Carlos Elordi es periodista. Trabajó en los semanarios Triunfo, La Calle y fue director del mensual Mayo. Fue corresponsal en España de La Repubblica, colaborador de El País y de la Cadena SER. Actualmente escribe en El Periódico de Catalunya.
Son cada vez más los que quieren acabar con el euro
El rechazo al euro es una propuesta política que crece en algunos de los principales socios de la Unión. Lo defienden los principales partidos ultranacionalistas pero es también, o cuando menos lo era hasta hace muy poco, una reivindicación del Movimiento 5 Estrellas de Beppe Grillo –que sigue a la cabeza de los sondeos electorales italianos–, del Frente de Izquierdas francés que lidera Jean-Luc Mélenchon y empieza a encontrar su espacio en el interior de unas cuantas formaciones de izquierdas, aparte de tener un cierto eco en ambientes centristas, de derechas e incluso del mundo de los negocios. Hace pocas semanas el embajador de Donald Trump ante la UE pronosticaba que a la moneda única le quedaba un año y medio de vida. Seguramente la cosa no es tan inminente, pero no hay que descartar que el debate sobre la supervivencia del euro se convierta en un asunto prioritario dentro de muy poco tiempo.
Grecia puede ser el escenario del primer capítulo de ese drama y hasta el desencadenante de una crisis de difícil solución al respecto. Porque el país está de nuevo al borde de la bancarrota y los países fuertes de Europa –con Alemania y Francia a la cabeza– exigen a Atenas nuevos sacrificios a cambio de prestarle el dinero necesario para salir del agujero: más impuestos, cuando buena parte de la clase media ya no puede pagar los actuales; más recortes de pensiones, que son ya de miseria, de hasta el 30% adicional; la liberalización de los despidos colectivos; el cese de 50.000 funcionarios, entre otros. De la condonación de una parte de la deuda del país ni se habla.
Tal y como está el panorama, en plena recesión, con desempleo masivo y salarios bajo mínimos, los griegos no pueden aceptar un paquete como ese. Lo dice todo el mundo, incluidos no pocos observadores extranjeros. Y también debe saberlo Alexis Tsipras, cada vez más abajo en los sondeos, aunque haga todo lo posible por no pronunciarse al respecto.
¿Qué hacer entonces? Alexis Papachelas, director ejecutivo de Ekathimerini, un diario conservador muy bien informado, daba una pista esta semana: “Hay muchos rumores sobre la posibilidad de que este verano se convoque un referéndum sobre la permanencia de Grecia en la eurozona. Ese plebiscito se produciría en un clima de intenso sentimiento antieuropeo. La verdad es que hay políticos más próximos al planeta dracma (la antigua moneda griega) que al euro en todos los partidos. Y una parte muy amplia de la opinión pública está tan enfadada como lo estaba en 2011-2012 (cuando se convocó otro referéndum al respecto). La diferencia es que en ese pueblo que está desesperado y que cree no tiene nada que perder incluso si el país cae en el abismo hay cada vez más miembros de la clase media”.
Entre los analistas europeos existía hasta ahora el consenso de que Grecia no iba a ser noticia al menos hasta después de que se celebraran las elecciones alemanas de septiembre. De que hasta entonces nada iba a moverse, pues Berlín, el verdugo de los griegos pero también quien tiene la llave para, al menos, paliar sus problemas, no daría ningún atisbo a la esperanza por temor a que eso alimentara aún más las posibilidades de la ultraderecha alemana. Un referéndum griego como el que apunta Papachelas podría desbaratar esos pronósticos. Porque los griegos podrían decidir salirse del euro y abrir de golpe una crisis en la moneda única que especialistas muy creíbles opinan que sería un golpe muy fuerte que desencadenaría efectos incontrolables en los mercados financieros.
A la espera de noticias al respecto, el 15 de marzo habrá elecciones generales en Holanda y, según todos los sondeos, éstas convertirán al PVV, la formación ultranacionalista y xenófoba de Geert Wilders, en el primer partido en el parlamento. Wilders propone que Holanda abandone el euro y la Unión Europea. Con los 29 diputados que le dan las encuestas –sobre un total de 150–, no va a formar gobierno y lo más probable es que una derecha cada vez más xenófoba y el centro –los socialdemócratas pueden perder más de la mitad de sus votos y caer de 36 a 12 escaños– se coaligarán a tales efectos. Pero también es muy probable que los mensajes del PPV influyan mucho en las decisiones de ese gobierno. Es decir, que tras el 15 de marzo Holanda no va a contribuir precisamente a la causa del euro.
La otra gran cita sobre el futuro de la moneda única tendrá lugar en Francia, el 23 de abril y el 7 de mayo, fechas de la primera y segunda vuelta de las elecciones presidenciales. Hay un consenso generalizado de que la líder ultraderechista Marine Le Pen ganará la primera ronda y hay más incertidumbre sobre quién le disputará la presidencia dos semanas después. Emmanuel Macron, exministro de Hollande, y rampante expresión de un nuevo centro neoliberal, tiene muchas papeletas para conseguirlo. Y también para conquistar la presidencia, pues se cree que la derecha y los socialistas le apoyarán para frenar a Le Pen.
Pero cada vez son más los expertos que dicen que esa fórmula no es necesariamente ganadora, que el hartazgo de la opinión pública con la vieja política puede darle una opción a la candidata ultraderechista. Lo más probable es que no ocurra y que una mayoría de franceses se niegue a propiciar una aventura tan arriesgada como la del Front National. Pero lo que parece seguro es que si Le Pen gana Francia enfilará el camino del abandono del euro y de la UE. Porque ese es un punto principal, y parece que muy movilizador, de su programa. Y se Francia se va, el euro se acaba.
Además de los ya citados, la ultraderechista Alianza por Alemania, que puede obtener entre un 8 y un 10% de los votos en septiembre, es otro de los enemigos jurados de la moneda única, “un error histórico” según sus dirigentes. Últimamente Beppe Grillo habla poco del asunto, pero la vuelta a la lira sigue estando en su programa. La lista podría ampliarse, aunque no precisamente a los países del este europeo. En todo caso, y con la excepción de Mélenchon y los comunistas franceses, entre otras de menor rango, de ella están ausentes las formaciones de izquierda, tanto socialdemócratas como radicales.
En esos ámbitos no se discute la utilidad del euro. Cuando menos oficialmente, que en privado hay debate al respecto. Costas Lapavitsas, exdiputado de Syriza y hoy crítico tanto con Tsipras como Varufakis, decía el jueves en eldiario.es en una entrevista con Sandra Lázaro: “Para empezar a hacer políticas alternativas a la austeridad hay que salir del euro. El primer paso para la izquierda es decir que la unión monetaria tiene que terminar”.
El rechazo al euro es una propuesta política que crece en algunos de los principales socios de la Unión. Lo defienden los principales partidos ultranacionalistas pero es también, o cuando menos lo era hasta hace muy poco, una reivindicación del Movimiento 5 Estrellas de Beppe Grillo –que sigue a la cabeza de los sondeos electorales italianos–, del Frente de Izquierdas francés que lidera Jean-Luc Mélenchon y empieza a encontrar su espacio en el interior de unas cuantas formaciones de izquierdas, aparte de tener un cierto eco en ambientes centristas, de derechas e incluso del mundo de los negocios. Hace pocas semanas el embajador de Donald Trump ante la UE pronosticaba que a la moneda única le quedaba un año y medio de vida. Seguramente la cosa no es tan inminente, pero no hay que descartar que el debate sobre la supervivencia del euro se convierta en un asunto prioritario dentro de muy poco tiempo.
Grecia puede ser el escenario del primer capítulo de ese drama y hasta el desencadenante de una crisis de difícil solución al respecto. Porque el país está de nuevo al borde de la bancarrota y los países fuertes de Europa –con Alemania y Francia a la cabeza– exigen a Atenas nuevos sacrificios a cambio de prestarle el dinero necesario para salir del agujero: más impuestos, cuando buena parte de la clase media ya no puede pagar los actuales; más recortes de pensiones, que son ya de miseria, de hasta el 30% adicional; la liberalización de los despidos colectivos; el cese de 50.000 funcionarios, entre otros. De la condonación de una parte de la deuda del país ni se habla.