación cultural, siendo relativamente frecuente que se celebren conciertos o representaciones en fechas señaladas; también hay de vez en cuando festivales de foodtracks (MadrEAT) o moda, como el Mercado de Diseño, que este mes de septiembre tuvo una exitosa sesión de final de temporada.

AZCA es un complejo conglomerado de suelo con diferentes usos: hay zonas de dominio y uso público (la gran plaza central y zonas destinadas a viales y anillos de circunvalación), otras de dominio privado y uso público y alguna zona privada con servidumbres de paso, todo en una estructura diseñada para que la circulación entre las distintas las parcelas nunca se vea interrumpida.

En 2014 se aprobó el Plan Director de AZCA, una hoja de ruta en cuyo marco se llevarán en los años sucesivos diversas inversiones y en el que ya se recogía la centralidad de la colaboración público-privada –las reformas se harán con inversión de los edificios del entorno y dinero público– para conciliar los intereses de los diversos agentes implicados en AZCA. La reforma de la citada plaza de Pablo Ruiz Picasso se llevó a cabo sobre todo entre los años 2017 y 2018, con  una inversión de 1,6 millones de euros.

La posibilidad de salir a pasear y a disfrutar del espacio público tras los confinamientos de 2019 supusieron, sin duda, el redescubrimiento definitivo de AZCA. Existen otras zonas importantes de uso público además del espacio central que también han mejorado mucho en los últimos tiempos y que tienen un uso notable. Así ocurre con la Plaza de Carlos Trías Bertrán, cuya reforma dio al complejo una entrada diáfana por General Perón y Orense. El lavado de cara se llevó a cabo sobre 12.400 metros cuadrados, con un coste de 1,8 millones de euros pagados en parte con dinero público y en parte con el aportado por las empresas radicadas en el área. La eliminación de jardineras y obstáculos que se llevó a cabo en esta plaza podría ser un ejemplo a seguir en algunas otras partes del complejo situadas más al sur, ya que la plaza resultante es un espacio en el que, cualquier tarde, se puede ver a las familias con patinetes de aquí para allá.

Bien es cierto que las obras del antiguo edificio de Metrovacesa, que está siendo reformado por la Socimi Merlín (principal impulsora de Renazca), generan alguna distorsión ambiental temporal (ruido, el deterioro del adoquinado en sus aledaños y la presencia de vallas de obra que complican el paso y crean aún más puntos ciegos). Desde la compra del solar del desaparecido Windsor por parte de El Corte Inglés, en 2007, se ha ido produciendo allí una progresiva rehabilitación del parque de edificios de oficinas que se ha acelerado en los últimos años – solo entre 2016 y 2017 se añadieron 100 000 m² de oficinas–. La muda de piel de estos gigantes no se hace en dos días y genera inevitables molestias que, sin embargo, hablan de la buena salud del complejo empresarial.

Otro espacio recientemente reformado es la plaza de Gómez Moreno –la de El Corte Inglés en la calle Orense–. Además, en el mismo periodo se renovaron espacios entorno del edificio de Castellana 77 y algunas otras áreas; y aún el año pasado terminaron las obras para la mejora de los túneles de tránsito rodado del complejo, en las que se gastaron 4,5 millones de euros.

Ya mencionamos la presencia de chavales haciendo parkour en AZCA, y es que el espacio cuenta con una tradición consolidada de reapropiación del espacio de uso público por parte de la juventud. Es difícil darse una vuelta por el entorno más cercano a Nuevos Ministerios sin toparse con chicos y chicas jóvenes ensayando coreografías, haciéndose fotos o grabando tik-toks. Ocupa algún lugar en una línea de continuidad clara que nace en los años ochenta, cuando se instala en la zona el epicentro de la cultura hip-hop de Madrid, donde el mismo Pedro Sánchez ensayara sus movimientos de breakdance. Otras culturas urbanas también anidan en AZCA y, así, es frecuente ver skaters en las rampas cercanas a la trasera del centro comercial Moda Shopping (donde en los últimos años ha surgido una zona de terrazas muy frecuentada, por cierto).

Y, mientras se debate sobre AZCA y su futuro para los próximos cuarenta años, su contorno está poniéndose a punto: las aceras del Paseo de la Castellana están siendo renovadas en este momento y la Avenida de General Perón sufre una reforma integral que parece pensada para ser inaugurada junto con el nuevo Bernabeu.

Sí, AZCA tiene problemas que hay que solucionar

Suena todo fantástico, entonces, ¿no es verdad que esta gran manzana necesite una revisión urbanística? Por supuesto que sí, hay puntos negros y problemas estructurales, pero aquí se trata de ofrecer una panorámica más matizada sobre la afirmación “AZCA es una zona degradada”.

Para empezar, el complejo tiene un problema de accesibilidad de origen cuya solución se antoja complicada. Antonio Perpiñá, el arquitecto que ganó el concurso de ideas celebrado en 1954 para la ordenación del área comercial a orillas de la Castellana, abogaba por una urbanización que adaptara la arquitectura al territorio en lugar de al revés (esto se puede ver también en la cercana Ciudad de los Poetas, salida de su cabeza). Las soluciones aportadas para coser la orografía a través de rampas, pasarelas, escaleras y, sobre todo, un inteligente juego de plataformas, originan un espacio sensorialmente interesante que ofrece múltiples opciones y recorridos. Sin embargo, en tiempos de Perpiñá la perspectiva de la accesibilidad no era una prioridad para la profesión. El resultado: entre las calles que rodean el ámbito existe un desnivel de 13 metros, un problema que es ya característica indeleble de AZCA.

Existen también espacios que han quedado fuera, de momento, de las recientes remodelaciones, como el que une el gran cuerpo central del complejo con la parte sur (el entorno de El Corte Inglés, un área donde el estado de conservación del pavimento y las jardineras es malo), o algunas partes de los túneles y niveles inferiores.

Pero el problema más importante, el que todo el mundo tiene en la cabeza, es el que afecta sobre todo a su franja oeste, la que limita con la calle Orense. Es aquí donde están situados los bloques de viviendas (entre los números 6 y 28 de la calle). Un corredor de varios niveles donde está lo que se conoce popularmente como bajos de AZCA y hay localizados numerosos locales de ocio nocturno que congregan a multitud de personas los fines de semana.

En 2014 el Ayuntamiento decidió, tras una serie de mediciones acústicas, añadir dos zonas del distrito de Tetuán a la lista de Zonas de Protección Acústica Especial (ZPAE): la Avenida del Brasil y el espacio protagonista de este artículo. Una limitación que no ha acabado con las molestias derivadas del ocio nocturno para los vecinos, sin embargo. En 2015, además, llegaron las primeras cámaras de seguridad a los bajos y otros espacios miedosos de AZCA.

Hay galerías comerciales y bajos en edificios de vivienda privada que dan a Orense en muy buen estado, otros que necesitan una revisión y algunos, como los subterráneos del entorno de la plaza Carlos Trías Beltrán, que serían un buen escenario para una película postapocalíptica. El repertorio comercial de esta franja también es variado, podemos encontrar una tienda de colchones, una de utensilios de golf, diferentes negocios de hostelería, un sex-shop… pero también discotecas, que son las que están en el ojo del huracán desde que se levantó este distrito financiero. Los restos del naufragio del fin de semana también se pueden apreciar los lunes en forma de vasos de plástico abandonados y orines en la calle interior, la trasera de los edificios en cuyos bajos se localizan los locales de ocio.

La vicealcaldesa Begoña Villacís también se refirió recientemente al hablar de AZCA a los problemas de sinhogarismo. Ciertamente, hay gente que vive en algunos túneles y rincones del contorno, abrigados por cartones y la peculiar arquitectura del complejo. Se trata de puntos localizados que manifiestan, como en otras zonas financieras y espacios centrales de las ciudades occidentales, un problema social cuyas (difíciles) soluciones se antojan más cercanas a la política que a la reforma urbanística.

Después de muchas horas observando AZCA, uno concluye que es un gigante que se ha ido renovando en los últimos años y que, con distintos puntos negros y problemas estructurales, vive quizá sus mejores momentos después de las últimas reformas y el redescubrimiento del espacio por parte de los vecinos: menos encerrada en su propia manzana, con una gran diversidad de usos y perfiles de público. Las zonas más necesitadas de un lavado de cara están en las áreas de dominio privado y, en todo caso, en puntos muy localizados. Sería muy atrevido decir que las soluciones son sencillas, cuando son ya años de acercamientos insatisfactorios pero, ¿no es más atrevido afirmar que la privatización y reforma total de un área mucho más grande que la problemática, que funciona satisfactoriamente como espacio público, acabará con los problemas?