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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Vecinos de Madrid protestan contra la cesión de La Ingobernable para un museo judío privado: “Volvemos a los dedazos”

Unas 300 personas se han concentrado este viernes en la Calle del Gobernador, 39, en el centro de Madrid, para reclamar “menos museos y más centros sociales”. Los vecinos se han reunido para protestar un día después de que el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, anunciara que el edificio que albergó el centro social La Ingobernable hasta noviembre pasará a manos de una fundación privada de forma “inmediata” para abrir un museo. “Volvemos a los dedazos y amiguismos de las peores épocas”, ha criticado uno de los organizadores.

La construcción de ladrillo visto frente a la que se han concentrado decenas de manifestantes funcionó hasta noviembre, un centro social que el Ayuntamiento cogobernado por PP y Ciudadanos desalojó a finales de 2019, como había prometido que haría durante la campaña electoral. Aunque Almeida había afirmado que allí construiría una biblioteca y un centro de salud, el Consistorio prevé ceder el inmueble por 50 años a la Fundación Hispano-judía, cuyo vicepresidente es el exalcalde Alberto Ruiz-Gallardón, para abrir un museo privado.

“Es una vergüenza”, ha criticado Esther, una vecina de 42 años que asegura que participaba en las actividades del centro social autogestionado al menos dos veces a la semana cuando estaba en funcionamiento. “En un barrio en el que nos habíamos quedado sin tejido, esto era un espacio con un montón de actividades gratuitas sin necesidad de consumir”, lamenta. Cada semana, miles de personas acudían a esas actividades, según los organizadores.

“No tenemos nada contra un museo, pero lo último que necesita el barrio es más gentrificación”, ha apuntado Irene Rubiera, portavoz de La Ingobernable. En un comunicado difundido por los convocantes, los organizadores critican, además, que el nuevo proyecto “tiene poco que ver con la conservación de la cultura judía”. “La Fundación Hispano-Judía es de reciente creación, carece de trayectoria cultural, y su único interés parece ser la gestión de grandes proyectos urbanísticos”, ha afirmado la portavoz.

Gallardón ya había anunciado en 2017 que la entidad que presidía abriría un gran museo en Madrid en 2020. La fundación, que fue creada especialmente para crear ese museo, no ha presentado aún memoria arquitectónica ni museística, según confirmaron fuentes municipales a eldiario.es. Por ahora, no se descarta derribar el edificio, catalogado con el nivel tres de grado ambiental, que es el más bajo y protege solo valores de la fachada como parte del ambiente de la ciudad.

No es la primera polémica que se enciende alrededor de esta construcción: la exalcaldesa Ana Botella cedió el espacio a la Fundación Ambasz por 75 años a un euro, aunque la operación finalmente fracasó. “Son las mismas dinámicas: ceder un edificio público a un organismo privado”, critica Rubiera. El siguiente equipo de Gobierno, de Manuela Carmena, tuvo que indemnizar a la Fundación Ambasz con 1,4 millones de euros para extinguir el acuerdo. Fue después de eso que empezó a andar La Ingobernable.

Matías, un estudiante de 17 años, ha asegurado que era un espacio “abierto y libre” de participación. “Cualquiera era bienvenido”, ha explicado. En La Ingobernable, este estudiante empezó a participar en las asambleas de Fridays for future, el movimiento que inició la activista sueca Greta Thunberg. Pero ahora no cuentan con un espacio permanente para hacerlo. Lo mismo ha pasado con otras actividades, según explica un portavoz: “Actividades como salsa, tango o boxeo se han desplazado, pero otras, como la creación de un espacio del barrio, no se pueden desplazar”.

Con el nuevo uso del edificio, solo un espacio estará destinado para el uso de los vecinos, según aseguró el alcalde este jueves en la rueda de prensa tras la Junta de Gobierno. Es algo de lo que también se queja María Raquel, de 76 años, que no acudía a La Ingobernable, pero protesta igualmente por la noticia de la cesión a la Fundación Hispano-judía. “Cuando falta atención primaria en el barrio no se puede andar con florituras”, señala.

La mujer, que acude al centro de salud del barrio, en la calle Alameda, explica que el ambulatorio es “un sótano”. Según describe, en los despachos de los médicos no hay ventanas y hay que bajar dos tramos de escalera para ir a las consultas. “Le he regalado un lilun a mi doctora y la planta ha muerto a las 24 horas. Imagínese lo ventilado que está eso”, ha detallado. Otra vecina que la oía, Aurora, de 67 años, se ha sumado a la crítica: “No tenemos nada en este barrio: ni biblioteca pública ni asientos para ancianos”. 

“Ya que no es un centro social ocupado, debería de ser un centro social para la ciudadanía”, ha propuesto Luis, un vecino de 49 años que acudía a clases de yoga en el edificio. Reclama, como otros manifestantes, un espacio para “crear vecindad”: “Cada vez hay menos [espacios de encuentro] en las ciudades, en general, y en el Centro, en particular”. A su alrededor, los vecinos se han hecho eco del reclamo: “¡Diez, cien, mil centros sociales!”