Carlos Elordi es periodista. Trabajó en los semanarios Triunfo, La Calle y fue director del mensual Mayo. Fue corresponsal en España de La Repubblica, colaborador de El País y de la Cadena SER. Actualmente escribe en El Periódico de Catalunya.
La prensa extranjera ve negro el futuro de España
España ha dejado de interesar a los periódicos extranjeros de referencia y cuando alguno se ocupa de nosotros no es precisamente para decir cosas buenas. Desde hace ya bastantes meses, sólo muy esporádicamente aparecen informaciones relativas a nuestro país. Con la excepción de las deportivas y, sobre todo, de las futbolísticas, en las que seguimos siendo una fuente de primer orden, aunque puede que no tanto como hace un año o dos. Después de haber concentrado la atención mundial cuando parecía que estábamos a punto de quebrar y de arrastrar con nosotros al euro hasta el abismo, se diría que ahora se ha establecido una especie de consenso de que la suerte de España está echada y de que estamos condenados al ostracismo económico, al estancamiento y a la deflación por mucho tiempo. Y eso ha dejado de ser noticia.
Los grandes diarios económicos han recogido más o menos puntualmente las optimistas declaraciones sobre nuestro inmediato futuro económico que nuestro Gobierno viene prodigando desde hace algunas semanas. Pero en todas esas ocasiones sin añadir la mínima valoración por parte de las redacciones, lo cual podría hacer pensar que el triunfalismo oficial español no ha hecho aún mella por esos pagos. Aún más: en algunos medios europeos la noticia de que el paro registrado ha crecido en septiembre ha tenido tanto relieve como el descenso de la prima de riesgo. Y los poquísimos análisis sobre la economía española que se han publicado en los últimos meses están todos teñidos por el convencimiento de que nuestra situación no va a mejorar significativamente en unos cuantos años.
El último de ellos era el que publicaba la pasada semana el Financial Times. El 3 de octubre Nouriel Roubini se preguntaba en el parisino Les Echos si la tranquilidad que registran en estos momentos los mercados financieros no será el presagio de una nueva tormenta, y añadía: “Lo prueba la actual crisis política italiana: si la zona del euro ha conocido la calma en estos últimos meses, la resistencia de los pueblos a la austeridad la fragiliza. Sobre todo, porque las causas estructurales de la crisis siguen estando presentes”.
Unos días antes, ese mismo diario titulaba: “El proceso de unión bancaria europea tiembla sobre sus bases”. Y el analista del banco japonés Nomura añadía en el texto: “El problema está, sobre todo, en España y en Italia, porque en esos países el mercado inmobiliario está en caída libre”. Wolfgang Munchau, uno de los más destacados columnistas del Financial Times no deja de insistir desde hace meses en esa debilidad fundamental de la economía española (que, por cierto, ignoran todos los grandes medios de nuestro país, tal vez porque no pocos de ellos estén en manos de los bancos).
A principios de septiembre, Paul Krugman reverdecía en su blog del New York Times –el diario que hace un año abrió su edición con la foto de ciudadanos españoles rebuscando comida en cubos de la basura– su ya antigua tesis de que sólo un largo periodo de deflación, es decir, de caída de precios y salarios, permitirá reducir las actuales tasas españolas de paro. Sólo que en esta ocasión añadía un dato un tanto sobrecogedor: ese terrible esfuerzo sólo dará como resultado, y dentro de unos cuantos años, una tasa de paro del 15% o de algo menos.
El pesimismo sobre la suerte de la economía española impregna las cada vez más escasas informaciones que la prensa alemana dedica a nuestro país. La semana pasada el Frankfurter Allgemeine Zeitung titulaba “En España se trabaja hasta el agotamiento”, en referencia a la cantidad de jubilados, sobre todo en las zonas rurales, que siguen haciendo trabajos extenuantes porque la pensión que reciben no les da para vivir. “Crisis financiera española. Vacío plomizo” era el titular del reportaje que el Suddeutsche Zeitung dedicaba a Ciudad Valdeluz (Guadalajara), una urbanización fantasma que surge en el centro de La Mancha y de la que no se ha vendido un solo piso. “España sueña con el programa europeo de rescate bancario. Pero su economía sigue siendo muy frágil aunque hayan crecido las exportaciones”, escribía el 1 de octubre Le Monde.
Algunas reseñas de informaciones sobre asuntos no estrictamente económicos pueden dar una idea sobre la percepción que por ahí fuera se tiene de cómo está nuestro país en todos los frentes. “La sangría de España”, titulaba hace unas semanas The Guardian su análisis sobre la situación de nuestro mercado del arte. Y decía: “El país ha gastado una fortuna para tratar de colocarse en el centro del mundo del arte. Pero hoy sus mejores artistas se van. España sufre una crisis de la cultura”. Y así titulaba ese mismo diario tras el accidente ferroviario de Santiago: “Décadas de errores han llevado a la tragedia”. Y añadía: “El accidente tiene sus raíces en un periodo en el que España apostó por el sueño del dinero fácil y de los trenes rápidos”.
Si a esos apuntes se añaden la pésima impresión que en la prensa mundial han causado las informaciones en torno al escándalo Bárcenas y a la corrupción, en general, y la que afecta a la Casa Real, en particular, y la sensación de que existe el serio riesgo de que Cataluña pueda separarse de España –hipótesis que varios diarios europeos han dado por hecha, sin profundizar demasiado en el asunto–, se comprenderá que la imagen de nuestro país –la “Marca España”– no está en su mejor momento. Hasta el punto de que el fracaso de la candidatura olímpica de Madrid no ha generado comentario alguno: porque nadie creía que tuviera la mínima posibilidad de tener éxito.
España ha dejado de interesar a los periódicos extranjeros de referencia y cuando alguno se ocupa de nosotros no es precisamente para decir cosas buenas. Desde hace ya bastantes meses, sólo muy esporádicamente aparecen informaciones relativas a nuestro país. Con la excepción de las deportivas y, sobre todo, de las futbolísticas, en las que seguimos siendo una fuente de primer orden, aunque puede que no tanto como hace un año o dos. Después de haber concentrado la atención mundial cuando parecía que estábamos a punto de quebrar y de arrastrar con nosotros al euro hasta el abismo, se diría que ahora se ha establecido una especie de consenso de que la suerte de España está echada y de que estamos condenados al ostracismo económico, al estancamiento y a la deflación por mucho tiempo. Y eso ha dejado de ser noticia.
Los grandes diarios económicos han recogido más o menos puntualmente las optimistas declaraciones sobre nuestro inmediato futuro económico que nuestro Gobierno viene prodigando desde hace algunas semanas. Pero en todas esas ocasiones sin añadir la mínima valoración por parte de las redacciones, lo cual podría hacer pensar que el triunfalismo oficial español no ha hecho aún mella por esos pagos. Aún más: en algunos medios europeos la noticia de que el paro registrado ha crecido en septiembre ha tenido tanto relieve como el descenso de la prima de riesgo. Y los poquísimos análisis sobre la economía española que se han publicado en los últimos meses están todos teñidos por el convencimiento de que nuestra situación no va a mejorar significativamente en unos cuantos años.