El colapso del pinar de la Dehesa de la Villa: una catástrofe que podría encerrar una oportunidad

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Aunque se trata de estimaciones aún, según el Ayuntamiento, Filomena ha dañado en torno a un millón de árboles en Madrid, lo que incluiría más del 60% de árboles censados en los parques y bosques urbanos señeros de la capital, como la Casa de Campo, el Retiro o la Dehesa de la Villa.

Los árboles que más han sufrido son aquellos de copas grandes y hoja perenne, lo que afecta de lleno a la Dehesa de la Villa, tal y como han explicado con detenimiento en un vídeo desde ARBA (Asociación para la Recuperación del Bosque Autóctono), asociación integrada por “biólogos, estudiantes, ingenieros de montes y profesionales de cualquier tipo, todos con un interés común por las plantas y una motivación ecologista”.

En el vídeo, un paseo didáctico y preciso de doce minutos por los estragos de la nevada en la Dehesa, Andrés Revilla (ARBA) nos habla de la gran magnitud de los daños ocasionados, pero también da recetas para, volviendo a especies autóctonas como la encina, aprovechar la ocasión de ganar en biodiversidad.

La Dehesa de la Villa es un bosque urbano de más de 60 hectáreas que ocupa una parte de lo que fueron los Altos de Amaniel, cedidos por el rey Alfonso VII de León en 1152 a la villa de Madrid. En siglos pasados, los Altos de Amaniel fueron la principal dehesa carnicera de Madrid (con unas 1000 hectáreas durante la Edad Moderna) y su presencia arbórea era la de un gran encinar, que fue cediendo terreno y perdiendo encinas por la extensión de la ciudad y el aprovechamiento humano de la madera. Hoy en día, aunque hay muchas otras especies, la Dehesa es sobre todo un gran pinar, fruto de las repoblaciones llevadas a cabo desde época de Isabel II, cuando se hizo la primera gran plantación.

El pino más abundante es el piñonero, aunque también hay pino carrasco, que ha aguantado mejor el envite de la nevada. Se encuentran también otras especies, como las propias encinas que otrora fueran las reinas del lugar, fresnos y almendros, más adecuados al ambiente de la Dehesa, según Revilla. En general, plantas de hoja caduca que han podido mantenerse en pie más exitosamente que los pinos y otras plantas de hoja perenne, como los aligustres.

En el vídeo, Revilla rescata de la nieve una pequeña encina que ha aguantado la nevada. “Ha llegado su momento”. La encina, según el experto, además de autóctona se adapta mejor a este tipo de eventos climáticos. “Podemos verlo en el monte de El Pardo, donde hay encinas rotas pero no hay una pérdida total de copas. Los pinos han cumplido su papel, han protegido el suelo de la erosión –muy importante por el tipo de suelo arenoso– pero ha llegado el momento de la encina”.

Distintas asociaciones y plataformas – las coordinadoras de la Dehesa de la Villa, Salvemos la Dehesa de la Villa o la propia ARBA– llevan décadas promoviendo plantaciones populares de encinas en la Dehesa de la Villa, en los últimos años con la participación del Ayuntamiento. Revilla añade a las encinas otras especies que considera adecuadas al parque, como los quejigos o los alcornoques.

Francisco Martínez Bedia, licenciado en Ciencias Ambientales que ha trabajado en el estudio del arbolado de la ciudad de Madrid, coincide en que la tragedia arbórea también alberga lecciones y oportunidades. El pino está aquí y debe continuar pero hay que ir introduciendo encinas y otras especies que acerquen la Dehesa a su vegetación climácica –la óptima y estable del lugar–.

“No es que el pinar piñonero sea una masa forestal no autóctona, hay pinares en la Comunidad de Madrid que se consideran naturales aunque favorecidos por la mano humana, como los que hay en el suroeste (la zona de la carretera de los Pantanos), pero lo que habría en esta zona de no ser por la intervención del hombre sería un encinar. No pasa nada porque el pino esté ahí, pero es buena idea ir recuperándolo progresivamente. Además, los encinares son bosques muy ricos. El pino produce sustancias que evitan el crecimiento de otras especies, con lo cual el sotobosque, el estrato arbustivo y herbáceo de los pinares, no lo es tanto. Esto, a veces, en parques urbanos es deseable, pero dado el carácter más rústico de la Dehesa de la Villa es importante que vaya recuperando su naturalidad.

Martínez Bedia cree que debemos huir de la inmediatez y no supeditar las decisiones sobre el arbolado de Madrid  a su resistencia a las grandes nevadas, “pero sí que hay que hacer un buen estudio de los árboles, tener más personal para revisar su estado, y quizá mirar asuntos más acuciantes, como el aumento de las temperaturas, la disminución de recursos hídricos y otras cuestiones asociadas al cambio climático, a la hora de elegir los árboles de nuestra ciudad”.

En el vídeo del que estamos hablando, el experto de ARBA apunta que lo inmediato es limpiar la zona, y no solo de ramas caídas. “Un pino desmochado lo va a ser siempre, no puede crecer, si ha perdido la copa del todo no queda otra solución que quitarlo”. Y añade que lo ideal es limpiarlo in situ, con trituradora, dejando incorporado al suelo todo el material vegetal que aquí se ha generado. “Es una oportunidad a la biodiversidad y a la fijación de CO2, un árbol joven, en pleno crecimiento, fija mucho CO2”. Martínez Bedia coincide con Revilla y abunda en la idea: habría que dejar ramas para los insectos y árboles muertos cuyo porte garantice su estabilidad para ciertas especies de aves como los picapinos.

El peligro para los árboles de la Dehesa de la Villa no llegará a su fin con el ansiado deshielo, sino más bien al contrario, advierten desde ARBA. “Cuando toda esta nieve se derrita, estaremos hablando de millones de litros de agua penetrando en un suelo donde están viviendo árboles que están totalmente descompensados porque tienen las copas desequilibradas. A un árbol se le puede podar para equilibrar la copa, pero cuando esta está destrozada, la parte que queda no está autoprotegida, está muy expuesta”. Los vientos anunciados para próximas fechas se unen para formar un combo peligroso de cara a que ramas y árboles que hoy presentan fisuras terminen de romperse.

Por lo que parece, tendremos que seguir prestando mucha atención a nuestros árboles. En palabras de Martínez Bedia, “ya que nos hemos tomado un plazo de dos meses para abrir los grandes parques de Madrid –es la fecha tentativa que ha mencionado el alcalde para El Retiro y la Casa de Campo– deberíamos sentarnos con los expertos para ver con calma qué soluciones hay que tomar para cambiar el arbolado de Madrid en el futuro”.