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Las vidas en suspenso de los afectados por la línea 7 del Metro de Madrid desalojados de sus casas: “Vivimos con miedo”

David Cortez y Arancha Roda posan delante de su casa, afectada por la construcción del metro a San Fernando de Henares.

Clara Angela Brascia

5 de enero de 2023 21:43 h

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Arancha Roda (42 años) y su marido David Cortés (43) llevan meses sopesando la idea de poner sus pertenencias en cajas de cartón. No tienen planeada ninguna mudanza, pero temen que, de la noche a la mañana, acabarán compartiendo el mismo destino de sus vecinos: tener que abandonar sus casas a causa de las obras de la línea 7 del Metro de Madrid, que los mismos vecinos lograron paralizar, al menos de momento, este jueves, tras una larga lucha. Viven en el número 8 de la plaza de la Fuente del Trébol de San Fernando de Henares, en el edificio que el martes por la tarde fue desalojado por los bomberos ante la amenaza de derrumbe. 

Los 52 vecinos de este inmueble del municipio de 40.000 habitantes que se sitúa al este de la capital salieron corriendo de sus casas al escuchar un fuerte ruido y sentir temblar el suelo. Pudieron ver cómo se iban formando nuevas grietas en las paredes, mientras las puertas y ventanas, antes perfectamente funcionales, estaban bloqueadas. “Nosotros habíamos salido a pasear con el perro. Cuando volvimos a casa vimos que estaban la Policía y todos nuestros vecinos en la calle. Ha sido un momento de pánico. Pensé que ya no me iba a dar tiempo para hacer las cajas, que lo iba a perder todo”, dice Roda, en la puerta de su casa.

Las 24 familias que viven en este edificio de cinco plantas no pudieron pasar la noche del martes en sus viviendas: los bomberos prefirieron ser cautos y desalojar a todos los vecinos hasta comprobar la evolución del incidente. Algunos de ellos durmieron en un hostal cercano al edificio, otros se desplazaron con los coches a hoteles en diferentes puntos de la ciudad o fueron a las casas de amigos y familiares.

Tras haber pasado la noche en casa de sus padres, Roda y Cortés pudieron volver este miércoles a su vivienda. La Consejería de Transporte e Infraestructura ha asegurado que los pisos “continúan estables y no hay daños estructurales”. Sin embargo, los técnicos han recomendado seguir vigilando la evolución del edificio.

A pesar del veredicto de los expertos, los habitantes no se sienten seguros. “También se lo habían dicho a los vecinos de la calle de al lado y ahora mira como está. Una vivienda tirada abajo con la grúa y el resto a la espera de que pase lo mismo”, afirma Cortés, señalando los inmuebles que tienen enfrente.

En el pasadizo peatonal al lado del edificio desalojado se están llevando a cabo los trabajos de consolidación del subsuelo, afectado por las obras de la línea 7 del metro, que se está hundiendo poco a poco. Esto pasa porque el agua presente en el subsuelo entra en contacto con la sal del terreno, la disuelve y provoca un deslizamiento de tierras que hace que las estructuras de los edificios se muevan poco a poco.

Este matrimonio, originario de Fernando de Henares, se mudó a la planta baja del número 8 hace 17 años. Siguen pagando la hipoteca, aunque Roda asegura que no es el aspecto económico el que más le preocupa. “A mí no me vale que un día se presenten en mi puerta y me digan que me van a dar 200.000 euros de indemnización. ¿Quién me paga todo el sufrimiento que he tenido? He vivido durante años con la vida en suspenso, con el miedo de perder mi casa de la noche a la mañana?”, dice con la voz entrecortada.

Mientras Roda y Cortés han decidido volver a su piso, Adriana González (59 años) prefiere quedarse una noche más en el hostal que habilitó el Ayuntamiento tras el desalojo. “Necesito un tiempo para pensar qué hacer. Allí voy a dormir mejor. Necesito descansar porque la noche pasada casi no he cerrado los ojos, con los gatos que se estaban volviendo locos por el estrés”, afirma.

Acaba de entrar a su casa, que el martes por la tarde abandonó con los primeros temblores sin tener ni tiempo de reordenar los platos de la comida. En todo el piso hay pancartas en contra de las obras del metro y de la gestión de la Comunidad de Madrid, que estuvo preparando con las vecinas justo antes de que empezara el temblor.

Las mismas pancartas se pueden observar en toda la localidad, especialmente en los alrededores de las calles donde se encuentran las viviendas afectadas. “No mires nuestras grietas, revisa tu casa”, dice una. “400 viviendas, 17 calles afectadas. Hay culpable”, cita otra. Este miércoles ha aparecido una en la fachada del edificio del número 8 que apela a las dos presidentas de la Comunidad consideradas responsables de la situación que sufren estos vecinos: “Aguirre culpable. Ayuso soluciones ya”. 

Desde que fue inaugurada a toda prisa en 2007 por la entonces presidenta regional, Esperanza Aguirre, esta línea de metro ha sido protagonista de numerosas polémicas y protestas vecinales por las consecuencias de su construcción. En 15 años ya se han derribado 27 viviendas afectadas por daños estructurales debidos a la obra, y la cuenta no hace más que crecer. Según anunció la Comunidad de Madrid en diciembre, otras tantas sufrirán la misma suerte en los próximos meses, lo que llevaría a 54 el número total de hogares afectados.

Lo primero que hace González al entrar en casa es mirar si han aparecido nuevas grietas. Las paredes están llenas de marcas de los años y meses anteriores. Cada vez que encuentra una fisura apunta la fecha exacta de cuando la detectó. A pesar del miedo y de la incertidumbre, asegura que en cuanto se le pase el susto volverá a su vivienda: “Soy mayor, tengo dos gatos y una invalidez permanente. ¿A dónde puedo ir? Esta es mi casa y no la voy a dejar”.

Vidal Garrido (32 años) tampoco tiene intención de quedarse a dormir en su casa. Vive en la planta baja, donde se encuentran las viviendas con más grietas y temblores. Acababa de volver a casa del trabajo cuando fue desalojado el edificio, y cuando intentó entrar en su piso se dio cuenta de que las puertas no se abrían. “Todas bloqueadas, ya no encajan. Han tenido que venir a cepillarlas por debajo para poder entrar”, explica en el umbral de su vivienda.

Ha pasado a recoger un par de cosas que necesita para trabajar y volverá a dormir a casa de su madre, donde se quedó anoche. Todo lo que tenía de valioso en casa ya se lo llevó esta mañana, por el temor de que las paredes, de repente, vuelvan a temblar. “Dicen que hoy el edificio está bien, y me lo creo. Pero mañana ya no sé. Se está moviendo y tenemos pruebas. Las que hoy son pequeñas grietas de un momento para otro se pueden convertir en daños estructurales”, añade.

12 horas con los ruidos de la obra

En los alrededores de la plaza de la Fuente del Trébol hay calles cortadas al tráfico, donde de ocho de la mañana a ocho de la tarde trabajan sin parar las perforadoras y las máquinas que aspiran el agua que se acumula en el subsuelo. Este miércoles han dejado de funcionar las que se encuentran a lado del edificio desalojado, pero a menos de 20 metros hay otras en acción.

Mariángeles Garoz (65 años) enseña en el móvil las fotos de las fisuras que tiene en su vivienda. Algunas han sido rellenadas con silicona, otras han surgido en las últimas 24 horas. Cortes que van desde el techo hasta el suelo, que rodean ventanas y puertas y que ya no le permiten vivir tranquila. “¿Quién se iría a dormir en un sótano con estas grietas? Yo seguramente no. Para mi familia es imposible volver, tememos por nuestras vidas”, dice.

Vive con su hijo y su nuera embarazada de cinco meses y han decidido quedarse en el hostal una noche más, hasta que encuentren una solución más estable. “No se trata solamente de los temblores. Es la obra que nos está volviendo locos, con los ruidos constantes”, lamenta. “Es mi vida o la obra. No vamos a aguantar más”.

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