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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Italia se encamina hacia nuevas elecciones

Por si las advertencias del presidente del Eurogrupo no fueran suficientes para inquietar a los mercados –Jeroen Dijssembloem ha dicho este lunes que en los próximos rescates europeos se podía dejar caer a los bancos, como se ha hecho en Chipre–, la política italiana parece disponerse a dar un nuevo susto. Se habla poco de lo que está ocurriendo en Italia, pero el bloqueo, sin que se atisben salidas convincentes, en que se encuentra el país transalpino tras unas elecciones que no han resuelto nada, es la mayor inquietud que pende sobre la maltrecha Unión Europea y sobre el euro mismo.

En síntesis, la situación es la siguiente: el Partido Democrático, de centroizquierda, encabezado por Pier Luigi Bersani, aún habiendo aventajado, junto a sus aliados, en sólo un 0,4% de los votos al Partido de la Libertad, la derecha que sigue dirigiendo Silvio Berlusconi, cuenta con una amplia mayoría de escaños en la Cámara, gracias a la generosa “prima de mayoría” que la actual ley electoral concede al vencedor de los comicios. Pero le faltan en torno a 20 votos para obtener la confianza del Senado, un requisito imprescindible para poder gobernar.

Esa dificultad, en principio insuperable, se conocía desde el momento mismo en que se hicieron públicos los resultados de las elecciones que se celebraron hace justamente un mes. Pero aún sabiendo que eso podía hacer fracasar su empeño, el presidente de la República, Giorgio Napolitano, encargó poco después a Bersani la formación del Gobierno. Todavía se especula por qué lo hizo. Y la hipótesis más sólida al respecto es que Napolitano no excluía que Bersani pudiera lograr un acuerdo, bien con Berlusconi, bien con Beppe Grillo y su movimiento 5 Estrellas que, con el 27 % de los votos, se había convertido en la primera fuerza política del país.

Todos los intentos que se han sucedido en estas semanas en ambas direcciones han fracasado. Berlusconi ha reiterado sus ofrecimientos de formar gobierno con el centroizquierda. Pero Bersani y todos los exponentes de la izquierda de su partido los han rechazado, entendiendo que ese pacto no sería aceptado por sus votantes y que podría hundir electoralmente al PD, que ya defraudó bastante el pasado febrero, obteniendo un porcentaje bastante inferior al que le pronosticaban todos los sondeos.

Y aún respetando las formas, a quien ha tratado de atraerse una y otra vez el líder del centroizquierda ha sido al movimiento 5 Estrellas. Y no lo ha logrado. Beppe Grillo no ha accedido siquiera a hablar con él y no ha permitido que lo hiciera ninguno de los cuadros de su formación, confirmando la postura que defendió durante la campaña electoral, la de no llegar a acuerdo alguno con quien no aceptara la totalidad de su programa. Hasta el punto de que hace dos semanas descalificó sin contemplación alguna a los senadores de su formación que, ante el riesgo de que Renato Schifani, un distinguido secuaz de Berlusconi investigado por conexiones con Mafia, fuera elegido presidente del Senado, votaron al candidato del PD.

Aunque la decisión de Grillo causó inicialmente algún revuelo interno, esas tensiones parecen haberse apaciguado. Al parecer, los grillini, como muchos miembros del movimiento 5 Estrellas se llaman a sí mismos, siguen apoyando sin mayores fisuras la intransigencia política de su líder y su desprecio a la partitocracia y a sus prácticas, seguramente porque creen que esa actitud es la razón misma de ser de su movimiento.

Lo cierto es que si los senadores de 5 Estrellas no dan su confianza a Bersani, y los del Partido de la Libertad, a falta de un pacto con Berlusconi, tampoco, el líder del PD no será nombrado primer ministro. Todavía queda abierta una posibilidad: la de que repita algo parecido a lo ocurrido en 1994, cuando Berlusconi se convirtió en presidente del Gobierno por primera vez por un solo voto de diferencia a su favor en el Senado. Resultado que logró gracias a que unos pocos senadores se ausentaron en el último momento de la sala y a que tres democristianos, aún no se sabe a cambio de qué, decidieron traicionar a su pequeño partido y apoyar al hombre más rico de Italia.

Pero, aunque en la política italiana han ocurrido cosas más difíciles que esa, esta vez no parece muy posible. Sobre todo porque, siempre que los senadores de Mario Monti le apoyen, y eso está todavía por ver, Bersani debería cambiar la voluntad de al menos 20 señorías y eso parece demasiado. Con lo cual, lo más probable, y prácticamente seguro para buena parte de los analistas italianos, es que haya que ir a unas nuevas elecciones, como ocurrió en Grecia hace un año. Y con resultados que podrían no ser muy distintos. Cuando menos en lo que se refiere al éxito que Syriza, la izquierda radical griega, obtuvo en los segundos comicios, cuando se hizo con el 27% de los votos.

La hipótesis de que el movimiento 5 Estrellas mejore sus resultados de febrero y no sólo siga siendo el primer partido italiano, sino que también supere en escaños a las alianzas que el PD y que el PDL tienen con otras formaciones menores, ha aparecido como muy sólida en medios tan influyentes en el mundo de los negocios como el Financial Times y el Wall Street Journal.

Antes de que eso ocurra, o para evitar que ocurra, en el escenario político podrían pasar algunas cosas: que Bersani lograra un apoyo provisional, limitado a su nombramiento, en el Senado, y se lanzara a gobernar en minoría. O que fuera sustituido por su principal rival interno, el alcalde Florencia, Matteo Renzi, que intentaría mejorar las cosas. O que el presidente Napolitano tratara de formar un nuevo Gobierno de notables. Pero ninguna de esas soluciones tendría visos de durar mucho.

En definitiva, que la inestabilidad política italiana va a seguir siendo uno de los datos fundamentales del panorama de la UE. Y el día menos pensado –por ejemplo, si Grillo gana las elecciones– eso podría traducirse en un rechazo a las draconianas medidas de austeridad que Bruselas y Berlín están imponiendo a Italia, y que han convertido la recesión italiana en depresión económica. Veríamos entonces cómo reaccionaría Europa.

Por si las advertencias del presidente del Eurogrupo no fueran suficientes para inquietar a los mercados –Jeroen Dijssembloem ha dicho este lunes que en los próximos rescates europeos se podía dejar caer a los bancos, como se ha hecho en Chipre–, la política italiana parece disponerse a dar un nuevo susto. Se habla poco de lo que está ocurriendo en Italia, pero el bloqueo, sin que se atisben salidas convincentes, en que se encuentra el país transalpino tras unas elecciones que no han resuelto nada, es la mayor inquietud que pende sobre la maltrecha Unión Europea y sobre el euro mismo.

En síntesis, la situación es la siguiente: el Partido Democrático, de centroizquierda, encabezado por Pier Luigi Bersani, aún habiendo aventajado, junto a sus aliados, en sólo un 0,4% de los votos al Partido de la Libertad, la derecha que sigue dirigiendo Silvio Berlusconi, cuenta con una amplia mayoría de escaños en la Cámara, gracias a la generosa “prima de mayoría” que la actual ley electoral concede al vencedor de los comicios. Pero le faltan en torno a 20 votos para obtener la confianza del Senado, un requisito imprescindible para poder gobernar.