Ahí está viendo pasar el tráfico: ¿debe Madrid proteger de los coches la Puerta de Alcalá como hacen otras capitales?

1992 fue un año de cambios en España: los Juegos Olímpicos de Barcelona, la Expo Universal de Sevilla o la revuelta obrera que dio pie a la quema de la Asamblea Regional de Murcia en Cartagena fueron acontecimientos que, de una u otra manera, marcaron el devenir histórico del país. El 15 de julio de aquel año ocurrió algo más modesto, pero no por ello intrascendente, en una de esas ciudades donde casi nunca pasa nada, Segovia: el tráfico rodado bajo los arcos del Acueducto quedaba cortado para siempre.

El Mesón de Cándido, uno de los establecimientos más beneficiados por esta medida, afirma que “la decisión respondía al deterioro del monumento romano, en el que tenía mucho que ver la contaminación generada por el humo de los coches”. Y añade en su web: “Los beneficios de la peatonalización del entorno llegaron de inmediato, pero hasta que los descubrieron, muchos vecinos sintieron que la ciudad se partía en dos, y que ya nada sería igual a partir de entonces. La ciudad tardó en asumir los cambios, y los lógicos desórdenes circulatorios del principio dieron paso a una ciudad más limpia y silenciosa”.

30 años después, Madrid sigue sin albergar unos Juegos Olímpicos y sin suficientes ambientes sostenibles que garanticen el futuro de parte de su patrimonio urbano. Lo cual no significa que el debate decaiga. El inicio del estudio previo para la gran restauración de la Puerta de Alcalá en 2023, motivada en gran parte por los efectos del tráfico –además de los posibles daños derivados de Filomena–, vuelve a poner sobre la mesa la discusión sobre un espacio público menos atado al coche y más amable para el peatón.

No en vano, además de la reducción del tráfico, acercar la Puerta de Alcalá al público es otra reivindicación histórica. Respecto a la primera medida, no parece que vaya a producirse en el corto plazo. De hecho, la propia lona que la cubre actualmente durante el estudio preliminar muestra una estampa en la que está rodeada de vehículos.

En cuanto al acercamiento a los viandantes, el Ayuntamiento que dirige José Luis Martínez-Almeida sí ha anunciado planes para ello. Alberto Tellería, vocal técnico de la asociación Madrid Ciudadanía y Patrimonio, recuerda que ya han sido muchos los proyectos en los que se preveía un acceso claro para la ciudadanía que no se ha materializado. “La Puerta de Alcalá no es una escultura, es una arquitectura, y las arquitecturas se habitan, se circulan”, dice.

Tellería denuncia la hostilidad que el peatón sufre en esta zona: “Cuando el tráfico era pequeño la gente todavía cruzaba por ella, pero cuando creció, se volvió imposible. Ahora hay una conexión a través de un paso de peatones, pero el Ayuntamiento se ha dedicado a poner cadenas en vez de remodelar el diseño de la jardinería para permitir el acceso a la puerta y atravesar los arcos”.

La apertura al fin anunciada por Almeida va en la línea de lo que sucede con los iconos, parcial o totalmente transitables, de otras ciudades europeas. Sin embargo, no aunarla con actuaciones de protección preventiva del patrimonio puede tener graves consecuencias, según Tellería: “El problema no es solo de la Puerta, es de toda la calle Alcalá, convertida casi en una autopista. La acera, que tenía doble hilada de árboles, ahora es raquítica. El Ayuntamiento debería plantear su ampliación considerando que el Retiro es un parque histórico que debería tener una protección patrimonial a su alrededor. Todo esto reduciría además el tráfico”.

En su opinión, es necesario seguir el modelo aplicado en su momento en Gran Vía para reducir el tráfico de vehículos en el Paseo del Prado, la Castellana y la propia calle de Alcalá. Así, se circularía “rodeando la ciudad en lugar de entrando en ella”.

El problema no es solo de la Puerta, es de toda la calle Alcalá, convertida casi en una autopista

Además de reducir el tráfico y hacerla transitable, Tellería espera que se recuperen elementos escultóricos desaparecidos de la Puerta de Alcalá. Y plantea un último punto muy de actualidad: recuperar la enorme plaza que la rodea, construida en el siglo XIX y tomada hoy por las terrazas. “Hay que tener en cuenta que estas terrazas están dentro del Paisaje de la Luz, declarado Patrimonio de la Humanidad. Los edificios de la plaza gozan por ello de protección especial, es bastante absurdo que estén rodeados de terrazas que nos impiden verlos”.

La Puerta de Brandeburgo como gran contraste

Si en lugar de Segovia nos trasladamos algo más lejos, a Berlín, existe otro caso con el que Madrid podría compararse: la Puerta de Brandeburgo. La única puerta de entrada todavía en pie de entre las 18 que la capital alemana llegó a tener fue construida entre 1788 y 1791. El enclave sintetiza gran parte de la historia alemana. En 1806 el ejército francés a las órdenes de Napoleón invade Prusia y se lleva la Cuadriga que encabeza el monumento a París. Ocho años después, el mariscal Von Blücher la recupera y transforma la Diosa de la Paz en la Diosa Victoria. Para ello, le añade una cruz de hierro y un águila prusiana. Testigo y escenario del auge y la derrota del nazismo, acabaría por convertirse en símbolo de la reunificación alemana después de la caída del Muro.

Su caso es muy similar al de la Puerta de Alcalá, al menos en lo que a ubicación se refiere: el crecimiento urbano hizo que una puerta de entrada pasase a estar en pleno centro. Luego empiezan las diferencias. Las autoridades estatales germanas, conocedoras del valor histórico de semejante obra, tomaron una drástica decisión en 2002. En octubre de aquel año, el Senado de Berlín aprueba cerrar la Puerta de Brandeburgo al tráfico, incluidos taxis, autobuses y transporte público en general. Eso sí, les costó diez años más que a los dirigentes municipales de Segovia, quienes demostraron una visión superior a la alemana.

La medida coincidió con la renovación del lugar impulsada por la Fundación para la Protección de los Monumentos de Berlín, que se demostró mucho más eficiente al combinarse con esta actuación para reducir el deterioro asociado a la contaminación.

Términos medios: los emblemas de París y Roma

Al igual que en Madrid, algunos responsables políticos y movimientos sociales en otras grandes urbes como París y Roma llevan años intentando construir entornos más amables para la ciudadanía, los visitantes y la propia integridad de sus grandes referentes arquitectónicos. Menos ambiciosas que las actuaciones en Segovia o Berlín, han logrado, eso sí, avances considerables.

En el caso de París, la reforma de los Campos Elíseos y el entorno de la Torre Eiffel forma parte de un proyecto para ampliar las zonas verdes y reducir el tráfico en la capital francesa planteado en dos fases: la primera, de la que se conocen más datos, va hasta los Juegos Olímpicos de París 2024. La segunda se alargará hasta 2030.

La meta es que en 2024 el entorno de la Torre Eiffel esté rodeado por un jardín peatonal, uniendo dos nuevas plazas públicas y un parque restaurado que creará un corredor verde unificado de una milla de longitud en toda la ciudad, cuentan en la web de CityLab. Respecto a los Campo Elíseos, la intención es reducir el tránsito de los coches (aunque se mantendrán siete u ocho carriles de los doce actuales en el entorno del Arco del Triunfo), crear más espacios verdes y embellecer la avenida reparando el mobiliario urbano, según el portal del Ayuntamiento parisino.

Mientras, en Roma están a punto de cumplirse nueve años del cierre al tráfico de vehículos privados en un tramo de la avenida de los Foros Imperiales, delante del Coliseo. El Ayuntamiento de la ciudad italiana pretendía así revalorizar este espacio al lado de uno de los monumentos más famosos y visitados del mundo. El consistorio que en 2013 dirigía Ignazio Marino reorganizó el tráfico y los sentidos de marcha de las calles colindantes.

La avenida de los Foros Imperiales es una de las principales arterias de circulación en el centro de Roma, como la calle Alcalá en Madrid, pero la transformación del entorno pudo llevarse a cabo pese a las dificultades y quejas iniciales. Todo cambio cuesta, inquieta y hasta molesta, pero es el precio a pagar para que el patrimonio siga viendo pasar el tiempo.