Los acontecimientos extraordinarios a los que nos hemos enfrentado en el último año han traído a primer plano la importancia de las AMPAs (Asociaciones de Madres y Padres de Alumnos) y AFAs (Asociaciones de Familias de Alumnos) de nuestros centros escolares. La pandemia, con el primer confinamiento y la crisis económica subsiguiente, ha sido una gran incubadora de la desigualdad social, obligando al tejido comunitario y social a llegar donde no había aun rastro de las administraciones públicas; posteriormente, nos cayó encima la mayor nevada que se recuerda en Madrid y, de nuevo, la ciudadanía, pala en mano, dio una lección de autoorganización. Y con ella, notablemente, las AMPAs, demostrando que son enclaves asociativos en relación con el tejido de su territorio. Empoderadas por las duras, siguieron reclamando mejoras para la comunidad cuando llegaron las maduras, demostrando su fuerza a través de la Revuelta Escolar, una serie de movilizaciones mensuales por la movilidad y el espacio público de calidad que ha unido a decenas de AMPAs solo en Madrid.
Muchos lectores participarán en la AMPA del colegio de sus hijos o lo habrán hecho en algún momento y, entonces, el contenido de este artículo les resultará obvio. Sin embargo, mucha gente piensa que las asociaciones de familias de los colegios no son más que un grupo de madres y padres que organizan fiestas para financiar el viaje fin de curso o, a lo sumo, gestionan algunos servicios añadidos a los del colegio para la conciliación familiar. Estos tiempos extraños han dejado claro que no es así.
Tuvimos una reunión virtual con representantes de algunas de las AMPAs de centros educativos públicos de Tetuán. Conversando a través de Jitsi –el mismo programa libre que se ha hecho familiar por ser el elegido para llevar a cabo las clases virtuales en la Comunidad de Madrid– charlamos con Ana (del Colegio Público Ignacio Zuloaga), Teresa y Javier (del Colegio Público Ortega y Gasset), Pilar (Escuela Infantil Los Ángeles) y Jesús, de Tetuán Eres Educación Pública, que nos ayudó a organizar la reunión.
Las AMPAs como interlocutoras con la administración
Recientemente, un miembro del equipo directivo de un centro educativo en el que no hay AMPA nos trasladaba cuánto echaba de menos una comunidad de familias organizada que hiciera valer sus intereses ante las diferentes administraciones, ya fuera la propia Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid o la Junta de Distrito.
Lo cierto es que las AMPAs de los colegios públicos son un colectivo que, en ocasiones, consigue acceder a los grupos políticos y a los regentes municipales. Con cierta frecuencia los grupos políticos de la oposición se reúnen con las asociaciones y los registros de las instituciones conocen bien las sus firmas.
Pongamos un ejemplo. Después de la primera edición de la Revuelta Escolar en Madrid el Ayuntamiento accedió a ampliar las aceras frente al colegio Asunción Rincón (Chamberí), uno de los participantes en la misma. Desde entonces se han reunido con Concejales Presidentes de distrito representantes de las AMPAs de diversos colegios para trasladar al Ayuntamiento reivindicaciones concretas asociadas a la movilización.
En el caso de Tetuán encontramos la larga pelea de las familias del colegio Ortega y Gasset por la mejora de la plaza de Ángel Carbajo, donde se encuentra su acceso. “Carbajo es un desastre: pivotes medio caídos, agujeros en la calzada, tráfico sin cortar a la entrada y salida del colegio.....Estamos en contacto con la Asociación de Vecinos de los edificios de enfrente y hemos elaborado una nota de prensa conjunta para dárosla a los medios”, explica a este medio Teresa.
El día de las pasadas elecciones autonómicas, aprovechando que el alcalde vota en este centro, se plantaron frente a él con unas pancartas y consiguieron que, al menos, los escuchara durante diez minutos. Algo similar hicieron recientemente los padres y madres del colegio Miguel de Unamuno (Arganzuela), que se manifestaron ante Martínez Almeida por el proyecto en marcha de instalar unas cocinas fantasmas pegadas al colegio.
Las AMPAs como espacio de apoyo mutuo
Una de las cosas que sucedió durante la pandemia es que las estructuras sociales que ya estaban funcionando pudieron adaptarse más rápidamente para hacer frente al momento de excepción. Sin duda, vimos ejemplos individuales de solidaridad y agrupaciones más o menos espontáneas, pero allí donde ya existía un grupo de personas coordinadas trabajando juntas y con perspectiva social nacieron nodos vecinales de apoyo mutuo sólidos y duraderos, de los cuales se nutrió el propio Ayuntamiento para llegar hasta los vecinos más necesitados.
En la Escuela Infantil Los Ángeles se hicieron cestas de alimentos, en el Ortega y Gasset donaron tarjetas de alimentación para unas 15 familias del centro durante el confinamiento y en el Ignacio Zuloaga colaboraron con la Red Bellas Vistas, con donaciones de alimentos, trabajo y hasta con la cosecha de su huerto.
El apoyo mutuo no era, por supuesto, una novedad. Cotidianamente las asociaciones establecen becas para las familias en peor situación económica de sus centros (para material escolar, libros o excursiones) y hasta articulan comisiones de apoyo mutuo y despensas solidarias.
Hablamos también con Cristina, de la Comisión de Comunicación del Colegio Público Lope de Vega (Carabanchel), que nos cuenta cómo se creó una red de apoyo mutuo especialmente potente durante la pandemia, poniéndose de acuerdo su AFA, la trabajadora social del centro y el propio equipo directivo en la empresa de ayudar a las familias sin ingresos del centro, para que pudieran hacer frente a las necesidades de cuidados y pago de suministros o alquiler.
Las AMPAs como escuelas de participación democrática radicada en el barrio
El pasado mes de diciembre los beneficiarios de cestas de la despensa solidaria de la Red de Apoyo Mutuo Bellas Vistas recibieron frascos de colonia con dedicatorias de los niños del Ignacio Zuloaga. Ya hablamos antes de la implicación de su AMPA con esta red que, a su vez, se alimenta del vivero de experiencias vecinales que es el Espacio Bellas Vistas. La comunidad escolar no es una isla y muchas AMPAs son experiencias asociativas implicadas con su entorno, desde la organización de fiestas autogestionadas (como es el caso de Malasaña, donde las de los colegios Pi i Maragall o Isabel la Católica han estado muy involucrados) hasta las redes de apoyo mutuo que estamos viendo aquí.
Teresa, del Ortega y Gasset, lo tiene claro, “la AMPA me da la oportunidad de transmitir a mi hija la importancia de la participación”. Se da en el marco del propio colegio, en relación con otros agentes sociales de sus barrios y con otras AMPAs. Tetuán Eres Educación Pública, que nació de la mesa por la educación de los Foros Locales, aúna a docentes, familias usuarias de los colegios y, simplemente, vecinos involucrados con la educación pública. Actualmente, la AMPAs del distrito están trabajando también en dar estabilidad y estructura a un espacio que las aúne.
Las AMPAs como espacios con límites
Según datos de 2018, el 80% de las personas involucradas AMPAs y AFAs son mujeres. Aunque la situación va revirtiéndose poco a poco, según nos cuentan nuestros interlocutores, el sesgo de género sigue siendo evidente. Si alguien imagina una serie que hace comedia del tema la titula Señoras del (h)AMPA. La AMPA somos casi todas las familias de los centros pero las Juntas Directivas y las Comisiones –quienes de forma voluntaria trabajan en el día a día– son mayoritariamente ellas.
Las AMPAs no escapan al resto de sesgos que atraviesan nuestra sociedad. Todas las asociciones de familias con las que hemos hablado para elaborar este artículo (de Tetuán y de otros distritos) ponen de manifiesto las dificultades que encuentran para conseguir involucrar en sus labores diarias a las familias con menores rentas y, asociado a ello, de origen extranjero. “A las familias de origen marroquí llegamos pero, por ejemplo, nos está costando con las de origen filipino”, nos cuentan Teresa y Javier, del Ortega y Gasset. Cuando se piden diagnósticos siempre aparece la misma explicación: hablamos de familias que suficiente tienen con mantenerse en los límites de la subsistencia, sin tiempo para la participación. Cuando preguntamos por las soluciones, también encontramos respuestas similares: llevar la información al tú a tú, ser útiles para estas familias e invitarles a participar, fórmulas que funcionan parcialmente porque todas las AMPAs albergan diversidad en su interior…aunque están lejos de la foto que ofrece la composición social de los centros.
Pero si estos sesgos y límites aparecen dentro de los centros escolares con AMPAs se convierten en diques insalvables para los centros que, normalmente de composición socioeconómica más precaria, no cuentan con una asociación de familias, como es el caso de los colegios públicos Jaime Vera o Pío XII, ambos en Tetuán.
En algunos casos, los propios equipos directivos trabajan para que las familias más dispuestas del centro se animen a montar la asociación, lo que demuestra que son conscientes de lo que el colegio pierde sin una buena representación de padres y madres. “Las familias también deberíamos ser conscientes de lo importante que es llevar a nuestros hijos al colegio más cercano, al que nos corresponde, y no buscar otros colegios fuera del barrio”, añade Pilar, de la Escuela Infantil Los Ángeles, cuya hija estará el año que viene en un cole del distrito sin AMPA y se muestra animada en colaborar a revertir la situación del centro.
Las AMPAs como potenciadoras del cole
En muchos casos, son las asociaciones de familias las que organizan los servicios que sirven para la conciliación familiar (Primeros del cole, Extensión horaria) o complemento educativo (actividades extraescolares). Cuando no hay un AMPA, son el Ayuntamiento y/o el propio colegio quienes han de hacerlo. Aunque las situaciones han sido diversas este año en cuanto a la existencia o no de este tipo de servicios, estos últimos se han quedado invariablemente sin servicios para la conciliación. Frecuentemente, las AMPAs también suplementan déficits dotacionales de sus centros: desde las que, como en el Colegio Público San Cristobal (Chamberí), colocan toldos en los patios durante los meses de más calor, a las que optan a las ayudas al asociacionismo de sus distritos para invertir en la vida escolar. Este año, por ejemplo, desde el Ortega y Gasset han presentado un proyecto de técnicas de estudio para familias, y las familias de la Escuela Infantil Los Ángeles llevaron a cabo un proyecto participativo de reverdecimiento de los patios a través de la Junta de Distrito.
En un país con claros déficits de participación asociativa entre sus ciudadanos, las AMPAs y AFAs suponen una oportunidad para la generación de tejido social pegado al terreno. No exentas de límites y dificultades en su funcionamiento diario, a veces sustentadas sobre los hombros de un grupo reducido, llevan a cabo un ingente trabajo diario que no siempre es bien conocido por su entorno. “A veces es ingrato, te encuentras con padres y madres que pagan los veinte euros anuales de cuota y se dirigen al AMPA como si fueras un funcionario en una ventanilla en lugar de un compañero”, nos cuenta un miembro de una de estas asociaciones. “Pero es también gratificante darte cuenta a través de situaciones tan cotidianas como las que manejamos de que juntos podemos conseguir cosas importantes”.