A diferencia de lo que sucede en otros países europeos, los modelos de carrocería familiar -antes conocidos como break y ahora sobre todo como station wagon- no han gozado tradicionalmente de excesivo favor popular en España. Sería largo y seguramente infructuoso rastrear las razones de este fenómeno, que tiene como contrapartida que los no demasiados usuarios que aprecia este tipo de siluetas les muestran una gran fidelidad, por lo que la demanda del segmento se mantiene estable y relativamente independiente de los avatares del mercado.
En este artículo vamos a tratar de uno de los vehículos que mejor sintetizan las cualidades que debe tener todo buen familiar, convenzan o no a los antiguos propietarios de berlinas, muchos de los cuales conducen hoy flamantes SUV. Se trata del Peugeot 308 SW, que hemos probado en su versión híbrida enchufable de 225 caballos, disponible solo con el lujoso y deportivo acabado GT. Hablamos de un modelo que cuesta 43.380 euros antes de incentivos, un desembolso considerable que, no obstante, será difícil que defraude a alguien a la larga.
Diremos para empezar, y contra nuestra costumbre de pronunciarnos poco sobre aspectos estéticos, que el 308 SW es sin duda uno de los familiares más atractivos que se pueden adquirir hoy. Inscrito en el segmento compacto, mide 4,64 metros de longitud y presenta una distancia entre ejes de 2,73 m que da lugar a un espacio interior en las plazas traseras sensiblemente superior al del 308 de cinco puertas, cosa que se agradece.
Como se espera de todo station wagon, ofrece una capacidad de carga sobresaliente: 608 litros de maletero -1.634 si se abaten los asientos posteriores- en las variantes de combustión, así como 548 y 1.574 litros, respectivamente, en las híbridas enchufables, tanto la de 180 CV como la de 225 CV.
La carga resulta más cómoda si se dispone, como en esta versión, de maletero con apertura manos libres y accionamiento eléctrico automático. Los respaldos traseros se pliegan por medio de unos tiradores situados en el maletero, en una proporción 40:20:40.
Con lo dicho hasta ahora queda claro que, en cuestión de amplitud interior y capacidad de carga, pocos SUV de un tamaño equiparable aventajan a este 308 SW, aunque -para decirlo todo- aquí faltan la altura y la facilidad de acceso y salida de aquellos, dos virtudes que se valoran mucho en estos tiempos.
A riesgo de llevar la contraria a la mayoría, quien esto escribe prefiere sacrificar ambas ventajas por un comportamiento que, en el caso del modelo francés, es sencillamente excepcional, de esos que enamoran a las personas que gustan de un tacto de conducción preciso y ágil.
Tanto la calidad de la rodadura como el aislamiento acústico hacen del 308 SW un coche ideal para cubrir largas distancias. El ajuste de la suspensión es firme pero confortable para el común de los mortales y, además, contiene a la perfección los movimientos de la carrocería. En este aspecto, no hay SUV que pueda igualar la delicia que supone ponerse al volante de este Peugeot.
A diario sin consumo ni emisiones
Por supuesto, la gracia de un híbrido enchufable como el que hemos conducido radica en que la mayoría de los desplazamientos cotidianos, ordinariamente en ciudad, pueden realizarse haciendo uso únicamente de su motor eléctrico de 110 CV, integrado en la caja de cambios automática y electrificada e-EAT8. La autonomía eléctrica homologada de esta versión es de 59 kilómetros, y la real puede rondar los 50 km si se es cuidadoso en la conducción.
Como no nos cansamos de repetir, para disfrutar de los beneficios de la tecnología híbrida enchufable -y no solo de los asociados a la etiqueta 0 emisiones- es necesario recargar el coche en la red eléctrica antes de cada uso.
Cuando la capacidad de la batería de 12,4 kWh se agota, bien en un viaje largo o durante un día muy movido en ciudad, el consumo se sitúa en unos márgenes mucho más razonables que los de un todocamino -más pesado y con peor aerodinámica-, y eso que el 308 SW cuenta en esta versión con potencia más que considerable: 225 CV, 180 de los cuales los proporciona un motor de gasolina que, por sí solo, podría desplazar el vehículo con la mayor de las alegrías.
A estas alturas, todos los fans de Peugeot valoran especialmente un elemento distintivo como el i-Cockpit, estrenado hace 10 años y caracterizado por un volante de pequeña circunferencia y achatado arriba y abajo, la instrumentación -en 3D según versiones- que el conductor debe consultar mirando por encima de aquel, y una pantalla táctil que ahora es de 10 pulgadas y alta resolución.
Esta configuración tiene admiradores y críticos a partes iguales, y por nuestra parte solo mencionaremos que resulta fácil acostumbrarse a ella, aunque hay personas que, por estatura, tienen dificultades para ver la información del panel de instrumentos.
Sí son un acierto pleno los i-toggles situados bajo la pantalla central, una suerte de atajos con los que podemos seleccionar de manera permanente, por ejemplo, la emisora de radio que escuchamos con más frecuencia, destinos habituales como el de nuestro domicilio o cualquier otra funcionalidad demandada de manera asidua por el conductor. Una comodidad más para sumar a las muchas que reporta este familiar que, modas aparte, está a la altura, si no por encima, de un SUV equivalente.