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El veto al ruido en el Bernabéu no llega para los vecinos de la Caja Mágica, en el sur de Madrid: “Estamos hartos”

Pol Trilles

Madrid —

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El recinto de la Caja Mágica se encuentra situado en el parque lineal del Manzanares, en el barrio de San Fermín, en la zona sur de Madrid. Las instalaciones cuentan con tres grandes recintos que son el escenario de espectáculos deportivos, musicales y culturales. Los últimos días el barrio ha sido noticia por los conciertos celebrados el pasado fin de semana en la Caja, que llevaron al límite a los vecinos que llevan años alzando la voz por el ruido, la suciedad y el colapso que se genera en los barrios próximos.

Antonio Abueitah, portavoz de la Asociación Vecinal de Butarque nos explica que “lo de este sábado ha sido brutal, nos temblaban las casas” y recuerda que el ruido, aunque siempre ha estado presente, es cada vez mayor. “Se van inventando festivales y festivales, y no hay límite de horario. Aquí, los eventos pueden durar hasta más allá de las dos de la madrugada, mientras que en otros lugares como el Wizink, Wanda o Bernabéu, los eventos terminan antes de las 23:30 o las 00:00”, denuncia Abueitah, resaltando la discriminación hacia las zonas del sur.

El hecho es que el Real Madrid decidió finalmente suspender de manera temporal todos los conciertos en el Santiago Bernabéu tras las quejas de los vecinos por el ruido generado en los macro eventos del último año. Además, el alcalde de la ciudad, José Luis Martínez Almeida, ha aprovechado para destacar su papel como defensor del descanso y el bienestar de la gente de la zona. Es por eso que los vecinos cercanos a la Caja Mágica se sienten agraviados por el trato diferencial entre los barrios del centro y norte de la ciudad y los del sur, que tras años de protestas vecinales siguen esperando soluciones.

“Estamos hartos, no somos ciudadanos de segunda”, afirma Marina, vecina de San Fermín. “Parece que las afecciones a los vecinos del sur no importan. Nos tenemos que resignar y aguantar porque estamos en el sur y tenemos menos dinero que los del norte”. Además, aprovecha para recordar que tienen en pie de guerra a los vecinos de San Fermín, como el centro de tratamiento de lodos o el crematorio que se pretende ubicar también en su zona. “¿Somos de otra categoría?”, se pregunta.

Juan y Justo viven a escasos 200 metros de la Caja Mágica y se han visto obligados a poner puertas en su jardín privado porque algunos asistentes a los conciertos entran a su propiedad a orinar en las noches de concierto. Denuncian que aunque tienen ventanas con doble cristal se oye música de manera intensa y creen que el problema más grave es la suciedad: “El barrio entero se convierte en un meadero”. El colapso viario en la zona también es constante, tanto que Justo nos cuenta cómo en ocasiones no puede ir a ver a su nieto porque no puede sacar el coche de su calle.

El ruido no se limita a las zonas colindantes con la Caja, de hecho, las redes sociales se llenaron el pasado sábado de quejas e indignación de los vecinos de barrios más lejanos como Carabanchel. Silvia Gambarte asegura que aunque vive a casi 4 km del recinto el sábado oía la música como si viniera de la casa de al lado. “Creo que los vecinos de los barrios del sur tenemos el mismo derecho que los de la zona del Bernabéu a no sufrir ruidos”. También aprovecha para recordar que cerca de la Caja Mágica está el Hospital 12 de Octubre e insta al ayuntamiento a tomarse en serio los problemas de los barrios obreros.

Un problema que viene de lejos

La portavoz de la Asociación Vecinal de San Fermín, Mayte Pocero, recuerda que los vecinos llevan sufriendo las molestias desde la construcción de lo que llaman “la Caja Trágica”. Pocero afirma que el complejo es un verdadero despropósito. “Desde la construcción de la Caja Mágica hemos tragado en el barrio lo más grande: hormigoneras, excavadoras, grúas... Nuestros niños y personas mayores, muchas de ellas enfermas, sufren las consecuencias. Mi hija está enferma crónica de asma, y yo también por los tóxicos emanados durante las obras”, añade.

El boom de los macro eventos como el Mad Cool, que se trasladó al sur, y la actividad continua de la Caja Mágica, han generado más indignación. “Los miles de puestos de trabajo que prometen no repercuten realmente en el comercio ni en el empleo de nuestras zonas”, lamentan. Aurora, vecina de la calle Periana, recalca que los grandes beneficios económicos de las empresas en ningún caso se ven reflejados en mejoras en la calidad de vida de los vecinos. “No es una batalla entre barrios ni se trata de prohibir la cultura, pero se debe encontrar una solución amable”, concluye.

Los vecinos denuncian las “faltas de respeto” hacia su barrio, donde se ven abandonados desde hace años en cuestiones tan esenciales como el buen mantenimiento de los pisos de protección oficial. “Nos quieren echar”, aseguran, mientras siguen enfrentando problemas de ruido y contaminación. Además, explican que el barrio enfrenta dificultades como la falta de accesibilidad para personas con movilidad reducida y la saturación de los aparcamientos y pasos de peatones en los días de eventos.

Dolores y Josefa, residentes de la calle Adora, mencionan la constante circulación de autocares, taxis y camiones que bloquean calles y parques. “Nos multan si no movemos el coche en días de eventos, pero la policía solo está para controlar las entradas al recinto. Nadie se preocupa por lo que ocurre en nuestras calles”, afirman. Aún así, creen que el problema más grave es el de la limpieza, como también apunta una limpiadora del servicio municipal: “Esto no lo ve nadie hasta que se acerca, se generan incluso plagas”.

El Ayuntamiento de Madrid por el momento no ha dado una respuesta que resulte satisfactoria para los vecinos aunque el Defensor del Pueblo ya emitió una resolución en la que abogaba por “minimizar los efectos acústicos negativos” y poder “conciliar el deseo de la población a participar de estos eventos con el derecho de los vecinos a la intimidad y a la vida privada y familiar”.

Las asociaciones de vecinos de los barrios aledaños a la Caja Mágica ya no ven otra opción que seguir denunciando la situación y exigir soluciones. “No somos ciudadanos de segunda, y no vamos a aceptar este trato discriminatorio”, convencidos de que no se detendrán hasta que las autoridades tomen medidas efectivas para aliviar el impacto que estos eventos tienen en su vida diaria.