El Parque del Cuarto Depósito del Canal de Isabel II, en Plaza de Castilla, constituye un espacio curioso y relativamente poco conocido en la ciudad de Madrid. En el margen del depósito elevado de hormigón, y junto a la propia Fundación Canal, los visitantes pueden escapar del bullicio de la Castellana en un parque de 2.000 metros cuadrados, que fue inaugurado en 2004 sobre la cubierta del propio depósito de agua.
Desde hace unos meses, además de salir de la oficina echar un piti, acudir a disfrutar en verano del fresco de sus estanques, o curiosear su estructura de zonas ajardinadas delimitadas por los límites de los propios muros del depósito, se puede ir a conocer a la oca Abelarda.
A Abelarda nos la ha presentado Alberto, un vecino de Tetuán que acude con su hija a menudo a la zona vede. Para él, como para otros asiduos del parque, la oca es ya una presencia ineludible en sus ratos de asueto.
“Una señora mayor me contó que un hombre trajeado de unos treinta años llegó un día con una gran jaula, hacia febrero de 2023, y soltó al animal. Ella vuelve cada día a darle de comer”, explica Alberto.
A bordo de la jaula llegaron la oca y tres amigos patos. Según él mismo le explicó a la testigo, el hombre de la jaula vivía junto con las aves en un chalet de El Escorial, pero su mudanza al interior de Madrid truncó la convivencia. Por ello, explicaba, había pedido permiso al Canal de Isabel II para traerlas al parque.
Es fácil ver a Abelarda junto con los patos del parque por las mañanas, hasta la hora del mediodía. “Luego se llenan de pan y se refugian entre los setos”, cuenta Alberto, que explica que las dos decenas de grandes aves que habitan el parque duermen a cobijo de los parterres.
A veces se deja ver y otras, simplemente, se escucha su graznido, más fuerte que el de los patos con los que convive. Nosotros nos hemos acercado un par de veces a conocerla, con la mala suerte de que la lluvia nos ha impedido escuchar más allá del sonido del agua golpeando contra el suelo.
La fauna del parque, como los humanos, tiene sus costumbres y sus normas de convivencia. Es más fácil encontrarse a Abelarda en los dos estanques que hay en la zona norte del parque, lejos de los perros que se reúnen en el sur. Un parque es una pequeña sociedad, un laboratorio de un mundo sin prisas.
Abelarda no es un ave de paso que migró a la Plaza de Castilla sino una desplazada que se vio en tierra ignota y decidió convertirse en una más entre el paisanaje local. Una vecina cuya historia y nombre corre de boca en boca entre los vecinos, como sucedió con aquel insigne perro Paco que a finales del XIX se hizo famoso en el Madrid de las tertulias. El can ya tiene una estatua fundida en bronce en el barrio de las Letras. Nadie sabe si el recuerdo de Abelarda también pasará a la crónica madrileñista pero lo que es seguro es que la oca ya ha anidado en el corazón de los vecinos y trabajadores del entorno de Plaza de Castilla