Además de representar un problema sanitario sin precedentes, la crisis derivada de la expansión del coronavirus tendrá un fortísimo impacto en todos los sectores económicos. La industria del automóvil es solo una de las afectadas, pero lo está siendo de manera destacada en nuestro país debido al cese de la producción de sus fábricas más importantes.
El grupo francés PSA ha detenido totalmente su actividad desde el miércoles 18 de marzo, cuando se ha cerrado la planta de Vigo, en la que trabajan más de 7.000 personas. En días anteriores ha hecho lo propio en sus centros de Villaverde, en Madrid, y Figueruelas (Zaragoza).
La dirección de Volkswagen Navarra y los representantes de los sindicatos UGT, CCOO, ELA y de la Confederación de Cuadros y Profesionales (CCP) han acordado un ERTE (expediente de regulación temporal de empleo) por causa de fuerza mayor ante la falta de personal para fabricar sus modelos y la imposibilidad de garantizar la salud de sus casi 5.000 trabajadores conforme a las directrices del Estado para frenar la pandemia.
Otros tantos son los empleados afectados por la paralización de la producción de la planta de Mercedes-Benz en Vitoria, una decisión que el fabricante alemán ha calificado de “inevitable” en las actuales circunstancias de propagación del coronavirus.
Una de las grandes fábricas de automóviles españolas, la de Ford en Almusafes, permanece cerrada desde que tres trabajadores dieron positivo en el test del Covid-19, después de lo cual se decretó el aislamiento de todos los empleados que pudieron haber tenido contacto con los infectados. Esta medida ha venido precedida por el anuncio, a principios de mes, de un ERTE para más de 400 trabajadores cuyas condiciones se iban a negociar a lo largo de marzo y que quedan ahora pendientes de retomarse cuando la crisis del coronavirus remita.
La española Seat primero redujo su producción en la fábrica de Martorell y, nada más anunciarse la aprobación del estado de alarma, ordenó el cierre de la planta de manera indefinida. En Nissan, que ya venía trabajando únicamente al 20% de su capacidad, pasó algo semejante porque ya tuvo que parar sus líneas durante el fin de semana por falta de algunos componentes.
Por su parte, Renault ha detenido su actividad mientras dure el estado de alarma decretado por el Gobierno y prevé aprobar un ERTE para este periodo. La marca francesa espera que “la actividad comercial se reactive de forma rápida tras la crisis, por lo que, una vez finalizada, se pondrán en marcha las medidas oportunas acordadas con la representación social que permitan poder trabajar lo necesario para satisfacer la importante demanda comercial” que anticipa, según un comunicado hecho público este lunes.
Podría afectar al avance del coche eléctrico
En otro orden de cosas, la recesión que se anuncia para cuando la pandemia esté controlada repercutirá sobre unas ventas de coches que ya estaban amenazadas por otros factores como las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China, el Brexit, las nuevas leyes de movilidad y otros. Los confinamientos forzosos y los cierres regionales ya han producido obviamente una caída en picado que podría no revertirse (o hacerlo muy débilmente) una vez pase lo peor de la crisis.
Los expertos consideran que esta situación podría afectar también al avance del coche eléctrico con el que están comprometidos todos los fabricantes. Preocupa en particular la repercusión que puede tener en lugares como Estados Unidos la bajada del precio del petróleo a raíz de la guerra de precios entre Rusia y Arabia Saudí, y que está agudizándose con las cuarentenas generalizadas. Si la gasolina se mantiene barata, un país como EEUU tan apegado históricamente a ella podría ver cómo aumenta de manera significativa la demanda de vehículos de combustión, en perjuicio de los eléctricos.