Carlos Elordi es periodista. Trabajó en los semanarios Triunfo, La Calle y fue director del mensual Mayo. Fue corresponsal en España de La Repubblica, colaborador de El País y de la Cadena SER. Actualmente escribe en El Periódico de Catalunya.
El papa se lanza contra la curia romana
Si los planes del papa Francisco se llevan a la práctica, la estructura del poder vaticano sufrirá una reforma que no tiene precedentes, hasta el punto de que podría desaparecer, al menos tal y como hoy se conoce. Esa reforma que sus antecesores, particularmente Juan Pablo II y Benedicto XVI, se negaron a llevar a cabo, tuvo este lunes un anuncio imprevisto pero sonado. En la tradicional salutación vaticana, y delante de casi todos los exponentes de ese poder, la llamada curia romana, el papa argentino se despachó con ese colectivo en unos términos durísimos y de los que difícilmente podrá echarse atrás.
Acusó a los miembros de la curia de “Alzheimer espiritual”, “esquizofrenia existencial”, “petrificación mental y espiritual”, “terrorismo de habladurías”, “enfermos de rostro fúnebre” y denunció su “arribismo”, su “arrogancia”, su “hipocresía de una vida oculta y a menudo disoluta”, su “persecución de una gloria vana”, su “vacío espiritual”, su “mediocridad”, su “maledicencia”, y también ser “asesinos a sangre fría del buen nombre de sus colegas”.
Más de un analista considera que sus palabras del lunes han sido una declaración de guerra. Pero el proceso de reformas ya lleva un tiempo en curso. En efecto, pocos meses después de su llegada al trono papal, Francisco I reformó a fondo el Instituto de Obras Religiosas (el IOR), desde hace décadas sospechoso de todo tipo de prácticas corruptas y de blanqueo de capitales. También encargó una auditoría externa de la gestión del Vaticano y renovó prácticamente todas las instancias de su poder económico, algunas de las cuales han ido a manos de laicos.
Aparte de sus mensajes totalmente novedosos en torno a la homosexualidad y el matrimonio de los clérigos, parece claro que el objetivo del nuevo papa es sanear drásticamente el funcionamiento de su Iglesia a fin de recuperar el terreno que el catolicismo ha perdido frente a otras religiones, en particular en Latinoamérica, que hasta hace pocas décadas era su principal bastión, tras la crisis que, desde hace más de medio siglo sufren la práctica y la influencia católica en Europa.
Una de las claves de esa reforma es que las iglesias nacionales, los laicos y las mujeres adquieran un protagonismo creciente en la conducción de los asuntos generales. Para ello sería imprescindible que la curia romana perdiera mucho de su poder actual. El papa argentino ya ha dado algunos pasos en esa dirección, pero el proceso está resultando más lento de lo previsto y es posible que la dureza del ataque de este lunes tenga mucho que ver con las maniobras de resistencia que la curia podría estar llevando a cabo para frenar los planes del pontífice. En todo caso, el momento decisivo de la batalla que estaría en curso sería el sínodo o asamblea general de obispos que tendrá lugar en octubre de 2015.
Si los planes del papa Francisco se llevan a la práctica, la estructura del poder vaticano sufrirá una reforma que no tiene precedentes, hasta el punto de que podría desaparecer, al menos tal y como hoy se conoce. Esa reforma que sus antecesores, particularmente Juan Pablo II y Benedicto XVI, se negaron a llevar a cabo, tuvo este lunes un anuncio imprevisto pero sonado. En la tradicional salutación vaticana, y delante de casi todos los exponentes de ese poder, la llamada curia romana, el papa argentino se despachó con ese colectivo en unos términos durísimos y de los que difícilmente podrá echarse atrás.
Acusó a los miembros de la curia de “Alzheimer espiritual”, “esquizofrenia existencial”, “petrificación mental y espiritual”, “terrorismo de habladurías”, “enfermos de rostro fúnebre” y denunció su “arribismo”, su “arrogancia”, su “hipocresía de una vida oculta y a menudo disoluta”, su “persecución de una gloria vana”, su “vacío espiritual”, su “mediocridad”, su “maledicencia”, y también ser “asesinos a sangre fría del buen nombre de sus colegas”.