En la película Twister, de 1996, los protagonistas corrían en busca de los tornados más violentos mientras la población de Oklahoma afectada hacía lo propio en dirección contraria para ponerse a salvo. A algo parecido que aquellos Jo Harding y Bill Reeves de la ficción, pero en este caso con atascos, se dedican personas como el físico Michael Schreckenberg, profesor de la Universidad de Duisburg-Essen que colabora con Audi en los modelos de tráfico en que se basa el sistema Traffic Jam Pilot que estrena el nuevo A8.
Este asistente para circular en autopistas congestionadas –por debajo de 60 km/h– sin intervención del conductor sitúa al buque insignia de la marca alemana en un nivel 3 de conducción automatizada “condicionada”, es decir, en la que aquél debe permanecer alerta por si el vehículo exige que retome el control.
Como los personajes interpretados por Helen Hunt y Bill Paxton, Schreckenberg y los ingenieros de Audi que han participado en el desarrollo de esta tecnología buscan atascos que estudiar en tanto el resto de la gente normal se las ingenia como puede para evitarlos. Aunque no hay nada como verlos desde el aire, y a una altura moderada, para comprender mejor sus dinámicas, y aquí el invento imbatible es un dirigible, que vuela bajo y despacio.
A bordo del WDR 4, que realiza excursiones turísticas por el cielo de Düsseldorf, y gracias las sabias indicaciones de Schreckenberg, hemos podido asistir a la frenética actividad que despliega, allí abajo, el género humano con sus diversos medios de locomoción, en un remedo del continuo ir y venir de las hormigas visto desde nuestra altura de hombres.
Pero, como afirma el físico –coautor del modelo Nagel-Schreckenberg, que explicó por primera vez cómo se forman los atascos–, el hombre tiene mucho que aprender de la forma de desenvolverse de las hormigas, que es colaborativa y razonable mientras la suya se caracteriza a menudo por la falibilidad, el egoísmo y hasta la mala idea.
Según el profesor, entre el 15% y el 20% de los atascos pueden evitarse porque “son el resultado directo del ego”, y en este campo el asistente de Audi puede contribuir, en su opinión, a reducir los embotellamientos dado que elimina el factor humano de la ecuación.
Entre los factores objetivos que favorecen la congestión de tráfico hay que mencionar las obras en la calzada, los accidentes y fenómenos meteorológicos diversos. Eso sin contar la propia sobrecarga de la vía, en la que influyen decisivamente las conexiones, las incorporaciones y las pendientes. “El tráfico se ralentiza aquí. Cuando un coche se detiene, se forma una onda de reserva. Lo perjudicial para el tráfico es que estas áreas actúan como bombas y crean una onda tras otra”, señala Schreckenberg.
Esto último es pura física, pero luego entra en acción la psicología. El conductor metido en un tapón solo ve a los coches que le preceden, no recuerda a los que ha sobrepasado. Por eso cree estar siempre en el carril equivocado. Hagas lo que hagas, recuerda el experto, “la velocidad media en un atasco es 10 km/h, sin importar el carril”.
Sus consejos para reducir las congestiones y sus efectos económicos –100.000 euros cuesta un atasco de cuatro kilómetros durante tres horas– se resumen así: “Ceder el paso. Mantener las formaciones. Poner la atención, también, en lo que sucede detrás de nosotros. Dejar espacio suficiente al volver al carril derecho después de adelantar. Y descansar, porque los conductores estresados son ineficientes y agresivos”.