La vida surcada por el anarquismo de Melchor Rodríguez, nueva Medalla de Honor de Madrid
El alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, anunciaba este jueves en Twitter que el Ayuntamiento concederá a título póstumo “la Medalla de Honor de Madrid al alcalde, Melchor Rodríguez García por la labor humanitaria que llevó a cabo”. La propuesta, en realidad, deberá pasar aún por las fases de expediente, comisión y pleno. Cuando termine el proceso, acompañará en el honor a la periodista Ana Rosa Quintana y la cantante Alaska, las otras dos personalidades cuyas medallas has sido anunciadas hoy por el alcalde en la rueda de prensa de la Junta de Gobierno.
Ni en el tuit ni en la escueta nota de prensa del Ayuntamiento se señala la filiación anarquista del que fuera concejal de la casa y, brevemente, alcalde tras el golpe de Casado al final de la guerra. Sí se hace referencia a “el Ángel Rojo”, sobrenombre que se popularizó durante la contienda por su labor contra la violencia en la retaguardia como delegado general de Prisiones en Madrid.
Procedente de una humildísima familia trabajadora del sevillano barrio de Triana, llega a Madrid en 1920, dejando atrás una incipiente trayectoria como sindicalista en Andalucía. Por esta época deja también su vertiente como novillero, en parte por las cogidas, en parte por sus ideas, según su biógrafo Alfonso Domingo.
Miembro de CNT y FAI, en la capital desarrollará su vida militante en el grupo de afinidad anarquista Los Libertos. Durante la dictadura de Primo de Rivera, estando la CNT en la clandestinidad, sus miembros desarrollaron parte de su actividad política dentro de las Casas del Pueblo de la UGT (él era chapista) y en el Ateneo de Divulgación Social, que él mismo dirigiría en 1931. Como todos los de su condición, Rodríguez entra y sale constantemente de prisión, y dedica su vida a la actividad sindical, la propaganda política y la defensa de los presos sociales. Ya con la República, Melchor y los suyos tuvieron un papel más visible, participando de sucesivas huelgas, escribiendo en prensa –es detenido en alguna ocasión por ello– y de los mítines más importantes de su organización.
En lo que hoy es el barrio de Tetuán –en cuya plaza había toreado cuando aún era novillero– presenta en el Cine Europa a María La Libertaria ante una multitud entregada. Superviviente de la tristemente famosa matanza en la choza de Casas Viejas, la joven se convertirá en un mito del anarquismo. Melchor, había ido a recogerla a la cárcel de Cádiz donde estaba presa como responsable del Comité nacional pro-presos
A Melchor Rodríguez el golpe de Estado franquista le sorprende en prisión, detenido junto con la plana mayor del cenentismo madrileño por la huelga de la construcción, y se une de inmediato a la lucha contra el fascismo y por la revolución social. Ha pasado a la historia por salvar a sus enemigos, frenando las sacas de presos. Fue puesto al frente de las prisiones republicanas por el Ministro de Justicia anarquista Juan García Oliver, cargo que ejercerá entre noviembre de 1936 y marzo de 1937. En la labor humanitaria colaboraron, por cierto, algunos de sus compañeros. Celedonio Pérez, también de Los Libertos, dirigió la prisión de San Antón, por ejemplo; con otros correligionarios incautó el palacio Marqués de Viana, en la calle Duque de Rivas, que sirvió de refugio a muchas personas del bando golpista. Tras su labor en las prisiones, desempeñó el cargo de concejal de cementerios en representación de la FAI.
La figura de Melchor Rodríguez no ha congregado siempre tanta unanimidad como ahora parece tener. En el seno de la FAI tuvo sus más y sus menos con otros faistas por negociar con el lerrouxismo la liberación de compañeros anarquistas, lo que lleva a su expulsión en 1935. En realidad, el episodio es reflejo de un momento de ruptura de la FAI madrileña con la unidad de acción estratégica con la UGT como telón de fondo. Una crisis que será reconducida rápido, en todo caso. Otro asunto que le ha puesto en el punto de mira de algunos compañeros de bando es ser el alcalde a quien tocó entregar la ciudad, por orden del coronel Casado y Julián Besteiro. Pero seguramente la acusación que más se ha oído sobre Melchor Rodríguez es la de quintacolumnista, ocasionada por el hecho de que varios de sus más íntimos colaboradores (su secretario o su chófer), efectivamente resultaron serlo.
Al finalizar la guerra, Melchor Rodríguez fue condenado en Consejo de Guerra a 20 años y un día de prisión, de los que cumplió cinco años. Algunos miembros del bando enemigo a los que había salvado la vida, como el general Agustín Muñoz Grandes, testificaron en su favor, lo que no evitó la condena.
Tentado por el Régimen al salir de prisión, pasó de largo sobre los cantos de sirena, sobrevivió vendiendo seguros y continuó militando en su CNT, por lo que volvió a entrar en prisión en los años cincuenta. Murió el 14 de febrero de 1972, con el respeto de sus enemigos pero la bandera confederal sobre el féretro. En los últimos años, las suspicacias de los compañeros de ideas han pasado a un segundo plano y su figura ha sido muy reivindicada. Alfonso Domingo publicó una biografía titulada Melchor Rodríguez, anarquista con ángel y posteriormente dirigió un documental sobre su figura. La música de la película está compuesta por Rubén Buren, que además de músico y dramaturgo es bisnieto de Rodríguez, al que ha dedicado una obra (La entrega de Madrid) y una novela escrita junto con el ex político del PSOE Joaquín Leguina.
Rodríguez fue alcalde de Madrid por casualidad y se ganó el apelativo de Angel Rojo justamente, pero el rasgo más importante de la biografía de este sindicalista de talante humanista, el que vertebró su vida, fue ser anarquista, aunque suelan esquivarlo las notas oficiales.
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