La psicóloga Noemí Conde empieza a notarlo cuando llega la primavera. Comienzan a subir las temperaturas, llega el calor y muchas mujeres cambian sus conductas: “Algunas empiezan a comer menos y a obsesionarse con restringir calorías, otras dicen que van a hacer ayuno intermitente o ves que aunque haga calor vienen en manga larga a consulta”. No es una excepción. En mayor o menor medida es habitual que la presión estética que recae sobre las mujeres acabe teniendo efectos sobre lo que hacen sobre sus cuerpos, algo que se intensifica en la época en la que más expuestos están: el verano.
Mercedes tiene 39 años y cada mes de mayo comienza con la “operación bikini”. Vigila estrictamente lo que come y reduce las calorías y la grasa aunque luego no se atreva a ponerse el bañador de todas formas. Lleva siete veranos usando pantalones cortos deportivos para bañarse en público por “pudor” a mostrar su cuerpo en la piscina o en la playa. “Engordé bastante en poco tiempo por una medicación que tomé. Aunque he conseguido bajar de peso, no me siento segura poniéndome la parte de abajo de un bikini por los ‘kilos de más’ y las estrías que me dejó ese proceso”, relata.
Ella baja muchos días a la piscina de su urbanización, pero la mayoría de ellos se queda bajo una sombrilla leyendo un libro: “Me llevo bien con muchos vecinos, pero hay gente que por meterme al agua con los pantalones de baño se extraña y me miran de más. Al final tampoco estoy a gusto ni buscando alternativas con las que creería que mi cuerpo llamaría menos la atención”, resume.
Comportamientos y síntomas “más fuertes” que en el resto del año ve llegar también a consulta en verano la nutricionista Hadia Bakkali. “Mujeres que se saltan el desayuno porque así creen que van ahorrando calorías durante el día o que eliminan los hidratos de carbono. Mujeres que se imponen comer menos que su familia o que su pareja, o que piden en restaurantes siempre lo que piensan que es menos calórico. O mujeres que restringen la comida solo por no tener la incomodidad mental que les supone saber que llevan comida dentro del cuerpo”, describe.
El año pasado estaba constantemente buscando posturas con las que mi cuerpo pareciese más estilizado. Cuando jugaba con mis amigos a las cartas me colocaba la toalla por encima para que no se me viese nada
El objetivo es perder peso o, al menos, verse menos hinchadas cuando van a la playa o la piscina. “No hace falta tener un diagnóstico de trastornos de la alimentación para llegar a tener estos comportamientos”, asegura. Es más, añade la experta, algunas de estas conductas están disfrazadas de saludables, como la reducción de carbohidratos, algo que puede afectar a la salud física y emocional.
El abanico de comportamientos es variado y no solo tiene que ver con la alimentación. “Desde quienes dejan directamente de ir a la playa o a la piscina hasta quienes, por ejemplo, sí o sí y bajo cualquier circunstancia se tienen que quitar la ropa sentadas en la toalla, sin levantarse, algo que es muy habitual”, sostiene Conde, una de las integrantes del equipo Desnúdate. Autoestima Corporal, que cree que aunque el condicionamiento es general para todas las mujeres, se acentúa especialmente entre las más jóvenes, aproximadamente en la franja de edad de los 18 a los 30 años.
Justo la mayoría de edad alcanza este verano Lidia. Es un momento especial, está ilusionada con el cumpleaños, pero hay algo que no le está permitiendo disfrutar de estos meses como a ella le gustaría. “Llevo todo el verano sin ir ni a la piscina ni a la playa porque no me gusta mi cuerpo. Me da mucha vergüenza y ansiedad el hecho de quitarme la camiseta”. La joven piensa que puede entrar dentro de los cánones de belleza que determinan lo que es un “cuerpo bonito” con “el vientre plano, la cintura marcada y las piernas delgadas”, sostiene. Pero aún así reconoce que nunca ha llegado a sentirse los suficientemente segura como para no sentir incomodad al mostrarlo en público.
Hay un mandato que es parecerse lo máximo posible a un canon de belleza concreto, que es el de una mujer blanca, con una cintura estrecha, sin pelos ni estrías ni celulitis ni varices y que esté delgada
“Durante todo el año paso bastante tiempo delante del espejo eligiendo detenidamente la ropa que me pongo. Cuando llega la época en la que hace más calor no me da especial pudor ponerme tirantes pero quedarme en bikini me supone una tortura. El año pasado estaba constantemente mirándome la tripa y buscando posturas con las que mi cuerpo pareciese más estilizado. Cuando jugaba con mis amigos a las cartas me ponía la toalla por encima para que no se me viese nada y en cuanto se me secaba el bañador me ponía la camiseta o el vestido”, relata esta joven.
Llegar a un canon inalcanzable
Detrás de este tipo de conductas se encuentra la presión estética que pesa sobre las mujeres. “Hay un mandato que es parecerse lo máximo posible a un canon de belleza concreto, que es el de una mujer blanca, con una cintura estrecha, sin pelos ni estrías ni celulitis ni varices y que esté delgada. Cuanto más nos alejamos de esa norma, más intentaremos amoldarnos por medio de técnicas y comportamientos para alcanzarla”, explica Conde. La presión, sin embargo, no impacta igual en todas las mujeres. “Hay diferentes grados y escalones, no es lo mismo lo que viven en la playa las mujeres trans, por ejemplo. Y en ocasiones se suman discriminaciones concretas como la gordofobia”, cuenta la psicóloga.
Mis cuñadas hacen 'topless' y dicen que me anime para que no se me quede marca… ¡Pero ni loca lo hago! No quiero que nadie vea mis dos pimientos fritos
El conjunto de narrativas y representaciones que acaban ejerciendo esta presión con el objetivo de responder al canon ha sido calificado como violencia estética por la socióloga Esther Pineda, un término acuñado en 2012 pero que últimamente se ha popularizado. La cuestión es que la imposición de ese ideal tiene como uno de sus efectos más tangibles que quienes no entran en él busquen hacerlo. Como detalla Pineda en su libro La violencia estética: una nueva forma de violencia contra la mujer, los cuerpos 'perfectos' que hay que alcanzar “no son más que cuerpos ficticios, irreales, concebidos como ideal” al tiempo que “las particularidades físicas de las mujeres son denominadas 'imperfecciones' llamadas a ser intervenidas y suprimidas o corregidas”.
Hay un detonante para que este tipo de conductas sucedan en verano y es que es que tu cuerpo está más expuesto a la gente, no puedes ir tan tapada, y piensas que va a estar en examen todos los días.
“La operación bikini me está dejando medio boba”, reza un tuit escrito en mayo por Isabel, una malagueña de 32 años que actualmente pesa 63 kilos. “Otros años he probado diferentes dietas o he dejado de cenar durante unas semanas. Este verano me he animado a hacer el ayuno intermitente, pero con el calor que hacía ya en mayo había días que sentía que me desmayaba”, declara. Asegura que así es como se siente “bien” poniéndose un bikini, aunque reconoce que está alerta cuando baja a la playa porque siente que los demás no le quitan ojo. Además, tiene complejo por su pecho y eso le hace darle más vueltas al tema: “Mis cuñadas hacen topless y dicen que me anime para que no se me quede marca… ¡Pero ni loca lo hago! No quiero que nadie vea mis dos pimientos fritos”, concluye con una carcajada.
“Hay un detonante para que este tipo de conductas sucedan en verano y es que es que tu cuerpo está más expuesto a la gente, no puedes ir tan tapada, y piensas que va a estar en examen todos los días. Las exigencias del cuerpo femenino es que tiene que tener curvas pero no tantas, que no debe tener grasa, aunque sea esencial”, dice Bakkali. La publicidad y las publicaciones de influencers no ayudan: “Te dicen cómo hay que ir a la playa, el vestido que hay que llevar y con qué cuerpo. Muchas mujeres sienten que si no lo tienen no les quedará bien y no lo llevan porque creen que no pueden permitírselo estéticamente”.
En algunas de estas publicaciones, subraya, también se hace publicidad de productos y recetas que se venden como saludables o fit pero cuyo objetivo último es permanecer delgadas. Bakkali explica que tener cierta distensión abdominal después de comer o a lo largo del día es normal, igual que tener grasa en la parte baja del estómago, una zona que la necesita porque es ahí donde está el útero.
“Vestida puedes disimular aquello que para la sociedad debería ser oculto, pero en bikini sentimos que evidenciamos lo alejadas que estamos del estereotipo. Hay mujeres que lo pasan realmente mal y con la terapia intentamos que, como mínimo, puedan sentirse dignas de ir a la playa”, añade Conde, que pone el foco en cómo “a raíz de la exigencia y el rechazo que recibimos del exterior acabamos infligiéndonos daño a nosotras mismas”. “Ya sea con el tema de la alimentación o con tratamientos agresivos que pueden tener secuelas en nuestra salud. Sentimos rechazo y hacemos todo lo posible para intentar conseguir algo que probablemente no lleguemos a lograr nunca”, añade la psicóloga.
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