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Un parque nacional en medio de La Meseta: la Sierra de Guadarrama

Valentín Cabero. Catedrático Geografía. Universidad Salamanca

Ya era hora. Celebramos con cierta esperanza la aprobación por el Congreso de Diputados del decimoquinto Parque Nacional de España que tiene como referencias principales las cumbres de la Sierra de Guadarrama.

El 13 de junio del año 2013, los hados parecen ponerse de acuerdo, -¡toquemos madera! -, para que las cumbres guadarrameñas hayan sido investidas con la máxima protección ambiental. Desde aquí podemos compartir la contemplación de los paisajes de la Submeseta Norte a partir de la vertiente segoviana, o los de la Submeseta Sur desde las laderas y cimas madrileñas, y entender lo que significa una auténtica encrucijada natural y cultural presidida por las cumbres de Peñalara (2.428 m.) y por la divisoria de aguas entre la cuenca del río Duero y la cuenca del río Tajo.

Los amigos de la Sierra de Guadarrama y los grupos ecologistas que han luchado por la defensa de los paisajes forestales y la riqueza faunística que albergan estas montañas merecen nuestro respeto y reconocimiento, y no quienes pretenden atribuirse ahora medallas de sensibilidad ambiental. No son los límites que hubiésemos deseado, pero se han dado los primeros pasos para una conservación y gestión razonables. Finalmente quedan fuera del parque ámbitos tan relevantes y significativos como los pinares de Valsaín y de los Belgas, u otros lugares como las dehesas de pie de monte que configuran una zona periférica de protección de indudable valor medioambiental y cultural.

El Parque Nacional será el quinto en superficie dentro de la red nacional con 33.960 hectáreas, correspondiendo a la comunidad de Castilla y León (12.246) y a la comunidad de Madrid (21.714). Madrid ya tiene su Parque Nacional, y Castilla y León completa con esta pieza tan fundamental la que es quizás la red más representativa de espacios naturales de la península. Afortunadamente, como ha escrito Eduardo Martínez de Pisón, la Sierra está aún llena de símbolos y signos naturales y culturales o de lugares cargados de enseñanzas y con topónimos expresivos (Valsaín, El Paular, Ríofrío, La Granja, Navafría...), que nos permiten acercarnos a los valores y paisajes de las cumbres y del glaciarismo, a las altas laderas y cabeceras fluviales, a las laderas intermedias y navas con sus masas boscosas, a los ríos y arroyos con sus saltos, gargantas y cascadas, o a los pie de monte con sus dehesas boyales e históricas, bordadas por las cañadas ganaderas, y penetrar de este modo, con el alma serena y la mirada inteligente, en el palimpsesto de los paisajes de una montaña transversal e interior en el corazón peninsular.

No ha sido fácil llegar hasta aquí. Nadie sabe mejor que los coordinadores de los respectivos PORN (Plan de Ordenación de los Recursos Naturales) de la parte septentrional o castellano-leonesa, Valentín Cabero Diéguez, y del sector meridional y madrileño, Eduardo Martínez de Pisón, los esfuerzos y trabajos que han tenido que invertir para convencer a las autoridades regionales y locales de llevar a cabo, con participación bien abierta, el proceso de protección y conservación ante la gravedad de las amenazas especulativas y de invasión urbanística que se abalanzaban sobre todos los rincones de la Sierra. Desde que comenzaron los primeros acuerdos entre la comunidad de Castilla y León y la Comunidad de Madrid para iniciar el camino de una protección efectiva han transcurrido más de diez años. Muchas tropelías no pudieron detenerse entonces. La crisis que vivimos ha puesto las expectativas urbanísticas en cuarentena, pero debemos estar vigilantes ante las fuerzas e intereses que siguen intentando mercantilizar la Sierra.

Celebramos también que Julio Vias, un sabio sin alharacas que desde hace décadas viene reivindicando con los amigos de la Sierra de Guadarrama sus “soberbios paisajes” con sensibilidad ilustrada y republicana, haya abierto el mismo día de la declaración un Cuaderno de Campo, a modo de observatorio desde el cual podamos vigilar los procesos de conservación de los paisajes y la biodiversidad del Parque Nacional y sus áreas de protección, pues las políticas neoliberales que nos dominan siguen presididas por la codicia, la especulación, la prepotencia y la ignorancia. ¡Ojalá! se vean cumplidos los deseos de quienes vieron en la Sierra de Guadarrama el marco ideal para cambiar las mentes y comportamientos carpetovetónicos de nuestra sociedad y, en particular, de nuestros gobernantes, a través de la pedagogía del paisaje y de la sensibilización cultural y medioambiental.

El Parque Nacional lleva en sus entrañas berroqueñas y en sus cromatismos forestales el mensaje de Francisco Giner de los Ríos, de Bartolomé de Cossío, o de Constancio Bernaldo de Quirós: el respeto inequívoco y compromiso público en defensa de la Naturaleza y de nuestro Patrimonio Cultural.

Ya era hora. Celebramos con cierta esperanza la aprobación por el Congreso de Diputados del decimoquinto Parque Nacional de España que tiene como referencias principales las cumbres de la Sierra de Guadarrama.

El 13 de junio del año 2013, los hados parecen ponerse de acuerdo, -¡toquemos madera! -, para que las cumbres guadarrameñas hayan sido investidas con la máxima protección ambiental. Desde aquí podemos compartir la contemplación de los paisajes de la Submeseta Norte a partir de la vertiente segoviana, o los de la Submeseta Sur desde las laderas y cimas madrileñas, y entender lo que significa una auténtica encrucijada natural y cultural presidida por las cumbres de Peñalara (2.428 m.) y por la divisoria de aguas entre la cuenca del río Duero y la cuenca del río Tajo.