Victoria, Memoria y Concordia: nombres para una avenida franquista de Madrid que la derecha quiere resignificar

El pasado 14 de noviembre el pleno de la Junta Municipal de Moncloa-Aravaca aprobó cambiar el nombre de la Avenida de la Memoria, situado en Moncloa, por el de Avenida de la Concordia. Como viene siendo habitual en esta legislatura, la medida se aprobó con el voto a favor del PP y VOX y la negativa de PSOE y Más Madrid.

El debate en el Pleno del distrito de Moncloa-Aravaca comenzó con una curiosa declaración del Concejal-Presidente del distrito, Borja Fanjul (PP): “Nosotros no somos partidarios de estar cambiando el nombre de las calles, esta es una calle que no afecta a ningún vecino, no estamos aquí para recordar a víctimas de uno o de otro bando de la guerra civil. Nosotros queremos pasar página, queremos honrar el espíritu del 78, de la Constitución Española”.

Durante el debate previo a la votación, PSOE y Más Madrid consideraron innecesario el cambio, mientras que el portavoz del PP dijo que “la Avenida de la Memoria nació como una imposición divisoria”, refiriéndose a la “política sectaria y partidista comenzada por el señor Zapatero”. Fanjul, por su parte, apostilló para terminar que “la Ley de Memoria Democrática ha sido redactada por Bildu”.

La avenida se llamó de la Victoria desde su construcción en 1947, cambió su nombre por el de Avenida del Arco de la Victoria entre los años 1999 y 2017 y pasó a denominarse Avenida de la Memoria con el Ayuntamiento de Ahora Madrid. Parece que hasta dentro de poco tiempo, aunque el cambio de denominación deberá pasar el filtro del Pleno de Cibeles antes de hacerse efectivo.

La Plataforma Calles Dignas-Justa Freire y la Plataforma en Defensa del Memorial sacaron inmediatamente un comunicado criticando la decisión. “Concordia es un nombre digno que no puede ser utilizado de forma interesada para sustituir otro de la misma dignidad como es el de memoria. Según la Real Academia de la Lengua, concordia es un concepto que surge de la conformidad, unión o ajuste o convenio entre personas que contienden o litigan. Es decir, un concepto que da sentido a un proceso en el que dos partes se ponen de acuerdo en un relato basado en la verdad y por lo tanto en la recuperación de la memoria de lo sucedido”, decían en el texto.

Lo que las asociaciones argumentan es que en España no se ha producido nunca un proceso encaminado a alcanzar la verdad y la reparación de las víctimas de la dictadura. “En este contexto, la Avenida de la Memoria no es solo un nombre, sino un símbolo del compromiso de la sociedad con la justicia y la dignidad de las víctimas”, concluían su comunicado.

Adicionalmente, las plataformas aportan una razón técnica para oponerse al nombre de la vía: ya existe una calle con el nombre de Concordia en el distrito de Puente de Vallecas, si bien el callejero madrileño ofrece otros ejemplos de nombres coincidentes cuando cambia el tipo de vía (calle, paseo, avenida, etc.).

Sandra Ladra, concejala de Más Madrid, ha calificado la propuesta de Fanjul de “infame” y como “una excusa para impedir la obligada y urgente resignificación del conjunto urbano y arquitectónico del ámbito de la plaza de la Moncloa”.

En opinión de los movimientos memorialistas, lo que la posición de la derecha obvia en este caso es la naturaleza franquista per se del espacio, más allá de su nombre. El cambio, creen, supondría colocar un espacio connotado del franquismo en un plano equidistante con las víctimas del golpe de Estado y la dictadura, negando la conexión entre memoria y reparación, sustituyendo la justicia por el fotogénico concepto de la concordia.

Después de la guerra, la Ciudad Universitaria se convirtió en una suerte de territorio fetiche del primer franquismo por su condición de campo de batalla. La nueva universidad reconstruida debía ser mascarón de proa del régimen y estar revestida de monumentalidad. Pedro Bidagor, arquitecto de la reconstrucción y encargado de diseñar la ciudad de los vencedores, vio frustrado el plan de hacer un gran frente monumental en el barrio de Argüelles, que incluiría la Casa del Partido en el solar del Cuartel de la Montaña y se extendería por el Paseo de Rosales, el Parque del Oeste y la Ciudad Universitaria. La realidad económica del país lo impidió pero, del proyecto, quedó la entrada a Madrid de la plaza de la Moncloa con el Ministerio del Aire de Gutiérrez Soto, que acabó condensando la grandilocuencia del proyecto arquitectónico falangista.

El proyecto inicial del arco a la romana, que servía de acceso a la Vía de la Victoria y a la propia Ciudad Universitaria, fue presentado en 1943 por los arquitectos López Otero y Pascual Bravo. El conjunto debía haber incluido la estatua ecuestre de Franco del escultor José Capuz. Las obras del entorno se retrasaron hasta 1950 y el monumento se inauguró el 18 de julio de 1956. Para entonces, el régimen había rebajado la intensidad de su imposición simbólica sobre los vencidos y el propio Francisco Franco prefirió eludir su presencia pétrea en el monumento. La estatua, sin embargo, se colocó en los Nuevos Ministerios, donde estuvo hasta que en 2005 fue trasladada a un depósito municipal.

En el campo semántico del franquismo, la palabra victoria no era meramente descriptiva, ha de entenderse como la demostración humillante del desfile de la Victoria del 19 de mayo de 1939 y los de los años sucesivos. Entre las inscripciones del arco se lee “a los ejércitos aquí victoriosos» (ARMIS HIC VICTRICIBVS). Cabe recordar que aquel primer desfile de la Victoria estuvieron en Madrid, junto con el ejército de Franco, los de Hitler y Mussolini.

Reconciliación no es un término que apareciera por primera vez con la Transición tampoco, fue empleado desde finales de la década de los cincuenta, tanto por parte de la oposición al régimen (encarnada en la política de reconciliación nacional del PCE) como por el propio franquismo. Lo que el movimiento por la memoria histórica empezó a reivindicar en la primera década del siglo XXI fue romper el tapón del reconocimiento democrático a las víctimas, colocado en nombre de un concepto asimétrico de reconciliación que hizo fortuna durante la transición a la democracia. Paradigmáticamente, el diputado de Vox Manuel Mariscal dijo recientemente en el Congreso de los Diputados que la etapa posterior a la guerra fue “de reconstrucción, de progreso y reconciliación para lograr la unidad nacional”.

El Ayuntamiento de Madrid anunció el año pasado la firma de un convenio con la Universidad Complutense -en cuyos dominios se encuentra el arco del triunfo- para restaurar y ocuparse de su mantenimiento. En el proyecto de Presupuestos del Ayuntamiento para 2025 hay previsto un gasto de 75.000 euros para “obras de reparación y mejoras” del Arco de la Victoria, un dinero que no parece suficiente para dar un uso cultural a la sala abovedada que alberga el complejo y a su mirador, que parecen ser las intenciones del Ayuntamiento.

El Arco de la Victoria lleva muchos años siendo una patata caliente para la Universidad Complutense de Madrid por sus connotaciones franquistas. Un problema que trasciende su carácter local. El pasado mes de mayo la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) registró un escrito dirigido al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, pidiendo el desmontaje del arco. El Ayuntamiento de Madrid se apresuró entonces a recordar que el desmontaje no es un escenario posible porque el monumento está catalogado como Bien de Interés Cultural (BIC).

Una vez más, y coincidiendo con que el Ayuntamiento ha asumido parte de su tutela, el que algunos nombran como el último arco del triunfo fascista de Europa se ha convertido en un campo de batalla político, esta vez a través del nombre de la avenida que lo contiene. En el próximo capítulo, el debate pasará a las ligas mayores de la ciudad, el Plano de Cibeles.