Cuando llegan las siete de la tarde en el parque Eugenia de Montijo, en Carabanchel, se multiplican los vecinos que bajan a pasear, muchos con sus perros. La parte del césped que pisan está verde; la otra es un solar de tierra dura y seca. Cuatro adolescentes lo atraviesan con un altavoz que arrastran sobre ruedas, como una maleta. La música está tan alta que se escucha en el cementerio, a 200 metros.
Unos y otros andan, sin saberlo, sobre uno de los yacimientos romanos más importantes de Madrid, según los arqueólogos. Desde hace cerca de 200 años se descubren allí elementos de una villa romana del siglo II, pero nada lo indica y nadie lo protege.
Sonia Dorado, representante de la organización vecinal Carabanchel Historia y Patrimonio (CHyP), gira 360 grados para indicar la extensión que podría tener yacimiento. Está parada sobre los terrenos del antiguo penal de Carabanchel, una cárcel franquista levantada por presos políticos y derribada en 2008 pese a las críticas de los vecinos.
Señala la ermita de Santa María la Antigua, una iglesia del siglo XIII construida sobre un templo anterior; el cementerio adyacente; apunta al metro y a su derecha, en dirección a donde estaba la quinta de los Condes de Montijo: “Es enorme, y muchas zonas se han perdido”. En todas esas direcciones se han encontrado restos que confirman a los arqueólogos que allí hubo una villa agrícola romana.
Dorado no quiere decir a qué profundidad se hallaron los restos “para evitar expolios”, dice, “porque no está protegido”. En la vía que bordea los terrenos de la cárcel –y en el mismo solar– aparecen escombros, latas, botellas de vidrio, de plástico, y hasta lápidas rotas. La ermita, que es la iglesia más antigua de Madrid y Bien de Interés Cultural, está pintada con grafitis, los coches estacionan a centímetros de las paredes y los cables de luz le pasan rozando. “Falta atención porque esto es Carabanchel. Si esto estuviera en otro barrio, hacía mucho tiempo que estaba descubierto”, se lamenta.
El distrito, que es uno de los más poblados de la ciudad y tiene una renta per cápita menor que la media madrileña, se constituyó como barrio de la capital en 1948. A Laura Fernández, que prepara su tesis doctoral sobre ese yacimiento en la Universidad Autónoma de Madrid, le sorprende la presencia de estas ruinas en un distrito que hasta hace medio siglo “era un pueblo”. “Un yacimiento con una presencia semejante solo se da en grandes ciudades, como Mérida o Tarragona”, añade.
“Nadie podría pensar que en Carabanchel, que era todo terreno de cultivo y villas de recreo, hubiera un yacimiento así”, explica Fernández. “Tenemos un yacimiento en el que ha habido una presencia humana humana desde época prerromana hasta la actualidad”, destaca y explica: “Lo normal en un yacimiento es encontrar un momento de la historia. Por ejemplo, Complutum, en Alcalá de Henares: es una ciudad, de nueva planta, que luego se trasladó a una zona cercana. Aquí no, aquí tenemos una presencia constante, que es lo extraordinario”.
Fernández camina por la vía pecuaria que pasa delante de la ermita y busca un pozo que vio hace unos días. No lo encuentra, pero muestra la imagen en su móvil. Es el perfil de un muro: “Se ve perfectamente la piedra, que está perfectamente cortada”. En la zona aparecen restos arqueológicos como ese a menudo. Las primeras referencias escritas de la villa son del siglo XVIII y desde entonces se han encontrado monedas, estatuillas, tejas y otros indicios de la misma.
“El resto más importante es probablemente un mosaico, del siglo I o II de nuestra época, que está en el museo de San Isidro”, valora el arqueólogo Carlos Caballero, que en 1998 trabajó en un inventario de algunos de los descubrimientos.
Los últimos hallazgos se hicieron en 2005, cuando empezaron las excavaciones para la prolongación de la Vía Carpetana. La intervención, que se limitó a la anchura prevista para la calle que se iba a abrir, permitió ver que las construcciones eran “inequívocamente romanas”, señala Caballero por teléfono a eldiario.es. “Las estructuras se perdían más allá de los límites de la excavación”, dice el arqueólogo. En ese momento, la obra se paralizó, la carretera no se construyó y las ruinas se volvieron a tapar.
Casi 15 años después, los restos siguen enterrados y sin ser excavados. “El sistema que tenemos en Madrid y prácticamente en toda España es que las excavaciones van ligadas a obras en la inmensa mayoría de los casos. Si no hay una obra, no suele haber una excavación y menos en la ciudad”, explica Caballero. Sin esos trabajos no es posible determinar hasta dónde se extiende el yacimiento, que según Caballero podría tener 10 hectáreas, una superficie que equivale a diez veces la Plaza Mayor de Madrid.
“Aquí haces así”, dice un vecino que pisa la tierra con fuerza, “y salta algo”. Andrés Peláez pasea el perro con su esposa y su hija por el solar. “Cada obra que han iniciado, la han tenido que parar por eso”, dice. “El huerto ha sido lo último”, apunta su hija María Victoria, de 21 años.
Se refiere a una parcela de 1.451 metros cuadrados y catalogada como zona verde que el Ayuntamiento destinó para la creación de un huerto urbano. En mayo, el área se delimitó con una malla y la tierra se allanó. Pero enseguida los trabajos se paralizaron por las preocupaciones de CHyP, que alertó a la Comunidad. Mar Rives, presidenta de la asociación de vecinos Parque Eugenia de Montijo, que promueve el proyecto, asegura que “no se iba a estropear nada”.“El terreno es tan malo y compacto que íbamos a trabajar por encima, con unos bancales y con riego por goteo”, precisa.
La asociación propuso, según dice Rives, trabajar en paralelo: “Mientras ellos conseguían los permisos y empezaban a excavar por otro lado, que nos dejaran disfrutar del huerto. Y si llegaba el momento en el que había que retirar el huerto, lo retirábamos”. “Estamos en el mismo barco, yo también quiero un yacimiento”, afirma.
Lo que preocupó a los defensores del yacimiento fue que se introdujera una retroexcavadora sin que se analizara la zona, aunque Rives defiende “que no era tan agresiva”. Lamenta la paralización de una iniciativa “para hacer barrio” en la que trabajaban desde 2016: “Sabíamos que si se frenaba iba quedar en un punto medio ni para un lado ni para el otro”.
“[Las autoridades] no se ponen de acuerdo y está todo abandonado. La cárcel, la iglesia…”, se queja Peláez. Resalta los trabajos para arreglar la humedad de la ermita, que empezaron en junio (“nos damos con un cantito en los dientes”), y repite eso de “si esto fuera el barrio de Salamanca…”.
“Hasta ahora, el Plan de Ordenación Urbana de Madrid niega el yacimiento, la huella de la cárcel, la vía pecuaria, el entorno de la ermita... Se limita a parcelar para que se construyan en su mayoría viviendas”, indica Felo de Andrés, de la plataforma vecinal Carabanchel Historia y Patrimonio.
Y reparte responsabilidades: “En parte, estos terrenos son propiedad y responsabilidad del Ayuntamiento, de la Comunidad, del Estado, de la iglesia e incluso de algún particular. No es un tema ya de competencias, es una cuestión de respetar el Patrimonio”. De Andrés continúa: “Si construyen viviendas en los terrenos de la cárcel, por ejemplo, sin respetar el yacimiento, una gran parte de nuestra historia, de Carabanchel, de Madrid y de España, se perderá”.
“Es un un círculo vicioso”, dice el arqueólogo Carlos Caballero. “Como no se conoce, no se protege; como no se protege tampoco se conoce más”. No hace falta excavar toda la zona para hacer un estudio preliminar, explica Laura Fernández, que empezó hace dos años a investigar el yacimiento.
Con un georradar, que detecta las anomalías que hay bajo tierra, se podría ver qué es lo que hay, delimitar el yacimiento y protegerlo. Fernández va más allá: “Se podría musealizar y podría ser una inversión tanto cultural como económica”. Su cabeza, que se va a Atenas y el museo de la acrópolis, vuelve al solar de tierra dura y seca que pisa: “Cuando cuento que estoy haciendo la tesis sobre el yacimiento en Carabanchel siempre es la misma contestación: 'Ah, ¿pero qué en Carabanchel hay algo?”.