“Los excesos navideños pasan factura a nuestra belleza”. “Mejora tu alimentación para verte bien”. La primera frase aparece en la web de un centro de cirugía que aspira a vender así tratamientos a mujeres. La segunda, una consulta de nutrición: aunque en esa entrada de su página web no se dirigen explícitamente al público femenino, de las seis imágenes de recurso que acompañan al texto, todas las protagonizan chicas. Aunque la presión estética sobre los cuerpos de las mujeres se da durante todo el año, algunos negocios aprovechan el periodo posterior a las fiestas de fin año para intensificar los mensajes y hacer caja.
Laura tiene 38 años y es psicóloga. En su labor profesional se enfoca en los trastornos de la conducta alimentaria. Ella mismo pasó por uno “hace muchos años”; sabe identificar perfectamente los discursos que provocan mala relación con la comida o que demonizan engordar. Es muy crítica con ellos “por activismo y para protegerme”, y aun con todo “a veces es complicado ir en contra de todos los mensajes que te lanza la sociedad”, cuenta. “Esos discursos de ‘lo peor que te podría pasar es engordar’ están por todas partes”, dice la psicóloga. Y pone un ejemplo de la ubicuidad e incluso “sinsentido” de estos mensajes: una newsletter de una tienda de bricolaje y objetos para el hogar en la que usan “calorías que no engordan” como eslogan para vender estufas.
“El ‘buen tipo’ se asocia con atractivo y con el derecho a ser deseable y para mí fue muy importante estar ahí. Ya no, pero tengo que hacer un esfuerzo extra para no verme en esas dinámicas del ‘adelgaza’”, declara Laura, que asegura que esos mensajes para mantenerse delgada equivalen a un “sé consumible para la mirada masculina”.
Con ella concuerda Magda Piñeyro, activista y autora de Stop gordofobia (Zambra) y 10 gritos contra la gordofobia (Vergara): “A las mujeres se les exige cumplir con una norma estética que gira en torno a gustarle a los hombres, y esa mirada social también la tenemos incrustada en nuestra cabeza”. Enero y la operación bikini son los “puntos más fuertes” de las “campañas dietéticas o adelgazantes gordofóbicas”, denuncia la activista.
Aunque el control del peso también afecta a los hombres “con consecuencias en su salud mental y física”, la activista señala que las mujeres sufren más estas violencias: “El patriarcado sitúa el eje de valoración de las mujeres en su cuerpo, mientras que los hombres pueden ser valorados por su inteligencia, habilidades, etc. Además, por los cánones de mujer frágil y hombre fuerte, un varón debe tener mucho más peso para ser considerado gordo”.
“Mantener el tipo”
Verónica, de 39 años, no se considera gorda. Pero eso no es suficiente para su familia, por lo que prefiere utilizar un pseudónimo y hablar bajo en el mensaje de audio que envía para relatar las presiones que recibe para “mantener el tipo”: “Mi madre le da un excesivo valor. No entiende que para mí es más importante, si estoy estudiando y trabajando, tomar algo porque me ayuda. Termino comiendo lo que quiero, pero es bajo la presión del ‘cuánto pesas’ y las miradas que lanza a mi cuerpo”.
La situación de esta mujer, a pesar de no considerarse gorda y hacer ejercicio âpor motivos “principalmente” de bienestar psicológicoâ, está empeorando: “Ahora se está sumando a este control de los kilos mi padre”, declara, apenada por que “le den más importancia a eso que a cómo esté en otros aspectos de mi vida”.
Piñeyro responde a este testimonio, y a mujeres que puedan encontrarse en situaciones similares, asegurando que “no hay mejor forma de cuidarse que poniendo freno a estos comentarios o alejándonos de las personas que nos hacen sentirnos mal con nosotras mismas”. “Es muy difícil quererte en un mundo que te lanza odio constantemente. Por ello, es un acto de autocuidado alejarnos todo lo que podamos de estos mensajes mientras vamos transformando esta sociedad en una más respetuosa”, añade la activista.
Melody, pseudónimo de una persona no binaria con expresión de género femenina de 26 años, cuenta que ha sufrido violencia por la comida y por la imagen física durante toda su vida. Ha puesto en práctica el consejo de tomar distancia, pero le sigue afectando. “Estos años he sufrido menos porque me distancié de mi familia y me he politizado más, pero aun así me tiro días o semanas regular con estos temas; no solo afecta cuando recibes esta violencia, sino a la larga”, resume.
A través del teléfono, reconoce haber necesitado poner esa distancia emocional para no revivir lo mal que lo ha pasado estas Navidades: “Aunque no las haya pasado con mi familia, sí he comido con gente que me recuerda a las violencias que he vivido: comentar que esté más delgade o más gorde, la ropa que me pongo, miradas a mi cuerpo o cuánta o qué comida me voy a echar…”, relata. “Aunque no se dirijan a mí, escuchar conversiones sobre dietas o lo que están comiendo me afecta porque pienso que, si se juzgan a sí mismas, también me están juzgando a mí”, cuenta.
Melody se ha creado un entorno “más seguro” y no recibe esta violencia normalmente, “pero va calando y años después sigue ahí; por eso me han saltado tras las Navidades después de mucho tiempo sin vivir este tipo de cosas”.
Hábitos mejor que dietas
Elena Del Estal, nutricionista feminista, asegura que “en enero la gente se vuelve loca por las navidades” y admite que la industria de la nutrición “está totalmente orientada a las mujeres”, pues “son nuestros cuerpos los que quieren controlar”.
Respecto a las comidas de este último mes, la especialista recuerda que “lo que comes en dos semanas o días específicos no es significativo” y lo importante es “el hábito a lo largo de la vida”. “Independientemente de nuestra corporalidad, es interesante comer alimentos frescos, fruta, verduras, alimentos integrales y consumir de forma más esporádica carnes procesadas o dulces”, recomienda Del Estal.
La nutricionista resalta ese comer saludable frente a los intentos de seguir una dieta, pues “en el largo plazo no funcionan y suelen provocar efectos rebote, mala relación con la comida y baja autoestima”. Y subraya: “La gordura no es la causa [de la falta de salud]. Puede haber una asociación, pero no ser causa. Es el propio estigma de peso el que genera enfermedades cuando hace que las personas gordas acudan menos a consultas médicas, provocando diagnósticos tardíos o incluso erróneos al achacar el malestar a su corporalidad”.
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