En los últimos tiempos, el año 2035 se va perfilando como la fecha clave en la transición del motor de combustión hacia fórmulas más ecológicas. Países, empresas y consumidores se verán entonces abocados -ya de manera, digamos, definitiva- a cambiar su forma de pensar y actuar para adaptarse a los cambios en curso, entre otras razones porque, al menos a nivel europeo, ese será el momento en que se ponga punto final a la producción y venta de coches de combustión interna.
El drástico anuncio realizado por la Unión Europea marca, naturalmente, un antes y un después en nuestra manera de movernos y fuerza al sector de la automoción a transformar radicalmente su hoja de ruta, en la que todos los procesos habrán de tener como base la sostenibilidad.
El cambio de paradigma se remonta a un hito fundamental como fue la firma del Acuerdo de París, en septiembre de 2015, por parte de 193 países de todo el mundo, incluida España. En él se establecían las bases para un futuro sostenible, además de una guía para erradicar la pobreza, proteger el planeta y asegurar la prosperidad. En el pasado foro de Davos de 2020 se dio un paso más allá con el manifiesto del “propósito universal de las empresas en la cuarta revolución industrial”, un documento que reafirma el compromiso empresarial en cumplir con los objetivos ambientales pactados.
Por supuesto, tales compromisos implican cambios profundos en una industria clave para el devenir de Europa y de España. El automóvil representa más del 10% del PIB y el 19% de las exportaciones de nuestro país, y la cadena de valor social que aporta es fundamental pues genera más de dos millones de empleos directos e indirectos. Se trata, pues, de un sector estratégico que tiene ante sí una serie de desafíos de considerables magnitudes. Sernauto, la Asociación Española de Proveedores de Automoción, los ha resumido en cuatro:
1. Renovación del parque de vehículos. El primer reto no es otro que rejuvenecer uno de los parques automovilísticos más envejecidos del continente. Los planes de ayuda estatales a la compra de vehículos sostenibles se antojan, en este sentido, un paso crucial. Diversas encuestas muestran que un 57% de los usuarios estaría dispuesto a cambiar sus hábitos de compra para reducir el impacto que la movilidad tiene sobre el medio ambiente.
2. Eliminación de los motores de combustión. La retirada de los vehículos térmicos debe acompañarse de una red de recarga eléctrica viable y eficaz, indica Sernauto. La producción de energía verde es otro reto esencial con vistas al objetivo de emisiones neutras del sector. En la actualidad ya existen diversos programas para incentivar la infraestructura de recarga, como el que ha puesto en marcha el Centro Tecnológico de Automoción de Galicia (CTAG) liderando el proyecto ALMA para desarrollar una estructura más sostenible y eficiente para el vehículo eléctrico.
3. Reaprovechamiento de los componentes. El reciclaje y el reaprovechamiento de los componentes resultará clave para alcanzar los ambiciosos planes ambientales europeos, pero el sector de la automoción tiene un largo historial en el reciclaje, refabricación y reutilización de piezas. La economía circular ya permite recuperar hasta el 95% de las partes de un coche, que vuelven a emplearse en la misma industria o se destinan a otros sectores comerciales o aplicaciones.
4. Innovación y desarrollo de nuevas tecnologías. La red de recarga y la autonomía son los problemas fundamentales a los que habrá que dar solución durante los próximos años. A tal fin deberán dedicarse grandes esfuerzos en innovación y desarrollo de tecnologías que todavía no están con nosotros.
En este punto cabe mencionar que el automóvil es uno de los sectores que más invierte en el vital proceso de I+D+i. La innovación y el desarrollo de nuevos sistemas y tecnologías están profundamente arraigados en la industria, como demuestra el hecho de que esta invierte el triple de la media nacional, un 4% de su facturación, porcentaje que además podría duplicarse durante los próximos años.
La patronal de los proveedores de componentes aboga por la colaboración de naciones, gobiernos, empresas y consumidores para llegar al buen puerto de la movilidad sostenible o libre de emisiones. En cuanto a la financiación de la I+D+i, debe darse y recibirse, en su opinión, “con la máxima transparencia posible”. A ese respecto resulta fundamental que Administración y empresas se pongan de acuerdo para regular tales acuerdos, y de su buen hacer se derivarán grandes logros no solo para el medio ambiente, sostiene, sino también para la sociedad.