Dentro de la Pajarería Selva, la tienda en Bravo Murillo donde no hay pájaros pero sí 'aguiluchos' franquistas

Lourdes Barragán

Madrid —
21 de diciembre de 2024 21:20 h

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Cada dos minutos, algún curioso se detiene frente a la vitrina. Es un miércoles por la tarde y el sol cae en Bravo Murillo, una transitada calle de Madrid. Un hombre acaba de salir del metro de Tetuán y, antes de continuar su rumbo, frena un momento junto al expositor. Ojiplático, hace alguna foto y se marcha. En la captura podrán verse las tazas decoradas con una bandera de España presidida por el águila, utilizada por última vez durante la dictadura franquista.

También algunas placas que muestran a José Antonio Primo de Rivera. En realidad, era el nombre que llevaba la avenida que hoy conocemos como la Gran Vía. Justo arriba hay un cartel que no parece encajar con lo que se ve: “Pajarería Selva. Pájaros exóticos. Reptiles. Peces. Perros. Gatos”. Lo raro es que en el interior de la tienda hay de todo menos animales en abundancia.

Su dueño se llama Andrés, y dice estar acostumbrado a esos ojos que juzgan y a los “prejuicios” de quienes los miran. “Dicen que es la bandera franquista, pero yo solo veo el águila que se utilizaba en la época de los Reyes Católicos. No apoyo a ningún dictador, se llame Fidel Castro o Hitler”, se defiende. El primero fue un líder comunista y el segundo, nacionalsocialista. El escudo expuesto en tiempos de Isabel y Fernando en 1475 llevaba, efectivamente, este distintivo con un águila cuyo cuerpo representaba a la Corona de Castilla y Aragón. Francisco Franco lo reutilizó tras la Guerra Civil, y a día de hoy el primer impulso es relacionarlo con los sublevados.

De hecho, cuenta que su elección de productos le ha valido algunas amenazas. “Un día entraron dos perroflautas y me empezaron a decir de todo, menos bonito. Lo grabé de principio a fin y llamé inmediatamente a la Policía”, rememora Andrés, concretando que el incidente se produjo este mismo año. Explica que empezó abriendo una tienda de animales hace años en esa misma zona de Tetuán, pero el negocio no terminaba de darle dinero. “Mucho menos después de la ley de bienestar animal”, incide, en referencia al nuevo marco normativo que a instancias de Unidas Podemos –cuando aún estaba en coalición con el Gobierno– se aprobó para aumentar los derechos de los animales y reconocerlos como seres sintientes. Eso limitó las condiciones en las que podían venderse o mantenerse.

Al final, Andrés terminó resignificando su negocio y empezó a vender principalmente productos de inspiración ultranacionalista o con lemas políticos que apoyaban a líderes más actuales. Justo en la entrada hay una taza pintada de azul con el logo del PP y la frase “Con Ayuso siempre ganas”, en mención a la actual presidenta de la Comunidad de Madrid. Hace unos meses una propuesta llegó a la Junta de Distrito de Tetuán, en la que se hacía mención directa a la Pajarería Selva. La iniciativa pidió exigir al negocio que retirara cualquier producto con simbología franquista de su expositor, pues se consideró que mantenerlos infringía uno de los artículos de la Ley de Memoria Democrática aprobada la pasada legislatura.

La solicitud no prosperó, aunque Andrés asegura que “tiene ganas de guerra” después de “todos los insultos” que ha recibido. No le importaría que volvieran a arremeter contra su tienda, para así poder defenderse. “A mí nunca me ha llegado nada oficial, ni ningún comunicado exigiendo que eche el cierre. Que lo intenten, a ver si pueden”, sentencia. Con el salto del ministro Félix Bolaños, impulsor de la norma para blindar la memoria histórica, el departamento de Justicia la obligación de velar por el cumplimiento de la ley de 2022 quedó en manos del Ministerio de Política Territorial. Su responsable es Ángel Víctor Torres, expresidente de Canarias.

Fuentes de su ministerio aseguran que no les han llegado reportes sobre este asunto, y que necesitan que los hechos denunciados queden previamente acreditados para poder abrir un expediente sancionador. No obstante, basta con pasearse por el escaparate o el interior de la tienda para comprobarlo. ¿Incumple el artículo 35.5 de la ley de memoria, tal y como decía su propio partido (el PSOE) en un pleno del distrito? “Dependerá de si se incurre en exaltación, personal o colectiva, de la sublevación militar y de la dictadura o sus dirigentes”, responde el órgano ministerial.

Una historia marcada por la controversia

Este verano la Pajarería Selva volvió a los focos en un pleno del distrito. El Grupo Municipal Socialista en Tetuán pidió aplicar la Ley de Memoria Democrática, aprobada definitivamente en 2022 e impulsada por su propio partido, para retirar los “elementos franquistas” del escaparate del local. Señalaron entonces que exponerlos infringía el artículo 35.5 de la reciente norma, que reza así: “Cuando los elementos contrarios a la memoria democrática estén ubicados en edificios de carácter privado o religioso, pero con proyección a un espacio o uso público, las personas o instituciones titulares o propietarias de los mismos deberán retirarlos o eliminarlos”.

La propuesta quedó rechazada gracias a los 13 votos del PP en el distrito, que en Madrid cuenta con mayoría absoluta y dirige tanto el Ayuntamiento como la Comunidad, junto a los dos posicionamientos en contra de Vox. En total, 13 negativas frente a los 11 síes que aunaron el PSOE (5) y Más Madrid (6). Ni la orden legislativa expresa ni la suma de sus votos fueron suficiente para retirar el merchandising franquista de un expositor que da a la vía pública. El portavoz de los de Rita Maestre en Tetuán, Santiago Navas, explica a este periódico que él nunca ha llegado a entrar en el establecimiento, pero que basta con pasear justo enfrente para sorprenderse con el carácter de sus productos.

“Al principio sí vendían solo pájaros o pececitos, pero poco a poco y sin que nos diéramos cuenta el negocio fue cambiando hasta lo que es hoy”. Actualmente quedan algunos animales en venta que también pueden adquirirse en el establecimiento, pero sin duda la fama le viene del producto nostálgico que conmemora al bando sublevado y la dictadura posterior a la Guerra Civil. Que esté junto a la boca de metro de Tetuán, tan transitada por vecinos del barrio, turistas o residentes de otras zonas de la ciudad lo vuelve más preocupante a ojos del representante de Más Madrid. “Han mantenido el nombre, pero no su origen”, reseña Navas, que considera que la ley de memoria es de por sí “algo laxa”, pero sí prohíbe expresamente este tipo de situaciones.

“No hemos llegado a elevarlo al Gobierno central porque nuestro trabajo se centra en lo local, en lo que nace y muere en distrito. Por eso no hemos usado los servicios jurídicos del partido para elevar la cuestión”, expone el vecino y político. Una opinión que coincide con la de la Asociación de Vecinos Cuatro Caminos-Tetuán, que vive con preocupación la existencia de este negocio. “Es un escaparate que te horroriza nada más verlo. Hemos llegado a encontrar camisetas de Desokupa o logos con el 'me gusta la fruta' de [Isabel Díaz] Ayuso”, añade su presidente en una conversación con Somos Madrid.

En la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica son mucho más críticos. Su presidente, Emilio Silva, sabía de qué negocio se trataba con solo oír la palabra “pajarería”. Según tiene entendido, no existen precedentes desde que se aprobó la ley impulsada por Félix Bolaños en los que se hayan retirado artículos de tinte marcadamente franquista en una zona de exposición pública. “Es cierto que la norma lo impide claramente, pero otra cosa es lo que se haga luego”, razona. A su modo de ver, lo habitual es que si alguien denuncia se abra un expediente sancionador que, en la mayoría de los casos, no llega a ningún puerto.

“Si esto pasara con símbolos de apoyo a ETA y no apología del franquismo, no habría ni que esperar a la denuncia. Se personaría allí mismo el juez para proteger a las víctimas”, ironiza Silva, aludiendo a un desequilibro en la balanza judicial según el tipo de terror político que se ejerza. Tal y como lo ve, el Estado debería ser “el ojo vigilante” que persiga estos delitos por iniciativa propia. Se ha hecho de noche en Madrid y a la salida de la Pajarería Selva aún se nota el tránsito de quienes vuelven a casa o bajan al bar a tomar un descanso tras una jornada laboral. De fondo a esta escena, casi parece que suena el inicio de esa canción del trío madrileño, La Paloma, que lleva el mismo nombre que aquella calle: “En una terraza de Bravo Murillo espero a la muerte...”.