Carlos Elordi es periodista. Trabajó en los semanarios Triunfo, La Calle y fue director del mensual Mayo. Fue corresponsal en España de La Repubblica, colaborador de El País y de la Cadena SER. Actualmente escribe en El Periódico de Catalunya.
Alemania se va a poner aún más dura
El Gobierno no sólo trata de ocultar la amenaza que Bárcenas supone para el PP, sino también el agravamiento de la situación económica española. Que se está produciendo en todos los frentes, con el aumento imparable del desempleo, el descenso de la actividad y el empeoramiento de las perspectivas de las empresas, la agudización de la crisis bancaria y el parón, desde finales del año pasado, de las exportaciones. Y que se completa con el aparente bloqueo de cualquier posibilidad de relajación de la política de austeridad que imponen Alemania, Bruselas y el BCE, y con el temor que se difunde en los mercados internacionales de que esté a punto de producirse, si es que no ha empezado ya, una nueva crisis del euro.
La situación política de Italia –en donde no sólo no ha quedado descartada la eventualidad de unas nuevas elecciones, sino que ese escenario se refuerza cada día que pasa–, es el motivo principal de esa inquietud. Pero la intensificación de las protestas populares y sindicales contra los recortes en los países más duramente golpeados por la austeridad y la recesión –Italia, España, Francia y ahora también, y con una contundencia extraordinaria, Portugal– es un motivo adicional de preocupación de los mercados, que se preguntan si sus gobiernos serán capaces de resistir esa presión o si, por el contrario, se verán obligados a moderar sus políticas de rigor o a exigir cambios urgentes de las mismas a Bruselas.
El Gobierno francés ya ha expresado mensajes muy claros en este sentido. Dos de sus ministros, y uno de ellos es el de Economía, Pierre Moscovici, acaban de exigir en términos muy duros que Europa cambie de política y haga una fuerte apuesta por el crecimiento económico. Portugal va a pedir un alargamiento de los plazos de cumplimiento de sus compromisos de reducción del déficit que se le impusieron a cambio del rescate de 78.000 millones de euros que tuvo lugar hace dos años. Y todo indica que si en Italia se consigue formar un Gobierno, este –lo componga quien lo componga– exigirá una reducción importante de la presión europea.
Se prevé que esa dinámica se intensifique, sobre todo en lo que se refiere a Francia, en donde la recesión se agrava, el paro crece y aumenta la tensión social. Pero también se descarta que a ella se sume el Gobierno de Rajoy, demasiado ocupado en sus problemas internos y demasiado débil y timorato en el plano internacional como para atreverse a discrepar de Angela Merkel.
La reticencia alemana
La reticencia alemana
Sin embargo, el otro lado de la mesa, y particularmente el Gobierno alemán, al que Bruselas y el BCE no dejan de plegarse, no muestra el menor signo de que esté dispuesto a escuchar esas voces. Todo lo contrario: endurece su postura. Los representantes germanos acaban de confirmarlo en las negociaciones para implementar el acuerdo de hace un año en materia del rescate de los bancos en dificultades. “La renuencia alemana a poner en riesgo el dinero de sus contribuyentes en bancos de otros países está siendo el mayor obstáculo para la entrada en funcionamiento del Mecanismo Europeo de Estabilidad, que permitiría a Europa invertir directamente en los bancos en dificultades”, ha dicho el Wall Street Journal.
Existe, por tanto, el riesgo de que el mes embarranque. Y no sólo que los 40.000 millones de euros que España ha recibido para su rescate bancario –y que todos los especialistas consideran insuficiente– tenga que figurar como deuda de los estados: sin más trampas, como la que Rajoy acaba de hacer asegurando que nuestro déficit público es del 6,7% del PIB, sino también que no más haya dinero para esos fines.
Y lo peor es que Angela Merkel podría cerrar aún más la mano. Su objetivo fundamental en estos momentos es ganar las elecciones alemanas de septiembre. Hasta ahora mismo los sondeos apuntaban a que podría conseguirlo. Pero acaba de surgirle un inesperado rival que podría alterar los pronósticos. Un nuevo partido, un partido “antieuro”, que se llama Alternativa para Alemania, ha hecho su presentación este domingo con la vista puesta en concurrir a las elecciones. Y el programa de esa formación –en la que abundan prestigiosos economistas y juristas, todos ellos de derechas, un expresidente de la patronal germana y que, indirectamente, cuenta con los auspicios del influyente diario conservador Frankfurter Allgemeine Zeitung– rechaza abiertamente cualquier nueva ayuda por parte alemana a los países europeos en dificultades y propone que en el euro estén únicamente los países que no tienen grandes deudas.
Sin buenas noticias
Sin buenas noticias
Si Alternativa para Alemania se consolida como partido podría hacer mucho daño a Angela Merkel: porque sus planteamientos son compartidos por muchos electores conservadores. Pero incluso la mera amenaza de que pudiera presentarse a las elecciones, aunque finalmente eso no ocurra, puede llevar al Gobierno de Berlín a endurecer sus posiciones en materia de política económica europea.
En definitiva que, visto desde España, el panorama tiende a empeorar. Todo indica que en muchos meses Rajoy no va a tener ninguna buena noticia procedente de Europa, si es que de ahí no llegan cosas aún peores que las hoy se padecen. Como una nueva crisis del euro en la que, según algunos analistas ya estamos, sobre todo por culpa de la situación política italiana. Y en la escena económica interior todo apunta, como poco, a que los datos del drama que vivimos se mantengan inalterados durante el tiempo para el que pueden hacerse previsiones fiables. Eso mientras, entre medias, no aparezca una nueva crisis bancaria.
El Gobierno no sólo trata de ocultar la amenaza que Bárcenas supone para el PP, sino también el agravamiento de la situación económica española. Que se está produciendo en todos los frentes, con el aumento imparable del desempleo, el descenso de la actividad y el empeoramiento de las perspectivas de las empresas, la agudización de la crisis bancaria y el parón, desde finales del año pasado, de las exportaciones. Y que se completa con el aparente bloqueo de cualquier posibilidad de relajación de la política de austeridad que imponen Alemania, Bruselas y el BCE, y con el temor que se difunde en los mercados internacionales de que esté a punto de producirse, si es que no ha empezado ya, una nueva crisis del euro.
La situación política de Italia –en donde no sólo no ha quedado descartada la eventualidad de unas nuevas elecciones, sino que ese escenario se refuerza cada día que pasa–, es el motivo principal de esa inquietud. Pero la intensificación de las protestas populares y sindicales contra los recortes en los países más duramente golpeados por la austeridad y la recesión –Italia, España, Francia y ahora también, y con una contundencia extraordinaria, Portugal– es un motivo adicional de preocupación de los mercados, que se preguntan si sus gobiernos serán capaces de resistir esa presión o si, por el contrario, se verán obligados a moderar sus políticas de rigor o a exigir cambios urgentes de las mismas a Bruselas.