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Leopoldo de Luis y la vida feliz de los vencidos como venganza

Leopoldo de Luis

Luis de la Cruz

21 de noviembre de 2020 10:21 h

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Seguramente, si eres vecino de Tetuán, te suena el nombre de Leopoldo de Luis. Es posible que hayas pasado por la placita destartalada que lleva su nombre en el barrio de Bellas Vistas, te habrás fijado que hay en un monumento en su honor junto a la la entrada de la biblioteca pública Manuel Vázquez Montalbán, o sabrás que hay en el distrito un certamen literario que lleva su nombre. Es posible que, además, sepas que fue vecino del barrio y hayas leído su reconócidísima obra...o puede que no. A ti va dirigido este artículo sobre quien fuera Premio Nacional de Poesía (1979) o Premio Nacional de las Letras (2003), pero que, además, es un buen ejemplo de la vida digna de un perdedor de la guerra en una barriada en la que muchos habían perdido.

Leopoldo provenía de una familia burguesa venida a menos poco antes de la contienda. Su padre, Alejandro Urrutia, era un socialista utópico de aire bohemio. Perdió su trabajo en un banco en Valladolid cuando fue el único en secundar la huelga general de 1917 y pudo, entonces, hacerse cargo de una empresa familiar en Córdoba, razón por la que Leopoldo nació en esta ciudad el 11 de mayo de 1918. Pronto volvieron a Valladolid a hacerse cargo de otro negocio familiar, unos laboratorios cuyo producto estrella eran unos apósitos.

La mejor cualidad de Urrutia no debía ser la de hombre de negocios, y hacia 1933 quebró la empresa, aunque Leopoldo y su hermana Teresa, ajenos a ello, vienen en esa época a estudiar a Madrid, ella en la Residencia de Señoritas y él en la Residencia de Menores, relacionadas con la famosa Residencia de Estudiantes, epicentro del huracán literario del 27.

Leopoldo, una vez acabado el bachillerato, cursará Magisterio y comenzará Filosofía. Desde pronto hará amistad con José Luis Gallego, que después se casará con su hermana Teresa, y con otros jóvenes literatos del ambiente de la Residencia de Estudiantes, como Germán Bleiberg, Rafael Múgica –que más tarde firmará como Gabriel Celaya–, Rafael Manzano o su admirado Miguel Hernández. En aquellos primeros versos todavía firmaba como Leopoldo Urrutia.

En febrero de 1936 funda con su amigo José Luis Gallego y otros jóvenes la revista Pregón literario. Gallego, su cuñado, será  condenado a muerte tras la guerra, acusado de estar involucrado en la reactivación de las Juventudes Socialistas Unificadas. Posteriormente, se le conmutaría la pena capital pero permanecerá encarcelado hasta 1960.

Empezada la guerra, ejerce de maestro y, pronto, se presenta como voluntario al Batallón Pasionaria del Quinto Regimiento, cuya sede estaba en los Salesianos de Estrecho. Es herido en el frente de Usera en noviembre de 1936, trasladado al Hospital de Sangre instalado en el Palace (por fechas, debió coincidir allí con Durruti), y luego a otro hospital de  Alicante, ciudad donde se reencuentra con Miguel Hernández y se dedica a actividades de apoyo cultural. Volverá al frente en Extremadura como oficial para, ya acabando la guerra, pasar por el campo de concentración improvisado en la plaza de toros de Ciudad Real, el penal de Ocaña y otros destinos represivos. Es  juzgado por “auxilio a la rebelión”. 

Durante toda su héjira de batallas y penales llevó consigo una edición de Segunda Antolojía Poética de Juan Ramón Jiménez, que el propio autor le había regalado. En 1937 publicará un libro de romances, métrica tan de moda en la poesía de guerra de la época: Romances de un combatiente.

Quiso el destino que cayera en el campo de trabajadores de San Pablo de Buceite, en el municipio de Jimena de la Frontera. Allí estuvo contruyendo, como otro millar de hombres cautivos, una carretera o el aeródromo de Barría. Mentábamos al destino porque allí conoció a su mujer, María “Mariquita” Gómez Sierra, cuando, recién llegado al pueblo y después de un viaje infrahumano en tren de mercancías, le pidió agua en la explanada frente a la estación. Ella pertenecía a la familia estacionera, que regentaba el bar y la fonda de la estación. Su hermana, Luisa, vivió un flechazo similar con otro maestro, compañero de penas y de viaje de Leopoldo: Isidoro Gutiérrez.  Luego, tuvo que hacer el servicio militar (tres años que eligió pasar en la Legión Extranjera) y en diciembre de 1944 se casaría con ella en el mismo pueblo donde había estado preso.

Dejó ir el apellido paterno en la posguerra, pasó a ser Leopoldo de Luis, porque Urrutia había caído en desgracia para los vencedores, y comenzó a trabajar en una compañía de seguros, quedándose las noches para la escritura pero sin dejar de frecuentar ambientes literarios, como los de las tertulias del Café Gijón. Durante años, los premios literarios completarán los ingresos de su hogar.

Su familia se instaló en el número 42 de la calle de Jerónima Llorente. En el edificio viven la pareja, sus padres y su hermana Teresa, que espera allí las cartas de su marido desde el penal de Burgos. Su hijo Jorge Urrutia, que recuerda una “infancia de hijos de vencidos”, en la que había que llamar Isabelita a una vecina que se llamaba Libertad, rememora como aquellos años  “la alegría fue nuestra venganza.”

Precisamente Jorge Urrutia, en un texto precioso sobre su padre, ha dejado escrito sobre el día a día de Leopoldo:

“Tenía Leopoldo fama de amable en aquellas calles del barrio obrero de Madrid en donde vivía. Frecuentaba un único establecimiento donde compraba el periódico todas las mañanas y fotocopiaba los poemas que luego leería en alguna institución. Al ir perdiendo vista, pedía que le ampliaran el tamaño de la letra y llevaba de viaje folios apaisados en los que nunca cabía un poema entero, ni siquiera un soneto. Cuando los vecinos llegaron a descubrir en los periódicos que era un escritor distinguido con el Premio Nacional de las Letras, comentaban entre sí: quién lo iba a pensar, ese señor tan simpático, siempre tan educado. Él subía en el ascensor hasta el sexto piso y contemplaba por los cristales el lejano paisaje de la sierra madrileña”

En el año 59 la familia se trasladó a vivir a un piso de la calle Rodón (12), que hoy ya no existe porque fue absorbida por la ampliación de la calle Pamplona. La actividad literaria de Leopoldo de Luis transcurre entre la obra propia, una excelsa actividad filológica y de edición a otros compañeros, como Miguel Hernández. En 1962 encontramos la llama de su compromiso en su firma en repulsa a la represión que el Régimen franquista estaba ejerciendo contra la huelga de los trabajadores de la cuenca minera asturiana. A la vez que la firma, un poema es muestra de su poesía social. Precisamente, su tomo Poesía social (1939-1968), antología encargada por Cela, es una obra capital sobre el tema. Cultivó también la biografía, entregando la de su amigo, compañero y casi vecino Vicente Aleixandre.

El año 2002 muere su compañera de vida, María Gómez Sierra. En la habitación de la clínica de la calle de San Bernardo donde murió él siguió escribiendo. Cuaderno de San Bernardo se llamó. El moriría poco después, el veinte de noviembre de 2005. Ayer, preparando estas notas biográficas, no había caído que lo hacía el día del 15 aniversario de su muerte. Me percaté leyendo en el móvil ,en la estación de metro de Estrecho. Y resulta que él lo había versificado.

PARA SABER MÁS:

Dos o tres cosas que sé de él (Jorge Urrutia)

Leopoldo de Luis y Jimena (Ignacio Trillo).

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