Carlos Elordi es periodista. Trabajó en los semanarios Triunfo, La Calle y fue director del mensual Mayo. Fue corresponsal en España de La Repubblica, colaborador de El País y de la Cadena SER. Actualmente escribe en El Periódico de Catalunya.
Malí puede terminar en desastre para el socialista Hollande
Por si no tenía bastante con el empeoramiento de la situación económica, el hundimiento en los sondeos, la presión de la patronal y la movilización de los católicos contra el matrimonio homosexual, François Hollande se ha lanzado también a hacer una guerra en Malí cuyas perspectivas, en el mejor de los casos, son inciertas. Y que reverdece, particularmente en el mundo islámico, la imagen de una Francia que, por encima de todo, defiende sus intereses en sus antiguas colonias, lo que despectivamente se conoce como la Françafrique, un modelo de explotación sórdido, que el programa electoral de Hollande se había propuesto erradicar.
No hay argumentos contundentes para explicar el giro de 180 grados que el presidente socialista francés ha vendido a su opinión pública como una decisión inevitable. Aunque se barajan distintas hipótesis, antes que ellas vienen los hechos. Uno es que tras la caída de Gadafi, miles de mercenarios malianos que habían combatido a sus órdenes regresaron, con sus armas, al Sahara del que procedían. Otro es que en esos territorios lleva actuando desde hace años la Al Qaeda magrebí. Un tercero es el levantamiento de los tuaregs, poblaciones -como, en general, todas las del norte- marginadas y maltratadas desde siempre por el Gobierno malí, hasta hace poco ejemplo de la democracia que Francia quería propiciar en África. Hace un año, todas esas fuerzas islamistas se unieron para hacerse con casi los dos tercios del territorio de la república. Y poco después, un golpe militar se hizo con el poder en la capital, Bamako.
Desde entonces, Hollande ha tratado de que la ONU impulsara una fuerza militar de intervención estrictamente africana y también de restablecer en el poder a los depuestos representantes elegidos, advirtiendo reiteradamente además que Occidente, y en particular Europa, corrían el riesgo de que un polvorín islamista se instalara en Mali, en una versión africana de los talibanes afganos. No logró plenamente ni lo uno ni lo otro. Pero hasta que, a primeros de enero, las fuerzas islamistas no lanzaron una ofensiva conjunta hacia el sur, no dejó de insistir en que Francia no iba a mandar a sus militares. El 11 de enero, Hollande modificó radicalmente de postura. Y aviones franceses empezaron a bombardear las posiciones islamistas, mientras 550 militares desembarcaban en el país: en dos o tres meses serán 2.500.
Paradójicamente ha sido un diario alemán, y encima de derechas, el Frankfurter Allgemeine Zeitung, el que más crudamente ha valorado ese giro: “Hollande es apenas reconocible. Ha decidido, de repente, en convertirse en señor de la guerra, olvidándose de su promesa de acabar con la Françafrique y con las reticencias de antigua potencia colonial”. Más de un diario francés ha apuntado a que Hollande quiere emular a Nicolás Sarkozy, un fantasma que sigue amenazado al presidente socialista, que se lanzó a la aventura libia para reconquistar algo de la popularidad perdida. Mali sería la Libia que Hollande habría escogido para subir un poco en los sondeos. Y no es de descartar que tanto él como su predecesor hayan recordado el éxito político interno que a Margaret Thatcher le supuso la invasión de las Malvinas en 1982.
El Frankfurter Algemeine y también el Financial Times, han subrayado un hecho adicional, no precisamente despreciable. Además de tener petróleo, gas natural, fosfato, cobre, bauxita y diamantes –todos ellos explotados por multinacionales occidentales-, Malí es un país fronterizo con Níger, de cuyo suelo empresas francesas extraen cantidades formidables de uranio gracias a las cuales la energía nuclear francesa todavía sigue siendo barata.
Como era de esperar, la derecha francesa apoya abiertamente la intervención en Malí, aunque no deja de aprovechar el asunto para erosionar aún más a Hollande. Insistiendo en los peligros que se ciernen sobre la operación militar y en el hecho de que ninguna otra potencia acompaña a Francia en esta iniciativa: “La gravedad de la situación no debe ser ocultada”, dice hoy el editorial del derechista Le Figaro: “Hay que prepararse para un conflicto amplio, de larga duración y plagado de riesgos, que Francia tiene que afrontar pero que no puede hacerlo sola”.
Pero no está claro que Hollande vaya a a tener aliados. Estados Unidos no ha querido implicarse en la operación, “porque no quiere verse arrastrado en un nuevo conflicto cuando está centrado en salir de la compleja guerra de Afganistán. Por eso tampoco quiere intervenir en Siria”, dice el Wall Street Journal. “El pasado verano Washington sopesó la posibilidad de una intervención directa en Malí”, apunta el Guardian. “Pero decidió que era demasiado arriesgada. Entre otras cosas porque el precedente intento norteamericano de crear un ejército maliense capaz de acabar con Al Qaeda se le volvió en contra cuando militares formados por los estadounidenses se pasaron a los rebeldes, llevándose sus armas y equipos y cuando un capitán, también entrenado por ellos, dio un golpe de estado en pasado mes de marzo”.
Alemania también ha querido quedarse al margen. Y aunque la mayoría de la prensa francesa, incluido el izquierdista diario Liberation, -no así el dirigente de la izquierda radical Jean Luc Melenchon- ha coincidido en que Hollande no tenía más remedio que intervenir, el que más o el que menos no las tiene todas consigo. “Para una parte de la opinión árabo-musulmana –ha escrito Le Monde- la intervención es una expresión de neocolonialismo, que además alimenta el odio que los grupos islamistas tienen hacia Francia y pone en riesgo la suerte de los siete rehenes franceses que están en manos de la Al Qaeda del Magrebe. Se sabe como empiezan estas actuaciones militares, pero nunca se sabe como terminan. O, mejor, se sabe que la mayor parte de ellas han terminado muy mal”. ¿También para Hollande y su presidencia socialista?
Sobre este blog
Carlos Elordi es periodista. Trabajó en los semanarios Triunfo, La Calle y fue director del mensual Mayo. Fue corresponsal en España de La Repubblica, colaborador de El País y de la Cadena SER. Actualmente escribe en El Periódico de Catalunya.