Ir despacio, pero sobre seguro, asentando bien el pie en cada nuevo paso. La gente de la Cooperativa La Osa parece tenerlo claro y este es, seguramente, uno de los valores detrás del espectacular estreno del supermercado cooperativo en la Avenida de Asturias (Tetuán). Y de valores, como iremos explicando, van bien pertrechados.
La Osa es un supermercado cooperativo que acaba de abrir en el número 57 de la Avenida de Asturias. El local tiene 400 metros cuadrados de superficie comercial y otras tantas de almacenes, zonas de manipulación, neveras, etc. Casi nada para un supermercado en el que quienes compran y hacen las tareas del local son sus propios socios. Son los dueños de su propio supermercado y compran en él los productos que seleccionan con un horizonte ético.
El proyecto empezó hace ya unos seis años y ha ido creciendo alrededor del concepto de la alimentación sana y sostenible, con la involucración de los propios socios desde el prototipo que fue 2decologico, en la calle de Noviciado. El nuevo supermercado es, en palabras de Gastón (cooperativista de la comisión de comunicación de La Osa, con quien hemos hablado) “un enorme salto”. Más de 1000 socios –700 de ellos comprometidos con ir a trabajar gratis tres horas al mes en el súper– son sus credenciales. A pesar de ello, tienen solo la base: necesitan duplicar el número de socios, pero es previsible, a la luz de otras experiencias similares, que el ritmo de asociación se acelere ahora que las puertas de La Osa tienen dintel y personas dentro trabajando, a la vista del vecindario.
“Verlo ya con los productos colocados ha sido un bombazo para nosotros. Ya operativo, con los lineales, las cajas, los productos, pudiendo hacer la compra…”, cuenta Gastón. La inauguración fue el pasado 9 de diciembre. Atrás quedaron otras etapas, ya andadas: buscar un local con las dimensiones adecuadas –y constatar que era imposible en el centro de la ciudad–, desembarcar en Ventilla, negociar con el IVIMA el alquiler, conseguir la financiación con entidades carácter ético y social, las obras del local…
La Osa es la nueva encarnación de un movimiento internacional de supermercados cooperativos iniciado por antiguos hippys en Park Slope Food Coop (Brooklyn), aunque su referente más directo es La Louve, situado en el corazón de París, a quienes han visitado y de quienes han recibido buenos consejos. Están naciendo, además, otros proyectos similares en diferentes puntos de España e, incluso, en nuestra ciudad (como Supercoop, en Lavapiés).
Los socios de la cooperativa han llegado de muchos lugares de Madrid: seducidos por el espíritu del proyecto a lo largo del tiempo, se han ido involucrando en el mismo. Recientemente, hicieron unas jornadas de puertas abiertas y se apuntaron bastantes vecinos. Es cuestión de tiempo que sean muchos vecinos de la Ventilla y de todo Tetuán participando en La Osa. “Ya colaboramos con La Huerta de Tetuán, por ejemplo”, apunta nuestro interlocutor.
Y cuando los vecinos se acerquen, encontrarán un supermercado decorado con murales y lemas que apuntalan sus ideas motoras, no la promoción del consumo y el beneficio a toda costa. “La decoración la ha hecho Frágil, artista que además es cooperativista desde hace mucho y vecino del barrio”.
La triada de conceptos que mueve la maquinaria de La Osa es buenos productos, buenos precios y buena gente. Que se cumpla el 100% del eslogan en todos y cada uno de los productos es una quimera, explican desde La Osa, pero tratan de que los habitantes de sus secciones se acerquen lo más posible a ellos con una evaluación continua de proveedores y productos. La comisión encargada examina su impacto ambiental, social, su demanda entre los socios…de manera que en las estanterías conviven las manzanas de un productor del valle de Lozoya y la cerveza de una conocida marca. Hay que llenar la cesta de la compra con horizonte ético y eficacia.
Cada socio de La Osa hace una aportación inicial de 100 euros al capital social de la cooperativa –si no eres socio cooperativista no puedes comprar allí– y se compromete a hacer un turno de tareasde tres horas al mes. Junto con los cooperativistas voluntarios, existen unos directores fundadores y un grupo de coordinación de seis personas a sueldo del proyecto, pero las horas cooperativas son el alma de los supermercados cooperativos y lo que los diferencia de otras cooperativas de consumo.
Cada equipo de socios elige en qué momento puede ir y se emplea en todas las tareas que se hacen en cualquier supermercado (reponer, cobrar, limpiar, abrir o cerrar la tienda, etc.). “Aún estamos adaptando los ritmos y las metodologías, esto es un proceso. Cada equipo hace las tareas de una manera distinta y tenemos que llegar a un equilibrio”. Los cooperativistas también trabajan en las comisiones de funcionamiento del proyecto (de comunicación, gobernanza, compras…).
Si la máxima de los buenos productos la garantiza la comisión de evaluación, los turnos y comisiones ayudan a alcanzar las de buenos precios y tienen mucho que ver, también, con la de buena gente. “Porque existe la sensación de estar participando de un movimiento de conciencia de consumo –explica con entusiasmo sincero Gastón–. El enfoque colectivo y social del proyecto es fundamental, así como la conciencia de pertenecer a un equipo. Juntos somos más”.