Al volante del Mazda3: qué tiene (además de su diseño) que te dejará con la boca abierta

Paula Ulloa / Jorge Castro

¿Qué tiene el Mazda 3 que atrae todas las miradas? Basta dejarlo aparcado cinco minutos y, al regresar, es raro no encontrarse con alguien deleitándose en su contemplación. Las personas jóvenes suelen fijarse en su zaga musculosa y singular, precedida por un pilar trasero sólido que es seguramente el rasgo que más llama la atención en la carrocería de esta cuarta generación del coche. A las de más edad parece seducirles el frontal afilado y elegante, y todas reciben a quien se acerca con el mando en la mano con un cabeceo de aprobación y, tal vez, de sana envidia. El cada vez más apreciado color Soul Red Crystal de la unidad de pruebas es la guinda visual a un pastel bien suculento.

Por si lo habíamos olvidado, un primer vistazo al nuevo Mazda3 nos muestra la etiqueta ECO que luce en la luna delantera, merced a la tecnología microhíbrida de 24 voltios que se estrena en este modelo, y que supone la primera incursión de Mazda en el mundo de la electrificación. Esta tecnología permite reducir el consumo de combustible y recuperar, durante las deceleraciones, la energía necesaria para alimentar el motor eléctrico auxiliar que asiste al de combustión, en este caso un motor de gasolina Skyactiv-G de 122 caballos asociado a un cambio manual de seis velocidades. La batería que almacena esa energía, de ion litio, se monta entre las ambos ejes para evitar pérdidas de espacio interior y de capacidad de carga (358 litros).

A estas alturas, no es necesario insistir demasiado en el plus de libertad que otorga disponer del distintivo ECO cuando, como es el caso, la prueba del vehículo tiene lugar en Madrid y se necesita acceder a lugares de la ciudad restringidos al tráfico. En su funcionamiento, el sistema híbrido que da derecho a esa catalogación de la DGT pasa inadvertido al usuario, que puede concentrarse tranquilamente en la conducción y disfrutar de la unión armónica entre hombre y máquina a la que aspira la marca japonesa según el concepto de su cultura tradicional conocido como Jinba Ittai, la unidad entre caballo y jinete.

A esta noción se une la del diseño KODO, que se aplica tanto al exterior como al interior y, en este último caso, comprende texturas, ajustes de materiales y una ergonomía muy estudiada con los que se busca ofrecer a los pasajeros una sensación de bienestar a bordo. Viajar es en ocasiones fatigoso para la espalda, pero los asientos del Mazda3 se han desarrollado con mimo en lo que a forma y cinemática se refiere para que el conductor llegue a destino como si nada hubiera pasado.

6,5 litros por cada 100km

Al mismo propósito de bienestar sirve el funcionamiento de un motor de gasolina caracterizado por una extraordinaria suavidad que no está reñida con una respuesta que, si no se puede considerar (ni lo pretende) brillante, resulta más que satisfactoria y segura en cualquier situación del tráfico. Salvo que el régimen de giro decaiga en exceso, el coche recupera velocidad fácilmente incluso en marchas largas, lo cual evita estar pendiente en todo momento de la palanca de cambios. El consumo, siempre contenido, se mueve en un margen entre los 6,5 y los 7 litros de media cada 100 kilómetros, según se circule más en ciudad o en carretera.

Para mejorar un comportamiento que ya era modélico en las generaciones anteriores del Mazda3, la marca se enfrentaba a un reto que ha resuelto con nota. Ahora, su modelo compacto presenta las mismas cualidades dinámicas y es igual de predecible y noble en sus reacciones, pero lo hace tratando con mayor dulzura a los ocupantes y ofreciendo más precisión al conductor en su guiado. Es de mucha ayuda en este apartado el nuevo sistema G-Vectoring Control, que ajusta la entrega del par motor para mejorar la estabilidad del coche, especialmente en curvas, y aumentar el confort de marcha en general.

Para el habitáculo se ha apostado por un ambiente limpio, que incida en la sensación de placer a bordo mencionada anteriormente y no distraiga con elementos ociosos al conductor.  La información más relevante se agrupa en un tablero de instrumentos de 7 pulgadas y casi enteramente analógico, y las funciones de navegación, sonido e infoentretenimiento se manejan a través de la pantalla central de 8,8 pulgadas. Además, a quien se sienta al volante se le presentan delante de los ojos los datos básicos que debe tener en cuenta por medio del head-up display, de serie en toda la gama.

Al evitar que el conductor desvíe la mirada de la carretera, este dispositivo de proyección en el parabrisas mejora un equipamiento de seguridad que, en la versión probada (Zenith), incluye control de ángulo muerto avanzado, sistema de aviso y prevención de cambio involuntario de carril, control de velocidad adaptativo, detector de tráfico delantero y trasero con frenada activa, reconocimiento de señales de tráfico y detector de fatiga con cámara, entre otros sistemas.

La dotación de confort del coche no es menos abundante, con elementos entre los que destacan el freno de estacionamiento eléctrico con autohold, navegador, acceso y arranque sin llave, sensor de lluvia y luz, asiento del conductor eléctrico, monitor de visión 360º, faros full led adaptativos, sensores de aparcamiento delanteros y traseros, llantas de aleación de 18 pulgadas y equipo de sonido Bose con 12 altavoces, más toda la conectividad obligada en estos tiempos. Todo ello por 26.115 euros a los que no es insensato sumar los 2.800 euros del paquete Safety Black, con el que tendremos además asientos de cuero negro, los delanteros con calefacción, y sistema de asistencia a la frenada en ciudad trasero.