Los que amamos el silencio como una de las más bellas melodías nos las prometíamos muy felices con la popularización del vehículo eléctrico e híbrido. Además de descarbonizar el aire que respiramos, la nueva movilidad permitía soñar con un nivel de ruido mucho menor del que se padece hoy en las grandes ciudades, una fuente de contaminación tan perniciosa como la de carácter atmosférico.
En efecto, el ruido es mucho más que molestia: un estudio de la agencia de salud pública de Ontario (Canadá) concluye que el emitido por los coches contribuye significativamente a intensificar la demencia, un síndrome que afecta a más de 47 millones de personas en todo el mundo. Cuatro artículos científicos muy recientes relacionan el ruido del tráfico con respuestas de estrés que incrementan la probabilidad de infarto, diabetes tipo II, sobrepeso y estados depresivos.
Pues bien, la utopía de la ciudad libre de ruido del tráfico lleva camino de esfumarse antes de comenzar porque la Unión Europea obligará a que, a partir de 2021, todos los eléctricos que salgan al mercado emitan algún tipo de sonido artificial que advierta de su presencia, con el fin de evitar atropellos. El dispositivo AVAS (sistema de alerta acústica de vehículos) se activará por debajo de 20 km/h o a ocho metros de distancia del peatón. Por encima de esa velocidad, la simple rodadura del coche ya es perceptible, si bien colectivos como la asociación alemana de Ciegos e Impedidos Visuales reclaman que el sistema funcione hasta los 30 km/h.
La norma especifica que el sonido deberá ser similar al que emite un motor convencional de combustión y tendrá una intensidad comprendida entre los 56 y los 75 decibelios. Además, tendrá que ser capaz de modificar su frecuencia hasta los 1.600 hercios para que puedan escucharlo adecuadamente las personas mayores.
La nueva reglamentación europea sigue los pasos de la que ha aprobado en Estados Unidos la Administración Nacional de Seguridad del Tráfico, que impone la alerta obligatoria también hasta 20 km/h, y aplica un principio que la mayoría tenemos interiorizado cuando pensamos en otro tipo de vehículos silenciosos que se mueven a baja velocidad. Los tranvías suelen hacer sonar una campanilla al circular, y el timbre de las bicicletas cumple la misma función de hacer nota la presencia de un modo de transporte carente de motor, aunque aquí se precise de la voluntad del conductor para accionarlo.
Qué han hecho los fabricantes hasta el momento
Los fabricantes de vehículos llevan años previendo cómo adaptarse a unas directrices en pro de la seguridad cuya aprobación era solo cuestión de tiempo. Nissan fue pionera en este campo al presentar en el Salón de Tokio de 2017 su sistema Canto (puedes escucharlo aquí), que no se limitaba además a poner un sonido al coche, sino que también modificaba su melodía y su tono en función de si éste estaba acelerando, frenando o circulando marcha atrás; es decir, buscaba ofrecer al viandante la misma información de que dispone hoy cuando escucha el ruido de un coche con motor de combustión.
Maserati, que habló en nombre de muchas marcas de deportivos cuando afirmó que los vehículos eléctricos acabarían con uno de los mayores atractivos de esta clase de coches, el ruido –para muchos adictivo– de sus motores, tendrá que trabajar ahora, al igual que sus homólogos, en encontrar el sonido artificial que no solo cumpla la normativa, sino que también permita identificar a sus modelos y distinguirlos de los de la competencia. Un desafío nada sencillo en el que se van a involucrar legiones de ingenieros de sonido y otros profesionales de este ámbito.
Jaguar no ha esperado a la entrada en vigor de la norma europea para dotar a su SUV eléctrico I-Pace de su propio sistema AVAS, que ha sido testado por miembros de la asociación Guide Dogs for the Blind (Perros guía para personas con discapacidad visual), la organización benéfica más destacada del Reino Unido de afectados por pérdidas de visión. El sonido del I-Pace se emite desde un altavoz situado detrás de la parrilla delantera, puede oírse en cualquier dirección y no puede desconectarse, como es preceptivo según la UE. Aumenta de tono y volumen según el grado de aceleración y dependiendo de si se circula marcha atrás, y cuenta con una variedad específica que anuncia los cambios de dirección.
Los ingenieros de Jaguar dedicaron cuatro años a desarrollar este dispositivo de modo que el aviso acústico resultase audible y discreto, pero imperceptible desde el habitáculo. En un principio, cuenta la marca británica, se inspiraron en los sonidos de las naves espaciales que hemos escuchado en películas de ciencia ficción como Blade Runner o Gattaca. Hasta que descubrieron que los peatones miraban al cielo y no a la carretera cuando se acercaba el vehículo que emitía semejante ruido...
A este respecto, el prestigioso IRCAM (Instituto de Investigación y Coordinación Acústico/Musical) de París, creado por el compositor Pierre Boulez en 1977, ha comprobado que los sonidos semejantes a zumbidos y los que recuerdan a los de un motor o un tubo de escape son más aceptables que, por ejemplo, la campanilla de un tranvía o los pitidos, tan molestos para la mayoría.
En cuanto a los modelos futuristas de las películas, el IRCAM indica que su sonido puede ser verosímil, en el sentido de que permite identificarlo como perteneciente a un coche que se acerca, pero resulta demasiado dramático para un vehículo de uso diario. No hay duda de que, con los eléctricos comercializados a partir de 2021, hablaremos del ruido y sus matices más de lo que lo hemos hecho nunca hasta ahora.