Si usted es vecino del barrio de Cuatro Caminos, es posible que coincidiera comprando el pan con un señor sexagenario poco llamativo –pelo cano, vestía camiseta–. También es probable que no se percatara de que en los últimos días unos hombres le seguían de cerca.
El pasado martes, 3 de agosto, la policía detuvo a Domenico Paviglianiti, uno de los jefes de la mafia calabresa, especializada en el tráfico de drogas y armas (la Ndrangheta). Paviglianiti salía de la casa donde se alojaba en la calle Don Quijote, donde vivía oculto junto con una mujer y su hijo adolescente.
En el momento de la detención, el detenido llevaba documentación portuguesa falsa y 6000 euros en efectivo. Llevaba días siendo vigilado por la policía. Según la nota policial, Paviglianiti se comportaba como un vecino más, tenía relación con sus vecinos y llevaba una vida tranquila
La justicia italiana reclama a Paviglianiti porque debe la condena por el asesinato de Valente Felice Domenico, un preso acribillado a tiros en Bolonia en 1989 cuando regresaba a la prisión después de un permiso penitenciario. El mafioso fue puesto en libertad por un error judicial y escapó de Italia en 2019.
Paviglianiti ya fue detenido en Madrid en los años sesenta junto con otros miembros de la mafia calabresa y entregado a la justicia italiana pero el Tribunal Constitucional anuló la extradición en una polémica decisión. Ahora, tras la petición de la fiscalía de Bolonia, la Unidad Central de Drogas y contra el Crimen Organizado (Udyco) puso en marcha una operación en la que, tras la intervención de sus comunicaciones telefónicas, volvió a dar con el paradero del mafioso. La justicia italiana le involucra en una gran cantidad de crímenes en calidad de inductor.