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El crimen de Tetuán de las Victorias, un suceso de posguerra que inspiró la película Amantes

Luis de la Cruz

11 de septiembre de 2021 21:22 h

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La Plaza de la Remonta, en el distrito madrileño de Tetuán, es hoy lo más parecido a una plaza mayor con que cuenta la barriada y, seguramente, la más conocida del distrito. Su castigado pavimento –tiene pendiente un más que necesario lifting– se sitúa sobre los terrenos donde estuvo un viejo cuartel de caballería, como testifican los vecinos de más tiempo en cualquier conversación sobre el terreno. El olor a caballeriza, profundamente impregnado en su memoria, venía de lejos: el cuartel se construyó en los años veinte sobre la antigua Quinta de los Castillejos y allí el ejército criaba caballos sementales para los acuartelamientos provinciales.

El cuartel de caballería de la Remonta participó en el levantamiento de Sanjurjo contra la República de agosto de 1932 y, por ello, fue escenario de distintas conmemoraciones del hecho durante el franquismo. Entonces estaba radicada allí la Policía Armada. Cerró definitivamente en 1982, siendo utilizado en las últimas décadas como picadero y escuela de equitación militar o sede de los Escuadrones de Caballería de la Policía Nacional, además de albergar otros usos en algunas de las partes del complejo, como el de cocheras de la EMT.

 En los años ochenta, el Ayuntamiento adquirió los terrenos y se edificó el actual entorno de la Remonta, la plaza porticada más grande de Madrid. La inauguró Barranco en el 87, aunque la primera piedra la había colocado Tierno Galván tres años antes. Este alcalde también leyó allí el pregón de las fiestas en las que actuó Ramoncín, antes de estar terminadas las obras.

El viejo cuartel de caballería fue uno de los escenarios del crimen conocido como de Tetuán de las Victorias (donde vivían sus protagonistas) o de La Canal (el paraje burgalés donde se perpetró). El suceso, un asesinato ocurrido en 1948 en el que estaban implicados un hombre y las dos mujeres con las que mantenía relaciones, tuvo repercusión en una España en la que estaba a punto de nacer El Caso; luego, revivió en la España, también morbosa, en la que había triunfado la serie La Huella del Crimen.

Pedro Costa, el productor de esta serie, propuso a Vicente Aranda hacer El crimen de la calle de Fuencarral, pero la historia no interesó nada al director catalán. Sin embargo, tuvo un gran éxito con el capítulo El crimen del capitán Sánchez, lo que hizo que el productor le encargara El crimen de los amantes de Tetuán para una segunda temporada que, en principio, iba a contar con más presupuesto pero que fue cancelada inesperadamente.

Cuando la serie se retoma en 1990 sus responsables convencen a RTVE de que el guion tiene suficiente vuelo para convertirse en largometraje. El resto de la historia es conocida: la película encantó a la crítica y a los espectadores, supuso un espaldarazo para sus actores más jóvenes (Jorge Sanz y Maribel Verdú) y le dio el Oso de Plata a la mejor actriz a Victoria Abril.

Aranda supo dibujar sobre el suceso el ambiente de la posguerra española a la vez que la película destilaba conflictos que latían en el país posterior a la Transición. Aunque los dos personajes femeninos reflejan dos estereotipos patriarcales claros, pasados por la España de la Sección Femenina –el ángel del hogar y la femme fatal– el personaje interpretado por Maribel Verdú está dispuesto a romper los roles de la familia tradicional, perdiendo clandestinamente la virginidad o manteniendo económicamente a su novio (Jorge Sanz). Él, por su parte, huye de un destino ligado al ejército, una de las instituciones centrales del Régimen. La película también muestra la imposibilidad de que las clases populares vivieran como se supone debía hacerlo una buena familia burguesa y católica. Muestra una España más real.

El crimen de Tetuán de las Victorias o de La Canal

El joven de 24 años José García San Juan (encarnado en la película de Aranda en el personaje de Jorge Sanz) hacía el servicio militar en el cuartel de la Remonta, donde ejercía de asistente del comandante Álvaro González Fernández-Núñez, que vivía en las inmediaciones del propio cuartel. En su casa había conocido y ennoviado con Dominga del Pino Rodríguez, seis años mayor que él, que trabajaba en la cocina del militar. Ella fue, claro, la inspiración del personaje de Maribel Verdú en Amantes. Terminado el servicio militar, el joven José empieza a vivir en una casa de huéspedes de la zona, donde coincide con Francisca Sánchez Morales La Molinera (a la sazón, la encarnación de Victoria Abril en el cine).

Aunque en la versión cinematográfica –y en el tratamiento del caso en la prensa o en el transcurso del juicio– el personaje masculino es un chico casi sin voluntad bajo el influjo de la mujer experimentada, el relato de los hechos que se pueden leer en la sentencia, publicada por el Diario de Burgos, deja claro que José simultaneó una relación con ambas mujeres, participó desde el principio en el engaño a su novia y la mató fríamente. En Amantes, Trini, la víctima, llega a incitarle a quitarle una vida a la que ya no encuentra sentido.

Según refleja la sentencia, ambas mujeres tuvieron un encontronazo anterior en la calle Valdeacederas (actual Capitán Blanco Argibay) y hubo “algún otro altercado”, haciendo referencia a uno en un bautizo en el que José y Francisca oficiaban de padrinos.

En un momento dado, José le contó a Francisca que Dominga tenía varios miles de pesetas ahorrados, y ambos empezaron entonces a tramar cómo robárselos. La Molinera aportó su experiencia como timadora y José su influencia sobre la muchacha. Usarían el timo del larguero, que consistía en traspasar una propiedad sin el conocimiento de los verdaderos propietarios

El engaño necesitaba de que Dominga creyera que su amado estaba decidido a casarse con ella. Para convencerla de que era así y de que había buscado un modo de ganarse vida, falsificaron el documento de traspaso de un bar en Aranda de Duero, para el que el joven había pagado ya, supuestamente, 5000 pesetas. La pareja viajaría allí y, con los ahorros de la joven cocinera, completaría el traspaso del bar. Metidos en el nuevo plan de vida, fueron juntos a Santa Olalla (el pueblo de Dominga) para presentarse formalmente a su familia. Volvieron luego a Madrid y, estando alojados en casa de la hermana de Dominga, sacaron de la Caja Postal las 19.000 pesetas que tenía la joven.

Tocaba entonces ejecutar el último paso del timo y la pareja emprendió camino al norte, llegando a Burgos. Dejaron las maletas en una consigna de la estación y se alojaron en la pensión La Riojana. Tal y como habían acordado, José hizo entonces un giro postal de 200 pesetas a Francisca para que esta se reuniera con él. En su reencuentro, ambos estuvieron bebiendo de una botella de Anís del Mono, hablando de su plan y buscando valor en la embriaguez.

José volvió luego a la pensión, recogió a Dominga, comió con ella en un restaurante y se la llevó a un paraje solitario conocido como La Canal, a espaldas del Cuartel de Artillería. Tras permanecer un par de horas por allí, resguardados de la lluvia bajo su propia gabardina, José cortó de un tajo el cuello de su prometida con una navaja barbera. Tiró la botella medio vacía de anís que llevaba en un bolsillo por encima de una tapia y se encaminó hacia la estación, donde se reencontró con Francisca. Ambos recogieron los baúles de Dominga y marcharon hacia Valladolid tras quemar las fotografías y la cartilla bancaria de la asesinada.A la mañana siguiente, el cuerpo sin vida de Dominga fue encontrado por un hortelano de la zona, envuelto en la gabardina. Las pesquisas dieron pronto con el paradero de la pareja de prófugos en Valladolid.

El juicio levantó gran expectación y acabó con una doble condena a muerte en la Audiencia Provincial de Burgos, como responsables de un delito de robo con homicidio, con los agravantes de alevosía y premeditación en el caso de él. La condena incluía que, en caso de indulto, los reos deberían cumplir 30 años de reclusión mayor e indemnizar con 75.000 pesetas a los herederos de Dominga. A pesar de que su abogado de oficio no se presentó en el juicio de apelación ante el Supremo, alegando padecer anginas, la pareja de homicidas se benefició del indulto y conoció las cárceles de la época, pero no el temido garrote vil.

Como suele suceder con estos crímenes de película, no reconoceríamos nada de los actores que nos los dieron a conocer en las fotografías de época –siempre parecen más vulgares– pero en la historia del Crimen de Tetuán de las Victorias se ve muy claramente la España de Amantes… y viceversa.