Las motos ruidosas tienen los días contados y la UE acaba de firmar su sentencia definitiva

Se acabaron los acelerones en los semáforos, los rugidos de motor en calles estrechas y los sustos al doblar la esquina. La Unión Europea ha dicho basta. La nueva normativa EC 92.03 apunta al corazón mecánico de las motos ruidosas: los sistemas de escape manipulados.
Lo que hasta ahora era costumbre entre aficionados y marcas, está a punto de convertirse en historia. La medida no busca medias tintas: solo podrán circular aquellas motocicletas que respeten estrictamente los límites establecidos. El dB Killer, un pieza pequeña pero escandalosa, tiene ya los días contados.
Los escapes desmontables ya no tienen escapatoria
Aunque parezca una decisión reciente, esta batalla se venía cocinando desde hace tiempo. Desde la aprobación de la Euro 4 en 2016, las autoridades comunitarias fueron endureciendo las condiciones de homologación. Primero se puso el foco en el ruido en ralentí, luego se amplió a pruebas en movimiento y, con la llegada de las Euro5+ y la futura Euro6, el control acústico será todavía más estricto.
Las motos que superen ciertos decibelios, incluso en parado, directamente no podrán circular por muchas carreteras europeas. En países como Austria, por ejemplo, cualquier motocicleta que supere los 95 dB en reposo queda excluida del tráfico por determinadas rutas.

El detonante para esta última regulación ha sido la modificación sistemática de los tubos de escape, práctica ampliamente tolerada tanto por usuarios como por fabricantes. La normativa ahora impide que los escapes puedan ser fabricados con partes desmontables como el dB Killer, un silenciador interno que se retira fácilmente y transforma por completo el sonido del vehículo.
A partir de la EC 92.03, los tubos que lo incorporen no podrán ser homologados para calle, y su venta solo estará permitida si es exclusivamente para uso en circuito.
Fabricantes contentos, motoristas divididos: dos caras del mismo dB
Desde la Asociación de Constructores Europeos de Motocicletas (ACEM) han celebrado la entrada en vigor de esta medida, asegurando que “las nuevas disposiciones contra las modificaciones ilegales supone un paso importante para garantizar que los escapes no fabricados por las marcas cumplan los requisitos de la legislación. Este avance positivo reforzará las medidas contra las preocupaciones sobre el ruido excesivo, planteadas por ciudadanos y políticos”.
En paralelo, la FEMA, la Federación de Motociclistas Europeos, no esconde su preocupación por las consecuencias generales que puede acarrear una regulación tan contundente. Han advertido que “esto nos perjudicará a todos. La posición de FEMA es que los límites de ruido no deben reducirse más, pero los niveles de ruido excesivos también son malos para nosotros, los pasajeros”. Para ellos, lo complicado es definir qué se considera un volumen excesivo: hay quien no soporta el ladrido de un perro y quien duerme plácidamente junto a una autopista.

En algunos países, las restricciones acústicas han alcanzado un nivel tecnológico difícil de esquivar. En Francia ya funcionan radares capaces de detectar vehículos que superan el límite de decibelios permitido, y en Alemania hay tramos de carretera que se cierran los fines de semana exclusivamente a motocicletas.
No se trata de una persecución contra un sector, explican las autoridades, sino de garantizar un espacio compartido donde el sonido del motor no imponga su ley.
Una industria que deberá reinventarse en silencio
La medida no solo afecta a los usuarios. El cambio sacude también al sector de los recambios, ya que muchas empresas basaban parte de su negocio en vender escapes deportivos, modificables y diseñados para ofrecer ese sonido característico que ahora se quiere evitar.
El nuevo reglamento impide que los fabricantes diseñen productos que puedan ser manipulados después de la venta. En caso de hacerlo, deberán retirarlos del mercado y asumir una sanción económica.
Es una vuelta de tuerca más en la estrategia ambiental de la Unión Europea, que ha visto en el exceso de ruido una fuente de contaminación tan perjudicial como las emisiones. Con esta normativa, buscan acotar un problema complejo: el de una industria que durante años jugó con los márgenes legales para ofrecer potencia, estética y sonido a medida. Ahora, todo eso tendrá que sonar más bajo. Y no por gusto.
20